Los grandes campeones de ajedrez, no ganan sus partidas por ser más agresivos que sus oponentes. La victoria se debe a tener muy bien posicionadas las piezas en el tablero, contar con una estrategia simultánea de ataque y defensa, sabiendo capitalizar los errores del contrario. Justamente esto es todo lo que no se está haciendo actualmente enla UE.
Bruselas y la inexorable influencia y poder de Alemania, han carecido de estrategias tanto política como económica, no sabiendo defender como debiera haberse defendido el euro. Pero lo más grave, carecer como un maestro internacional de ajedrez tiene, de la visión global del juego, dejando que los dos grandes bloques (Asia-Pacífico y Estados Unidos) más los nuevos países emergentes, relegaran a la UE a la cola de los espacios económicos del mundo. No digamos políticos, porquela UE se ha reducido a la nada en materia política.
Austeridad a muerte es la muerte de la UE
Las políticas de austeridad impuestas en la UE por los países del norte frente a los derrochadores del sur, empiezan a hacer mella en el crecimiento de la Eurozona, cuando se vislumbra una contracción del PIB del 0,4% para este año, y del 0,1% para el conjunto de la UE, según las previsiones económicas de primavera hechas públicas por la Comisión Europea el pasado viernes 3 de mayo.
Ralentizar las economías de los países del Sur, al tener que disminuir el gasto público de estos países y así ajustar sus déficits fiscales, “guardaba este premio”, era su consecuencia natural al no tener diseñadas de antemano en estos países unas políticas de apoyo al crecimiento, con lo que no hay que echarse las manos a la cabeza y pensar que los ricos del norte eran inconscientes. Era un riesgo calculado a sabiendas por la interrelación de sus economías.
Pero tenían una patata caliente sobre la mesa, ser los financiadores de los dispendios de sus compañeros de viaje cuando en sus propios países ya se habían tomado medidas de ajuste impopulares para el bienestar de sus ciudadanos hace años, mientras en el Sur esas medidas seguían sin ser puestas en marcha.
Seguir poniendo euros para que no caiga el euro
Tenían claro que para no dejar caer el euro tenían que ser financiadores netos de estos países de alguna forma, pero era necesario reducir su importe al mínimo posible. Podían ser financiadores con los ahorros de sus ciudadanos directamente, al comprar deuda pública de los países de la periferia, o bien dejando libertad para que el BCE actuara como prestamista de última instancia, siendo al final y de cualquier forma estos mismos países garantes de la insolvencia de otros.
Pensar que un país, con su producción paralizada (PIB) o descendiendo y aumentando su deuda pública año tras año es más solvente, es una quimera.
La amnesia de Bruselas
Así que no es de extrañar que hayan quedado en el olvido los tres planes de Bruselas en estudio:
1º: El plan de los 130.000 millones de euros para apoyar el crecimiento y que provendrían del FEEF (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera) al que contribuyeron todos los países con 240.000 millones y que se habló en la cumbre de junio de 2012. Posteriormente, se volvió a relanzar el mismo programa en enero de 2013, proponiendo que el BEI financiase unos 60.000 millones, tras una ampliación de capital de 10.000 millones.
2º: Luego vendría otro plan capitaneado por las tesis alemanas, como era la de relanzar las inversiones en los países que no tenían problemas de déficit y tenían un mejor acceso a los mercados financieros (desde Economistas Críticos lo criticamos por la forma al poder presentar efectos contraproducentes en los países del Sur).
3º: Finalmente otro plan más, la inyección directa de fondos europeos en los países del Sur. Hasta ahora, que sepamos, nada.
La confianza perdida
Sigue adelante la pasmosa lentitud de las decisiones europeas, y todo porque se piensa que al final será dinero tirado para nada, no se fían de sus amigos del Sur.
Y es que llegar a una situación como la de España, con 6.202.700 desempleados según la EPA(27,16% tasa de desempleo) no se debe a un imprevisto, a un crack económico, o a un cataclismo, sino que es la consecuencia de las políticas implementadas por nuestros políticos a lo largo de muchos años de gobiernos demagógicos, sin toma de decisiones relevantes y siempre dando patadas hacia adelante a los problemas, con tal de contentar a un electorado al que nunca se le contó la verdad.
Decir la verdad duele, pero libera, y hace que cada ciudadano se percate del coste de los servicios que se le prestan. Nuestra administración ha vivido de prestado durante muchos años, unas veces con los ingresos extraordinarios que les proporcionaba la burbuja inmobiliaria y otras acudiendo al mar de la liquidez con el uso de la deuda para sufragar sus déficits sucesivos.
