Hoy he comprado el que parece ser último número de ‘La Clave’. Con cierta tristeza lo cogí de un lateral del quiosco de Julia y lo guardé en mi bolsa para que me acompañara en el viaje de vuelta a casa tras el trabajo.
Lo he mirado por encima –me dura un par de semanas, entre unas cosas y otras- y se te encoje el corazón leer el lamento de José Luis Balbín: “¡Y pensar que con un seis o un siete por ciento más de venta nos hubiera bastado para subsistir de manera probablemente permanente…!”, al fin y a al cabo, la publicación es una empresa y sí, parece ser que adoleció de una de las Pes del marketing, la promoción.
Qué lejos quedan aquellos debates entre caballeros y no los de hoy, entre animales de corto entendimiento, donde la basura campa por sus respetos
La Clave se remonta a mis años mozos, llegaba por televisión y contenía una película y posteriormente un debate. Qué lejos quedan aquellos debates entre caballeros y no los de hoy, entre animales de corto entendimiento, donde la basura campa por sus respetos. Tras muchos años en antena volvería Balbín a intentarlo –no recuerdo en qué canal de televisión- pero la idea no prosperó. España había cambiado, ya no calaba el formato de antes, la sociedad demandaba basura y la televisión satisfacía la demanda.
Encontré La Clave, la revista, por casualidad hace unos años; desde entonces la adquiría con regularidad. El uso de la revista pasaba por mis viajes diarios entre Meco y Madrid, posteriormente en casa la leía la familia y en los días que nos descolgábamos por la casa de mis padres les llevábamos el último número o si tardábamos mucho, los que se habían acumulado.
En definitiva, echaremos de menos los ratos amenos con una información de calidad, sin embargo estoy totalmente convencido que Balbín, más pronto que tarde volverá a la carga y, con seguridad, muchos estaremos esperando.
El final de algo, sólo es el comienzo de otra cosa.
Hasta pronto.