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“No puedo ofrecerles más que sangre, sudor y lágrimas”. Winston Churchill

Este post de hoy lo dedico a una clase política absolutamente descafeinada, salvo, por supuesto, de honrosas excepciones.

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Una de las piezas más dignas de lo que debe ser un liderazgo efectivo, lo tenemos en el discurso de Churchill a la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940. Creo que vale la pena recordarlo para mis lectores y después extraer conclusiones que son necesarias para un liderazgo en tiempos de crisis como la actual.

Este post de hoy lo dedico a una clase política absolutamente descafeinada, salvo, por supuesto, de honrosas excepciones

Decía Churchill al Parlamento Británico:

“Debemos recordar que estamos en las fases preliminares de una de las grandes batallas de la historia, que nosotros estamos actuando en muchos puntos de Noruega y Holanda, que estamos preparados en el Mediterráneo, que la batalla aérea es continua y que muchos preparativos tienen que hacerse aquí y en el exterior”.

“En esta crisis, espero que pueda perdonárseme si no me extiendo mucho al dirigirme a la Cámara hoy. Espero que cualquiera de mis amigos y colegas, o antiguos colegas, que están preocupados por la reconstrucción política, se harán cargo, y plenamente, de la falta total de ceremonial con la que ha sido necesario actuar”.

“Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.

“Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis: ¿Cuál es nuestra política? Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política”.

“Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración? Puedo responder con una palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia. Tened esto por cierto; no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo. Pero yo asumo mi tarea con ánimo y esperanza”

“Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas”

¿En dónde hay un nuevo Churchill?

No ofendo a ningún líder europeo ni español actual, porque el alcance de sus palabras a 73 años vista, es ilustrativo de cuál es la auténtica fuerza de un líder: su capacidad emocional para transmitir los sentimientos que mantengan unida a la gente.

Es válido tanto a nivel de un estado como de una organización: una de las claves para sobrevivir a una crisis, es “derramar” la máxima capacidad de liderazgo sobre la gente. La única manera de “romper” el efecto nocivo de la incertidumbre en tiempo en que ésta es, lamentablemente, “la estrella”, es que el líder se convierta en un maestro. Y Churchill no solamente era un gran orador, sino un mejor comunicador, en todo el sentido de la palabra.

En una organización en plena crisis, por ejemplo, los empleados y el equipo más próximo al líder, sacarán las fuerzas y la manera de ejercer un liderazgo como él lo ejerce, convirtiéndose en la única persona a la que miren en busca de respuestas. Pero cuando los empleados son millones (ciudadanos), el liderazgo efectivo exige que se gestione como es debido para explicar a lagente el verdadero alcance de la crisis y cuáles son los planes que el gobierno ha puesto en marcha para administrarla en su etapa más dañina y qué pasos se están tomando para preparar la salida de la misma. El “atacar por todos los frentes” de Churchill.

Y si este liderazgo no se gestiona como es debido, la salida de una crisis puede durar años para una organización, y peor aún, para un país.

Por desgracia, muchas personas en posiciones de liderazgo tienen el convencimiento de que necesitan retrasar o evitar los hechos, por lo general en un esfuerzo por evitar la culpa, incluso cuando no hay ningún fallo. Este tipo de actitudes no son dignas de un liderazgo efectivo, siendo a mediano plazo más nocivos los efectos por haber evitado enfrentarse al problema que habiéndolo hecho oportunamente. El sacrificio al que Churchill aludía con “sangre, sudor y lágrimas” es una medicina segura contra la indiferencia.

A pesar de todas las evidencias, algunos líderes no tienen ni sienten la necesidad de comunicar lo que se sabe (gobierno u organización), cuándo se han percatado de ello o cómo lo han aprendido (importado de otros países como solución al problema), qué acciones se piensan implementar para arreglar las cosas lo antes posible. Decir la verdad por más dura que sea, porque los hechos que la sustentan, antes o después afloran. Y saben una cosa: la gente, aunque algunos la consideren “tonta”, no lo es y tienen memoria cuando se trata de este tipo de cosas.

Hay un factor esencial que tener en consideración en medio de una crisis: los sentimientos de la gente. Porque las personas que están inmersas en una crisis (personal en una organización o ciudadanos de un país) necesitan algo más que información: será necesario un “liderazgo emocional.”

Desde ya que cuando un ministro de finanzas explica por qué hay que subir determinados impuestos, sus explicaciones racionales no necesariamente convencen a la población, por el contrario, ello produce un efecto contestatario negativo. Por el contario, si se explica debidamente (racionalidad más aspectos emocionales), se llegará mejor a una inmensa mayoría que entiende el esfuerzo y sacrificio como una necesidad para que mejore su situación personal y familiar. Por eso Churchill también dijo a sus compatriotas: “no compren mantequilla, sino balas”.

Los grandes líderes son los que mueven a la gente, y esto requiere de una relación entre el líder y el público. Por eso, ¿qué es lo que hace un buen líder en medio de una crisis más allá de dar información y marcar el camino a seguir? Se esfuerza en ayudarnos a que podamos gestionar mejor nuestras expectativas de futuro, llegarnos al corazón e incluso inspirarnos.

Cuando el presidente Obama fue reelegido para este nuevo mandato, en su discurso inaugural de su segunda legislatura, se dirigió a la ciudadanía, muy especialmente a la gran clase media norteamericana y dijo: “Para los Estados Unidos lo mejor está aún por llegar”.

Estados Unidos estaba saliendo de una crisis, pero había mucho que hacer para volver a los niveles de creación de puestos de trabajo al que están acostumbrados, lo que implicaba, como se ha demostrado, incluso la aplicación de medidas de estímulo monetario desde la Reserva Federal, que han sido confirmadas por la nueva responsable de esta institución días pasados. Y lo más importante: lo han explicado a los ciudadanos, mercados y agentes económicos. Lo contrario de lo que se practica en la UE y lamentablemente desde el ejecutivo español.

Como líder, usted puede ayudar a las personas en situación de crisis a gestionar sus expectativas transmitiendo el mensaje de que, en la medida de lo posible, lo mejor que puede hacerse  se está realizando en estas circunstancias. Pero no en una declaración demagógica, sino siendo un auténtico “maestro” (didáctico) para que la gente entienda los pros y las contras. Callar éstas últimas pasa factura.

Los mensajes que son eminentemente descriptivos y explicativos de una situación, ayudan a la gente a mantener una perspectiva de futuro y tolerar períodos largos de incertidumbre, porque el líder les habrá acotado, al mismo tiempo, que acortado (en su percepción de la gravedad de la situación) el camino que les resta por transitar aún.

Cuando le recordamos a la gente quiénes somos, les inspiramos para que pongan lo mejor de sí. Y para esto el líder tiene que estar visible. Dejarse ver, no eludir preguntas, dar explicaciones las veces que sean necesarias.

Hay que tener el coraje de compartir las reacciones que uno tiene como líder con su gente, la más próxima y la más lejana, de manera que todo el mundo sepa que se está preocupando por ellos y fortalezcan los lazos emocionales en un momento crítico. El Churchill que tiene que tener dentro cada líder para decir sin tapujos, a pesar del pozo en el que se encuentran, que buscan la“victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia”.

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