Ayer, más o menos a esta hora, mientras leía en internet el enésimo titular apocalíptico sobre el desplome de la bolsa española –un 6,06%, como si el triple seis se hubiera quedado corto de inspiración–, apareció la palabra que mejor define lo que nos rodea estos días: pánico. El mundo parece haberse puesto de acuerdo en abrazar el miedo como religión universal, y a mí no me queda otra que reflexionar sobre ese bicharraco insidioso que lleva tiempo colándose en nuestras vidas como el humo de un cigarro en una habitación cerrada.
El desempleo crece a pasos agigantados, la inflación nos roba los churros del desayuno, y el PIB se despeña como si le hubieran soltado un ladrillo al cuello. Pero lo que realmente acojona no son los titulares ni las gráficas en rojo. Es ese miedo tangible que se ve en los rostros anónimos de la gente: en el autobús, en el metro, en la oficina, en el gimnasio o en la cafetería donde cada día intento encontrar algo de humanidad entre un cortado y un croissant.
Es un miedo silencioso, casi subterráneo, que impregna las conversaciones y los gestos cotidianos. No se grita, no se dramatiza, pero ahí está, haciendo de las suyas, clavándonos sus uñas invisibles.
El desempleo, la inflación, el desplome del PIB, la crisis crediticia, la pérdida de confianza, y el miedo, ese miedo de algunas de las personas con las que me cruzo a diario
No es que el miedo sea un invento de nuestro tiempo, claro está. Ha estado con nosotros desde que el primer homo sapiens se asomó a la boca de una cueva y se preguntó qué demonios era aquel ruido extraño en la oscuridad. Pero en esta época, el miedo ha evolucionado. No es el temor al león que acecha en la sabana, ni siquiera al dictador que puede mandarte a la tumba de un plumazo. Es un miedo más sofisticado, más íntimo, más traicionero. Es el miedo al cambio, al fracaso, a la crítica, al ridículo, al rechazo. Es el miedo a perder lo poco que tenemos, aunque ese poco no nos haga felices.
Y lo peor es que el miedo no se queda quieto. Se multiplica, se expande, como un virus. Contagia al jefe que deja de tomar decisiones arriesgadas, al empleado que baja la cabeza para no destacar, al emprendedor que prefiere no intentarlo porque ¿y si fracaso?. El miedo es el mejor aliado de la mediocridad y el peor enemigo del cambio.
Si hay un lugar donde el miedo se manifiesta con toda su crudeza, es en la empresa. Ahí, el miedo no solo se respira, se ejecuta. Lo he visto de cerca. Directivos que no se atreven a innovar porque cualquier desviación del guion puede costarles el puesto. Empleados que hacen lo mínimo indispensable, no porque sean vagos, sino porque el miedo al error les paraliza. Un ambiente laboral que se parece más a un campo de batalla donde cada cual defiende su trinchera con uñas y dientes que a un espacio de creación y colaboración.
La creatividad muere bajo el peso del miedo. Las ideas se asfixian antes de nacer. Y lo que debería ser un hervidero de innovación se convierte en un mausoleo donde el status quo reina como un dictador perpetuo.
Me pregunto qué habría pasado si gente como Edison o Marie Curie hubieran cedido al miedo. ¿Nos habríamos iluminado con velas eternamente? ¿Seguiríamos achacando las enfermedades a los malos espíritus? El miedo es un freno, una cadena, un peso muerto que nos arrastra hacia la mediocridad. Y, sin embargo, ahí estamos, abrazándolo como si fuera un viejo amigo.
Hace poco leí un libro de Pilar Jericó, La nueva gestión del talento, y me dejó pensando en su enfoque sobre el miedo en las organizaciones. Ahora ando detrás de otro de sus libros, No miedo en la empresa. Aún no lo he conseguido, pero la idea me ronda la cabeza: ¿qué pasaría si, en lugar de dejar que el miedo nos domine, empezáramos a enfrentarlo?
El miedo es, en el fondo, una debilidad. Pero no una debilidad que deba avergonzarnos, sino una que debemos identificar y combatir. El primer paso, dicen los sabios, es reconocer que lo tenemos. Fácil de decir, difícil de hacer en un mundo donde admitir tus miedos es casi un acto de traición hacia ti mismo.