La burbuja perdida
Nadie pensó que la burbuja debía ser aprovechada como un medio de ahorro y de reequilibrio de las cuentas públicas, eran ingresos extraordinarios, sino que se destinaron al boato, a la inversión improductiva, al engorde de las estructuras administrativas sin sentido, al buenismo por todo el orbe cual país rico, y mucho al mantenimiento de una clase política (casta política) que no tenía acomodo según sus destrezas en el mercado de trabajo.
Hoy cuando se habla de austeridad de la administración, se ajustan sueldos de funcionarios, se recorta en sanidad, en educación, en investigación,… pero ¿cuándo se va a ajustar el entramado político que lo sustenta? Esta es la base del ajuste, lo que los ciudadanos esperan con ilusión de sus políticos, si quieren seguir siendo reconocidos por sus compatriotas.
Ley de Transparencia: ¿eso qué es?
Sin embargo, ni ellos ni las fuerzas vivas que les acompañan (sindicatos y patronales) acaban de proponer las medidas de su ajuste. Cada vez que alguien quiere conocer cuántos sindicalistas liberados hay en la Administración Pública o en las empresas resulta imposible de conocer con exactitud. Cuando se quiere conocer la financiación que recibieron las patronales o los sindicatos en el ejercicio del conjunto de las Administraciones, resulta imposible. Cuando se pregunta cuántos cargos de confianza o de libre designación hay incrustados en las empresas públicas y en los distintos entes de la Administración, también resulta imposible conocer con exactitud. Luego nos hablan de una Ley para la transparencia.
Resulta irónico que sea tan difícil conocer la grasa que se financia desde el sistema, al mismo tiempo lo fácil que es montar unas elecciones y tener los resultados antes de las 22:00 horas.
No se quiere que la verdad aflore
Aquí hay algo que se quiere ocultar, y cuando se oculta es porque da miedo de que se conozca. Acaso no es financiación ilegal colocar a allegados (familiares y amigos) en una Administración o en una empresa pública a sabiendas de que no va a hacer nada, o casi nada, en ese puesto de trabajo y para al que además ni está formado ni tiene experiencia. Y es que todo no es más que otro modo de financiación irregular, un modo de remunerar al aparato político de los partidos al margen de su Ley de financiación.
Un estado hipertrofiado
En España tenemos en las administraciones locales 8.117 municipios, 41 diputaciones, 3 diputaciones forales, 4 consejos y 7 cabildos insulares. El estado lo componen 19 comunidades autónomas. Entre todas y la Administración Central hay 2.372 empresas públicas, 626 fundaciones y 1.055 consorcios. ¿Cuánta grasa cabe en toda esa estructura? O por qué no, puede argüirse que la desaparición de las diputaciones nos ahorraría a los ciudadanos 22.000 millones de euros. Un Bankia.
¿Acaso las competencias de las diputaciones no pueden ser asignadas a las comunidades autónomas, o ser traspasadas a una hipotética concentración o agregación de los municipios más pequeños?
Unos ingresos públicos penosos
Desde el año 2007 los ingresos públicos han disminuido de forma alarmante. Por una parte, ha habido una evidente caída de los ingresos derivados de la menor actividad económica y por el otro, una creciente tendencia conforme la crisis se agravaba, a no declarar gran parte de ingresos realmente producidos. La respuesta ha sido aumentar impuestos directos (IRPF, reintroducción de patrimonio, revisión catastral de inmuebles para acrecentar ingresos por IBI,…) e indirectos (IVA, Impuestos carburantes,…). Evidentemente se ha vuelto a cumplir la curva de Laffer: aumentos de tipos impositivos conllevan una menor recaudación.
Asimismo, se ha producido en nuestro país un aumento alarmante de la pobreza y de las desigualdades económicas en ingresos y riqueza.
Es por todo ello que consideramos que si queremos crear empleo y aumentar la recaudación este país debe encontrar fórmulas fiscales imaginativas.
Es evidente por ejemplo que si una persona gana 1.000 euros/mes y tiene unos gastos de 950 euros al mes, cualquier aumento de impuestos directos e indirectos disminuirá directamente su consumo (y el consumo es clave para la generación de empleo). Y al revés, reduciéndoles estos impuestos, consumirán (y el consumo permitirá la creación de empleo).
Creemos que existe ya hoy una amplia capa de la sociedad que está en una situación económica muy ajustada y que por tanto es necesario estudiar la reducción de los impuestos.
¿Reducimos los impuestos directos o indirectos? Pues con toda rotundidad los impuestos indirectos. ¿Por qué? Porque su disminución hará aumentar el consumo en España (y empleo), y porque al no ser redistributivos no contribuirán al aumento de las desigualdades económicas.¿Cuáles? Quizás se pueden reducir los impuestos indirectos de subactividades más específicas y con más detalle, teniendo en cuenta el máximo impacto fiscal posible (ya tenemos experiencia sobre los efectos sobre la actividad de la anterior subida y de las subactividades con mayor elasticidad) y la compatibilidad con el proceso de consolidación fiscal europeo (p.ej la legislación europea acepta que los servicios de cuidado infantil -que incluyen el cuidado de los niños en edad preescolar y escolar en comedor y fuera del horario lectivo- pueden considerarse la prestación de un servicio que entra en el ámbito de la asistencia social y de la seguridad social y se pueden considerar exentos de IVA. De hecho Bruselas se opone a este gravamen en España).
