Hoy a las 7:40 esperaba el tren de cercanías en la estación de Meco con destino a Madrid. Como siempre las mismas caras somnolientas de los viajeros que a esa hora somos habituales, día a día el mismo destino y las mismas caras camino de nuestro centro de trabajo en Alcalá de Henares, Torrejón, Madrid, etc. En este día aciago el tren tardaba algo más de lo normal y no es común pero tampoco extraño. Qué lejos estábamos de imaginar lo que poco antes o en esos instantes estaba sucediendo unas estaciones más allá. Primero fue la llamada de mi esposa diciendo que había estallado una bomba en la estación de Atocha y en ese instante en toda la estación comenzaron de manera insistente a sonar teléfonos móviles. En esto llego el tren y todos subimos al mismo. Nuevas llamadas de familiares, ahora habían estallado otras bombas en la misma línea por la que circulábamos a sólo cinco o seis estaciones más allá. No fue posible llegar más lejos, en Alcalá de Henares el tren paro y fuimos desalojados del mismo. Entre llamadas de familiares, compañeros y amigos.
¡Estas bien!, joder tío que yo se que tÚ a estas horas estás en el tren
Me acerqué para intentar llegar a Madrid en autocar, la cosa no pintaba bien, un rosario de personas nos dirigíamos de la estación de RENFE a la de autobuses donde nos esperaba una multitud y más llamadas telefónicas, en ese momento eran las 8:30 y ya todos los que esperábamos el autocar empezábamos a tener una idea de lo sucedido. A las 9:00 horas las llamadas de mi esposa y mis padres en un primer momento de estupor ya eran de miedo, de terror, de pánico –el fin buscado por los asesinos-. No llegué a Madrid, a las 10:00 horas hablaba con el secretario del Colegio que me informaba de que la cifra de muertos era de cincuenta en Atocha, en unos instantes y ya buscando un transporte que me llevara a casa sentí una intensa sensación de odio, de odio hacia las personas que en un primer momento habían hecho llorar a mi familia, luego, escuchando los informativos mi odio se torno en una profunda tristeza por las víctimas y sus familiares, víctimas de distintas razas, nacionalidades, localidades –en la C-2 viajamos españoles, rumanos, latinoamericanos, etc..-. Hoy con mayor intensidad que ayer me pregunto ¿quién puede estar del lado de los que perpetran estas atrocidades? ¿quién puede apuntar con el dedo a quien matar y a quién no?
Mañana a las 7:40 cogeré mi tren, ahora, en este instante, sólo puedo solidarizarme con los familiares de las víctimas y donar mí sangre, la que unos asesinos hoy no han conseguido derramar.