La crisis lleva tres años ajustando la economía mundial con inusitada dureza. Primero fueron las turbulencias financieras de 2007, que derivaron en una recesión con una fuerte caída de la actividad y el empleo. Después, las excepcionales medidas de estímulo fiscal destinadas a combatir la recesión generaron un desequilibrio fiscal insostenible y hoy, no queda más que dar un giro copernicano a la política económica expansiva hacia una política de contención del gasto.
Desde el inicio de la crisis los colegios profesionales andan inmersos en continuos cambios. El primero, la recesión global que con mayor o menor incidencia azota al sector en función del área de su competencia (construcción, sanidad, educación, etc.). Ley Paraguas. Ley Ómnibus. Ventanilla Única de la Directiva de Servicios. Sistema de Información del Mercado Interior. La regulación, también en este caso restrictiva de los visados profesionales que pasan de ser obligatorios en 79 casos a sólo 9 y, la que será la Ley de Servicios Profesionales.
En tiempos de bonanza, cualquier gestión se considera eficiente. Los recursos sobran y nadie pide cuentas. En la actualidad hay que optimizar la gestión para, con un presupuesto inferior, mantener los servicios prestados, cuando no, mejorarlos. No hay recetas milagrosas, sólo adaptarse al cambio con la mayor brevedad posible y utilizar un plan estratégico como cuaderno de bitácora que nos lleve a buen puerto.
Paco Muro en su obra “El pez que no quiso evolucionar” nos pone sobre la pista la mejor manera de construir nuestro cuaderno de bitácora.
“En tiempos de escasez tres galeras fenicias propiedad del Gran Mercader hacían escala en un puerto del Mediterráneo, camino de Cartago. Su objetivo era llegar con la mercancía intacta, pero habían pasado por muchas vicisitudes y estaban muy deterioradas. La travesía restante se presentaba muy, muy dura, por lo que los tres capitanes, tras cargar con los víveres imprescindibles, comenzaron a tomar decisiones acerca de en qué emplear el poco dinero que les quedaba.
El primero invirtió exclusivamente en imagen: adecentar la cubierta, arreglar los remos y dejarlos brillantes, limpiar el camarote de los oficiales… El segundo gastó el dinero en un poco de todo… y en nada completo: un poco de lona para la vela, ropa decente, remos delgaditos, cuerda fina… El tercero reunió a la tripulación y les pidió que separaran lo estratégico de lo conveniente.
¿Qué era lo estrictamente necesario, además de los víveres? Los marineros aportaron ideas, pero al final el capitán compró buenas velas, grandes remos y maromas bien fuertes. La primera galera fracasó enseguida, la segunda aguantó un poco más, pero finalmente sucumbió en los acantilados, y la tercera llegó a Cartago, su destino final. En estado calamitoso, cierto, pero arribó.
No hay mayor necedad que naufragar por no haber partido con los medios de avance suficientes, porque algún cobarde, insensato y suicida eligió recortar el presupuesto en remos”.
Hoy el avance de los colegios profesionales se centra en el servicio a ciudadanos y colegiados. Ésta es la misión. Ahora hay que crear el cuaderno de bitácora y llegar a puerto. Algunos colegios ya lo hacen. Reinventarse o… naufragar.