Además, considerando la reducción de las desigualdades económicas, quizás sería deseable la aplicación de un impuesto extraordinario y puntual sobre las grandes fortunas (1% de la población) para poder promover el crecimiento y el empleo, tal vez con planes de ayudas a la adaptación de los edificios a la sostenibilidad y energías verdes y a la creación y mejora de infraestructuras energéticas que permitan una red de distribución de energía inteligente, como ya se está evaluando y realizando de forma acertada en toda Europa.
En cuanto a los ingresos por empresas, teniendo en cuenta que los tipos que efectivamente se cobran por sociedades en España son bajos, quizás habría margen para aumentar la recaudación vía eliminación de deducciones en el impuesto de sociedades, sobretodo en el caso de las grandes empresas.
Ahora bien, como también hay que tener en cuenta que cuando una empresa evalúa su inversión en un país analiza la carga tributaria total (cantidad que se pagará por sociedades más cotizaciones sociales y otros impuestos), si es mayor que en otros estados, puede decidir no instalarse o en su caso marcharse. Quizás debería compensarse ese aumento de los tipos efectivos a sociedades con una disminución relevante de las cotizaciones sociales que pagan las empresas, potenciando así la creación de empleo al tener un menor coste total por empleo creado.
La UE nació mal
Desde el nacimiento de la UE como mercado único, y más tarde con la moneda única como forma de potenciar la unión (aunque no todos los países se adhirieron), se pecó de falta de visión. No se podía crear una moneda única y su correspondiente política monetaria, sin coordinar una política fiscal. Desde su inicio se pusieron parches, era suficiente tener una deuda inferior al 60% PIB y un déficit menor del 3% para acceder a la moneda única, pero no se llevó a cabo un proyecto de armonización fiscal, ni unos objetivos de servicios públicos mínimos prestados al ciudadano.
¿Paraísos fiscales dentro de la UE?
Así que se da la paradoja de la existencia de “paraísos fiscales”, entre los mismos países que componen la Unión y hasta incluso en determinados impuestos entre distintos entes administrativos dentro de cada estado, como serían los casos de Luxemburgo o Irlanda por un lado, o el País Vasco y Navarra por otro.
Desde estos “paraísos fiscales” es desde donde se realiza un velado dumping fiscal frente al resto de países o regiones. Si no hay una verdadera política fiscal, una forma igualitaria de exacción de impuestos y de distribución de cargas, tampoco existen unos niveles ni formas de financiación de los servicios que se prestan desde los estados. Así es que siempre se van a crear comparaciones odiosas entre países, los que tomaron ya sus decisiones para la sostenibilidad de los servicios públicos financiados de una u otra forma por quien los percibe, a los que aún piensan que tienen derecho a prestar un nivel de servicios olvidándose de cómo deben ser financiados.
El necesario camino de la armonización fiscal
Todo lo que no sea avanzar en una armonización fiscal, en una aproximación de las tasas impositivas de personas, empresas y gravamen de productos, es dilatar el problema. Para ello es necesario que todos los países, al igual que cedieron su soberanía monetaria, cedan su soberanía fiscal de modo que los europeos se sientan cada día más iguales, más país, más Europa, … a cambio de una verdadera unión de financiación y una mutualización de la deuda.
Todos los ciudadanos en plano de igualdad, todos con el mismo nivel de servicios y prestaciones, todos con el mismo nivel de presión fiscal, todos con la misma moneda. Una vez puesto en marcha, cada país valdrá lo que pueda rendir, lo que sean capaces sus ciudadanos de producir y generar valor sin poner en marcha trampas fiscales que deslocalizan empresas de unas regiones a otras, de unos países a otros.
Que la Europa del sur se siente a esperar
Pues los que al calor de la nueva relajación del déficit de los países con problemas, estén esperando algo del presupuesto europeo y de los planes de relanzamiento se van a quedar esperando. Ni se les ve, ni se le esperan.
Así que invertir, pueden invertir todos los países direccionando su presupuesto, es cuestión de prioridades de gasto. Usted como país decide si gasta lo de todos en “grasa clientelar”, en mantener una mastodóntica administración, o una estructura política indecentemente inflada, o en dedicar sus recursos a la inversión en I+D, en invertir en infraestructuras, en potenciar el emprendimiento y el nacimiento de empresas de tecnología y medioambiente, en ayudar a financiar a las empresas… Es cuestión de su prioridad de gasto.