En un post anterior (Reflotar una empresa en crisis) comentaba la necesidad, si es el caso, de plantear la suspensión de pagos a tiempo como algo fundamental para salvar la empresa de una situación de no continuidad –lo de la no continuidad es por seguir la estela de los eufemismos que nos embarga-.
Hoy intentaré hacer una primera radiografía de la situación en la que se ve la empresa una vez comunicada la decisión de la suspensión.
El estado de suspensión afecta psicológicamente a todos los componentes humanos de la empresa. Debemos conocer este clima para actuar con eficacia y corrección durante el tiempo que dure la crisis dado que, nuestro objetivo, nuestra meta, es que tras la suspensión la empresa siga “viva”.
El empresario, que lleva un tiempo viendo como las dificultades para mantener a flote la empresa le han llevado a tomar la decisión, tras reflexión, de suspender pagos, después de hacerlo siente una pequeña relajación no exenta de tensión. Tras esto, y prácticamente en el mismo momento, debe comunicar a muchas personas la nueva situación algo que sin duda es frustrante. Todo ello aderezado con una acusada sensación de fracaso.
Es posible que nuestro empresario se encierre en sí mismo e intente esquivar a los trabajadores. Todo esto es humano como las situaciones que sin duda se darán en el resto de componentes de la empresa, pero lo que necesita la nueva situación, urgentemente, es que el empresario “tire del carro”, recobre su seguridad y con paso firme dirija la empresa durante, no la suspensión, sino durante la reestructuración de la empresa.
¿Qué sucede con el directivo? Lógicamente a nadie le parece lo más apropiado pertenecer a una empresa que se declara en suspensión de pagos, así, a las claras, nuestro prestigio profesional se va de pronto al garete. Luego está el lógico temor a la pérdida del puesto de trabajo y todo ello aderezado con un sentimiento de culpa que sin duda influirá en el ánimo del directivo en detrimento de una empresa que hoy, más que nunca, necesita de su saber hacer y de motivación extra.
En situaciones de crisis, el directivo debe permanecer frío, analizar cómo ha llegado la empresa a la situación actual y su responsabilidad en ello. Tras esto, lo principal es ayudar al empresario a tirar del carro y luego sintonizar con rapidez con los profesionales que dirijan o participen en la suspensión. Sin malos rollos, como ya dije, con la cabeza fría y despejada y con el mismo objetivo que el empresario, la continuidad de la empresa.
Sin duda el miedo va a recaer con toda su fuerza sobre el personal. Se encuentra alejado de la toma de decisiones con lo que la información le puede llegar desvirtuada. Si añadimos a ello las conversaciones de pasillo y las conjeturas que aparecerán sobre la nueva situación, se hace necesaria una comunicación fluida del empresario o el directivo sobre la situación real. Es indispensable controlar el impacto psicológico sobre la plantilla en general, y encauzarlo para conseguir la viabilidad de la empresa.
Por último, tenemos a nuestros acreedores y clientes. Ufff. Estamos en España y una suspensión significa que tu crédito profesional automáticamente está en el suelo, o peor, bajo él. Todos, absolutamente todos los acreedores consideran su caso particular y quieren “solucionarlo”, ya. El caso de los bancos es aparte. “Apretarán” al empresario de distintas maneras para tener un injustificado trato de preferencia. Pero nuestro empresario debe tener muy claro que un banco es un acreedor más y debe resistirse con uñas y dientes y hacer que el banco participe de las exigencias del reflotamiento de la empresa para que así exija hasta el límite de lo prudente. Difícil, sin duda, pero no queda otra.
En el caso de los clientes, en un momento dado, pueden suponer que… no hace falta pagar. Ya se sabe que en lo tocante a pagar; “tarde, mal y si es posible nunca”. También nos encontraremos con el miedo del cliente a ser desatendido en los suministros que tenía contratados a futuro con la empresa. Una buena campaña de marketing –justita de dinero, eso sí. No está el horno para bollos- diciendo a nuestros clientes que la empresa resultante de la suspensión va a ser mejor que la de hoy, es de todo punto indispensable dado que nuestros competidores iniciaran una campaña diciendo que no somos fiables y que con seguridad fallaremos en nuestros compromisos adquiridos. En una situación de crisis todo el mundo tiene el cuchillo afilado y al enemigo, ni agua, y el bacalao por cajas.
Hay más actores dentro de esta situación dignos de ser estudiados y comentados. Solicito pues a todos el apoyo de vuestros comentarios para ampliar estas breves notas y construir unos apuntes útiles para empresas en crisis.