La Real Academia Española –RAE para los amigos- ha tenido a bien incluir en su diccionario la palabra bloguero, que define, con esa precisión quirúrgica tan propia de los académicos de silla, como “adj. Perteneciente o relativo a los blogs o a los blogueros” y, en su segunda acepción, “m. y f. Persona que crea o gestiona un blog”. No es que a estas alturas nos vayan a descubrir América, pero ahí está, para que conste en acta.

Claro que la puntualización de la RAE llega con el retraso habitual de las grandes instituciones, con ese paso cansino y ceremonioso que recuerda al de un elefante cruzando un puente colgante. Porque los blogs, esos rincones digitales donde antaño se escribía con cierta calma y profundidad, hace tiempo que fueron condenados a la irrelevancia por el frenesí de las redes sociales. Ahora la gente no lee, escanea; no reflexiona, reacciona; no escribe, vomita caracteres en 140 golpes de teclado. Y en mitad de esta orgía de inmediatez y olvido, a la RAE se le ocurre dar carta de naturaleza a bloguero, que para entonces ya es una especie en peligro de extinción.
Esto me trae a la memoria mi vieja camiseta, aquella que llevé con orgullo cuando aún nos hacíamos llamar bloggers, con ese toque anglófilo tan irresistible en la jerga tecnológica. Que nadie me malinterprete, no soy de los que van por la vida escribiendo weekend en vez de fin de semana o coffee break en vez de pausa para el café, pero había algo en aquel blogger que sonaba mejor que bloguero, quizás por ese aire de pionero digital, de llanero solitario de la red.
Lo cierto es que las últimas incorporaciones al diccionario de la RAE no tienen desperdicio. A saber: acojonamiento, canalillo, chatear, cienciología, clitoriano, culamen, euscaldún, friki, gayumbos, minicadena, ochomil, okupa, papamóvil, pepero, sms, sudoku, sociata, ugetista o usb. Casi dan ganas de echarse a temblar, aunque si la RAE ha resistido a Fernando VII, la Guerra Civil y los tertulianos de la tele, probablemente sobreviva a esto también.
Y que nadie se confíe, porque se comenta que en la próxima hornada caerán joyas como tuit y Twitter. De hecho, la RAE lleva años en una lucha quijotesca por meter en cintura a los anglicismos, con resultados desiguales. Que se lo digan al pobre güisqui, que fue aceptado con todas las bendiciones de la Academia y sin embargo murió en la cuneta, derrotado por su hermano mayor, whisky, que nunca dejó de reinar en las etiquetas de las botellas. Lo dicho, cosas de la lengua y de la tozudez hispánica.
Por mi parte, dejo aquí un par de tuits de algún académico de la RAE, de esos que se ven obligados a justificar la última oleada de palabras aceptadas con un estoicismo digno de mejores causas. No sé si aclararán algo o nos sumirán en un estado de acojonamiento léxico. Habrá que esperar al próximo diccionario para ver qué otras sorpresas nos depara el porvenir.
[…] filo de los cinco años continúo haciendo bloguerías en este rincón de la galaxia internet. Provinciano de la Osa Menor, como dice una vieja […]