Pero ahí está la clave: identificarlo. Saber a qué le tememos exactamente. Porque el miedo no es un ente abstracto; tiene nombre y apellidos. Miedo al fracaso, miedo al cambio, miedo al futuro. Miedo a no estar a la altura. Y, una vez identificado, solo queda lo más difícil: reunir el valor para enfrentarlo.
El miedo no solo nos paraliza; nos empobrece. Nos hace enfocar nuestra atención en lo que queremos evitar, no en lo que queremos conseguir. Es un juego perverso. Cuanto más intentamos protegernos del dolor, más nos alejamos de la posibilidad de ser felices. Cuanto más intentamos evitar el fracaso, más cerca estamos de convertirnos en fracasados.
Y lo peor es que el miedo no se conforma con quedarse en un rincón. Nos invade, nos controla, nos convierte en esclavos de su voluntad. Dejamos de vivir nuestras vidas para vivir las vidas que el miedo dicta. Nos adaptamos, nos conformamos, nos encogemos. Y, al hacerlo, perdemos algo esencial: nuestra libertad.
Porque, al final, el miedo no desaparece por arte de magia. No hay soluciones rápidas ni atajos. Solo hay una manera de superarlo: enfrentarlo, mirarlo a los ojos y decirle que no tendrá poder sobre nosotros. Fácil de decir, difícil de hacer, pero absolutamente necesario.
Y aquí llegamos a la pregunta que lo resume todo: ¿quién maneja tu vida, tú o tus miedos? Es una pregunta incómoda, lo sé. Pero es también la única que importa. Porque mientras sigamos dejando que el miedo tome las decisiones por nosotros, nunca seremos realmente libres.
Hoy, el mundo parece haberse rendido al miedo. Pero no todo está perdido. Enfrentarnos a él es difícil, sí. Doloroso, incluso. Pero también es la única manera de vivir plenamente. Porque al final, la verdadera tragedia no es tener miedo, sino dejar que el miedo dicte el curso de nuestra vida.
Así que, dime: ¿quién maneja tu vida? ¿Tú o tus miedos? La respuesta, amigo mío, está en tus manos. O en las suyas.
Hola Enrique, desde muy pequeño mis padres me enseñaros que el miedo siempre está asociado a la ignorancia… y que si me ponía en conocimienro de lo que me daba miedo, ya sabría de que se trataba y simplemente dejaría de sentirlo y así lo he seguido haciendo hasta ahora… Yo soy tal vez, uno de los pocos que no le tiene miedo a la crisis sencillamente porque he profundizado en sus causas y en sus posibles consecuencias y ahora no le tengo miedo… En ese aspecto, creo que los medios y algunos políticos con intereses personales están creando mucho miedo entre la gente, que ya de por si es ignorante de la situación, tornando ese miedo en veradero pánico… Y créeme que la gente ignorante y con miedo se puede tornar muy peligrosa.
Muy refñexivo tu post.
Slds
SM
Hola Enrique, ya que citas a Pilar Jericó y aunque seguro que estás al tanto, hace dos días publico en su blog un post relacionado con el tema del miedo.
te dejo el link http://www.pilarjerico.com/blog/cuanto-mas-conservador-mas-miedo/
Yo creo que cuando la mayoría siente miedo es momento de arriesgarse. No digo de suicidarse, digo de asumir riesgos calculados que pueden suponer claras ventajas.
Me ha gustado tu post. Un saludo.
José Carlos Amo Pérez.
Hola Enrique, interesante sin duda el tema del miedo. Como bien dices la única forma de vencerlo es enfrentarlo, pero a veces hasta hay miedo a enfrentarlo… mmmm lo siento, siempre pequé de miedosa, ando aún luchando con eso (pero venciéndolo creo). Volviendo a tu artículo, interesante enfoque el que presentaste 🙂
Muy bueno tu articulo sobre el miedo creo que seria sumible por la mayor parte de todos.
El miedo puede ser pavor momentaneo pero a medida que vas sintiendo miedo, le vas perdiendo el respeto.
Si tienes miedo a que te maten y ves que pasa el tiempo empieza a pensar que ¿quien sabe?.
