Contarán las crónicas futuras como el 28 de diciembre de 2011 se reunió el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, con el pastor oficial de nubes de la corte, José Luis Rodríguez y convinieron en analizar el presente y el futuro más inmediato.
En la fría mañana de los jardines de la Moncloa, otrora casa del pastor, se podía atisbar entre arbustos y medidas de seguridad a estos insignes españoles, que desparramaban su cuerpo en un cómodo banco, mientras contemplaban un cielo falto de nubes a las que pastorear.
Dirán los cronistas de la época que la conversación discurrió, más o menos, así:
– Mariano, España va bien –Rajoy se quedó boquiabierto, la afirmación le recordaba el pasado, pero sin ubicarlo en un momento concreto.
– ¿Cómo dices eso? – preguntó Rajoy.
– Europa se encuentra más cohesionada que nunca tras el liderazgo de Merkel y el pequeño francés. El ajuste de crecimiento está tocando a su fin y pronto la bonanza económica será tan abultada como antes. Ciudadanos y ciudadanas gozan de una libertad y un futuro sin paragón mientras que, sindicatos y patronal, en un ejercicio de responsabilidad, llegarán a un acuerdo en esta centuria.
– No me negarás, José Luis, que eso es una visión un tanto alternativa de la realidad. Tenemos un sistema crediticio colapsado, un endeudamiento explosivo, el euro a punto de hundirse y las cifras del paro andan desbocadas, o no, claro.
– Mariano, el pastoreo de cirros y cúmulos es la mejor terapia para ver la realidad, que convenga –Rajoy se arrellanó en la hamaca y contemplo con admiración a su predecesor. Ciertamente había encontrado el equilibrio entre el mundo real y la presidencia.
– Nosotros, José Luis, dada la miopía que aqueja a buena parte de la ciudadanía, vamos a tomar alguna medida económica. Por el qué dirán, pues como bien comentas, todo es según con el cristal que se mire y, en este caso, mis ministros del ramo dicen que hay que contentar a la tal Merkel y que si la ciudadanía espera recortes, hay que dárselos. No sea que por no cumplir sus expectativas lleguemos a una conflictividad social, que si bien calentaría las calles en este frío invierno, no es deseable, o sí.
– Mariano, quizá España necesita un gran pacto de Estado entre gobierno y oposición -Rajoy se revolvió inquieto en su hamaca.
– ¿Oposición? ¿qué oposición?
– Bien Mariano, bien –Zapatero deslizó con suavidad la mano por la espalda de un agradecido Rajoy y con delicadeza dejó un monigote adherido a la misma.
– Pero, José Luis, ¿qué coño es esto? –preguntó Rajoy. No tenía la certeza de a qué se debía el tocamiento.
– Tranquilo Mariano, froto el décimo de la lotería de reyes por tu espalda para que traiga suerte. Rajoy intentó recordar algo sobre las loterías pero no pudo hacerlo, se sentía extrañamente reconfortado. El síndrome de la Moncloa se había apoderado de él en tiempo record.
– José Luis ¿se solucionará la crisis?
– ¿Crisis? ¿qué crisis?
La estulticia y la incertidumbre son dos enemigos colosales para la recuperación de este país. Si no nos convertimos en una nación con dirigentes sensatos y fiables, jamás saldremos de la crisis, o del “ajuste de crecimiento”. Todo es según el cristal con el que se mire. Si hoy te gastan una broma, sonríe.