Nota: coincidiendo con el día del Medio Ambiente, damos la bienvenida al FORO DE GOVERNANCE2014 a Eva Prats que, desde el inicio de esta nueva andadura, ha contribuido con valiosas aportaciones.
De la conciencia a los cambios en las pautas culturales
La conciencia tranquila en la compra, el comercio, las transacciones, el pago de impuestos…se basa en el sentimiento de justicia y equidad. Equidad quizá en primer lugar, donde a todos nos gusta estar encuadrados correctamente en el grupo de nuestros ideales socioeconómicos y morales. Nos referimos a las relaciones con los demás y con el Estado en un sentido amplio del término.
Hay que convivir con el resto del elenco ciudadano para saber que no somos esencialmente diferentes a los demás
Caminar solos no es solución, pero cuando se observa cierta o mucha anarquía a nuestro alrededor, ¿quién se sustrae a ello y no cae en las garras de la depauperación moral y social? Hay que convivir con el resto del elenco ciudadano para saber que no somos esencialmente diferentes a los demás: utilizando las ideas más novedosas de la psicología moderna, para conocer a los demás no hay nada como conocerse a sí mismo.
La sostenibilidad en el comercio
La sostenibilidad social de las empresas es un concepto en boga, que está siendo muy mimado por el sector terciario, donde el comprador, uno de los ejes principales de las transacciones comerciales al detalle, tiene mucho que decir, pues es uno de los impulsores principales de iniciativas que el comerciante ve como plausibles a largo plazo, no sólo como modas.
Más difícil será aplicar este concepto de sostenibilidad a los mayoristas y distribuidores, pero todo se andará. A medida que aumente la conciencia social de los clientes, los intermediarios de la cadena de valor empezarán a percibir los beneficios de su alineamiento con las demandas de sus clientes.
Algunos operadores del sector ya tienen una política medio ambiental definida y empiezan a alinear sus enseñas en este entorno que saben les favorece ante sus clientes, y en sus Memorias anuales ya dedican un apartado. Este es el caso del líder del sector de la distribución alimentaria en España “Mercadona” que en su Memoria anual expresa su aportación (datos del año 2012 en su web oficial), aunque viene siendo ya práctica común en la mayoría de grandes empresas del sector.
En otro de los ámbitos estrella del consumo, el reciclaje o recuperabilidad de envases, según los últimos datos publicados en mayo de este año por ECOEMBES, el porcentaje de reciclado ha superado el 70% durante año 2012 en España (el primer país comunitario en tasa de reciclaje de este tipo es Bélgica, con el 80%).
Se está viendo, pues, avances medioambientales en ciertas industrias del sector terciario, cuyos métodos han estado (y que en ocasiones siguen estándolo) anclados en procedimientos pasados de moda en lo referido al respeto y conciencia social y ambiental.
La huella verde
Resulta llamativo ver cómo algunas empresas, no sólo multinacionales, apuestan por ofrecer un producto limpio de origen, en el que el comprador pueda comprobar la huella social del mismo, su naturaleza, condiciones laborales, calidad, distribución, e incluso el carácter político de los países por los que el producto discurre antes de llegar al establecimiento final.
Es muy loable el sentido social que algunas empresas le dan a su comercio, pero no hay que olvidar que en tiempos de crisis este tipo de demandas corren el riesgo de diluirse en el mundo economicista puro y duro, que es el que suele tener la última palabra, tanto para el productor, como para el distribuidor, el vendedor o el comprador final.
Gracias a las Organizaciones No Gubernamentales en el sector textil, por ejemplo, se está logrando el uso de embalajes ecológicos y la disminución o supresión de sustancias tóxicas en la cadena de
suministro. Son las políticas verdes que empiezan a imperar en un sector concreto que movió casi 200 mil millones de euros en 2006, según la Organización Mundial de Comercio, y que tiene un carácter tan globalizador y del que los compradores no pueden ni deben sustraerse.
Si algo interesante tiene la globalización es este hecho de concienciación de cara al interés por conocer el recorrido e influencias debidas a o habidas sobre el producto, de manera que todo ello constituye una huella que queda reflejada en la identificación que el consumidor potencial hace al visitar un comercio.
Nuevos modelos de negocio y aplicación de estrategias de I+D llevan en determinados sectores a apostar por el uso de recursos locales y el respeto por las formas de productos artesanales.
El ejemplo del sector alimenticio
La alimentación fue el sector estrella que rompió los modelos tradicionales. Impulsado por normativas reguladoras a nivel europeo, la alimentación no sólo en nuestro continente, sino en el mundo, ha mejorado considerablemente. Y ello no sólo por la calidad de los productos o los sistemas de puesta en venta, sino por el conocimiento de la trazabilidad de dichos productos, que permiten a los consumidores conocer en detalle la trayectoria desde el origen hasta la mesa, como se suele decir.
Este avance, que tuvo cierto impulso inicial en Norteamérica y Asia, pero que en Europa fue generalizado, constituye un hito no sólo en el modelo de alimentación, sino de comercialización y sostenibilidad social, sin contar la gran tradición gastronómica del viejo continente.
El presente de lo verde
El modelo aplicable a la alimentación saltó al sector textil y al de la cosmética. Pero la verdadera revolución en curso, que por cierto en Europa ya es moneda común de uso ciudadana, es la corresponsabilidad entre empresa y cliente, de cara a que al igual que muchos productores invierten en I+D, en reducir las emisiones de CO2 y agua, en conocer en detalle los balances energéticos y de recursos de todas sus filiales y subcontratas, se empieza a exigir de los consumidores que impulsen el reciclaje en sus hogares y que promuevan la reutilización de ciertos productos.
El mejor ejemplo es el de la reutilización de productos textiles. Otro caballo de batalla es la reducción del consumo de materia y energía. Ello se debe al choque que una política seria en ese sentido puede tener sobre el sector terciario, basado en el consumo puro y duro.
Además, la economía suele fundamentar sus inputs en el consumo, sin entrar en detalle, lo cual es un error, ya que los consumidores deben conocer mejor un concepto que tanto les atañe. Quizá sería interesante que las empresas comenzaran a estudiar vías alternativas para mejorar la idea general que supuestamente impulsa los mercados: consumo, consumo y más consumo.
Consumir conscientemente debe ser en poco tiempo un debate promovido desde la industria hacia el ciudadano. Si este tema se deja en manos de la Administración, el enfoque acabará siendo legalista o fiscalizador (impositivo), como ha ocurrido con el agua, por ejemplo, un recurso que desde el 2010 es considerado por la ONU como un derecho humano.
En el caso del agua existe lo que se ha venido en denominar “huella hídrica”, una particularización del concepto de huella ecológica. Muchas empresas de sectores primarios, como energía o minería, ya han empezado a aplicar metodologías y procesos para reducir tanto el consumo como la cantidad de agua residual.
No cabe duda alguna, que la mayor conciencia ciudadana, también debido a más información, impulsa lo que Alvin Toffler llama “la mayoría silenciosa” que imprime los cambios en la sociedad. Aquellas pautas culturales que caracterizan a una sociedad moderna y abierta.