Si tienes miedo a quedarte sin empleo, en la ruina y ves que pasa el tiempo empiezas a autoconvencerte y a pensar que bueno algo hare, porque tienes tiempo de pensarlo y acomodarte.
En resumen si te ataca el miedo y no puedes hacer nada, no te preocupes asumelo, en resumen seguimos viviendo, y si no podemos atacar las consecuencias de lo que nos produce miedo; Dios dira y tranquilo, porque al final lo que verdaderamente es importante para nosotros, no es a lo que nos habiamos hecho idea en un principio, sino nosotros mismos y poco a poco vamos cambiando nuestras prioridades para tener miedo.
Un abrazo
Alfredo
Hola amigos.
SM, bien aprendida la lección de tus padres. Nada como la enseñanza de siempre. Efectivamente, tememos lo que no conocemos y ante ese desconocimiento se desarrolla antes el miedo que la curiosidad.
José Carlos. No había leído el post de Pilar, gracias por darme el dato me pasaré por allí. Muy atinado, hay que asumir riesgos, pero con prudencia.
Suki, todos tenemos miedos, pero la cuestión es saber que los tenemos y luego reunir las fuerzas para superarlos. Sin duda los vencerás, ahora, como decía José Carlos, con prudencia.
Alfredo, me alegra verte por aquí. Como te conozco, se positivamente que si tienes algún miedo tienes la valentía y el coraje suficiente para vencerlo.
Gracias por vuestros comentarios.
Me permito arrojar una pregunta que hace poco me hicieron. ¿Quién maneja tu empresa, tus jefes o sus miedos?
Para serte sincero mi empresa es manejada desde la casa matriz en EEUU y lo que hacemos desde aquí es desmentir los miedos que ellos sienten por no estar aquí y no estar aptos, culturalmente hablando, para entender la región. Así que somo una especie de traductores interpretativos que convierten los miedos de la casa matriz en conocimiento para que puedan dormir tranquilos… así que en teoría mandan los miedos pero a la final los jefes locales se hacen con el control…
SM
Buenas amigo.
Yo soy de los que opinan que casi siempre, la ignorancia es la que causa el miedo, pero visto lo visto hoy en la bolsa me surgen dos ideas:
-O lo que te acabo de decir es mentira, y por lo tanto me estoy “cagando” de miedo (porque me ha roto esquemas).
-O que los que nos deberían de mantener a salvo en esta situación son los que tienen miedo, lo que es más preocupante todavía.
Como comentaste en el post de El Economista, lo acabremos pagando todos. Lo que llamo “el Capitalismo Social” : beneficio para unos pocos y pérdidas para todos, que así son menos.
Hola amigos:
SM, veo que en tu empresa sois apagamiedos y os encargarais de vencer el miedo de la casa matriz y sin duda en convertir ese miedo en algo positivo dado que vosotros no lo sentís. En mi caso somos apagafuegos, algo tipicalhispanis.
José Luis, lo de la bolsa no sé cómo llamarlo. El pasado martes estuve tentado de volver a colocar unos “duros” en acciones -hace ocho años deje la bolsa e invertí en ladrillos- pero en estos tiempos tan ajetreados, una cosa llevó a otra y otra a una y con el punto de mira en entrar en la bolsa llegó el viernes negro (-9,12%). Tengo un fin de semana para decidirme pero seguro que entro a comprar, con miedo, pero con buenas dosis de prudencia, es decir a comprar algo “aparentemente sólido” y esperar.
Tiempos locos para todo pero aún cuando la bolsa baja, es posible ganar dinero. Mira el caso de los bancos, ganan dinero, se lo quedan, pierden dinero, lo paga el contribuyente. Ya sé que dicen que no, que lo van a devolver, pero uno ya es perro viejo. Luego también está lo de la amnistía fiscal, es decir, toda la panda de golfos que ha ocultado dinero a la hacienda pública (dinero negro) ahora ya suenan voces para convertirlo en blanco –ya lo hizo Felipe González en su época-, luego, como siempre, el “trincas” en este país es el que gana. El profesional que tiene su dinero gracias a su esfuerzo y trabajo honrado sólo tiene la obligación de pagar impuestos.
Siempre es un placer leer vuestros comentarios.
Espero que te hayas metido con cuidad en la bolsa, jejeje!!!