Ya hemos visto en el artículo anterior el funcionamiento de las políticas monetarias y sus consecuencias; ahora vamos a hacer un breve repaso por otro de los grandes desafíos a los que se enfrenta el sistema financiero: el auge de las criptomonedas. Las criptomonedas son activos digitales que utilizan cifrados criptográficos para asegurar su titularidad y la integridad de las transacciones en que se utilizan, aparte de garantizar que no se puedan crear unidades adicionales. No están reguladas por ninguna institución ni dependen de intermediarios, y para las transacciones se utiliza una base de datos privada conocida como blockchain.
Las criptomonedas ni están respaldadas por el poder público, ni se las considera medio de pago, ni presentan mecanismos de protección a los usuarios
Aunque su uso está aumentando, especialmente tras la pandemia, hay que tener en cuenta que, aparte de que son un activo de mucho riesgo (dada la volatilidad del mercado de las criptomonedas), presentan grandes desventajas, como que su uso puede provocar que se deje de utilizar la moneda tradicional, limitando los efectos de las políticas monetarias lanzadas por los bancos centrales, al mismo tiempo que favorece la evasión fiscal y fuga de capitales, y que las ganancias por emisión de moneda (o señoreaje) se reducen, aparte del hecho de su gran consumo energético y emisiones de CO2, que contribuye a empeorar el cambio climático. Además, existe una gran controversia, y es que ni siquiera se las considera dinero, por lo cual su uso está aún bastante limitado: hay que tener en cuenta que aquello que se utiliza y se define como “dinero” aquello que se utiliza como medio de pago y cambio, como unidad de cuenta, y como depósito de valor, siendo en algunas épocas metales preciosos o monedas bancarias, y que está respaldado por los poderes públicos; por su parte, las criptomonedas ni están respaldadas por el poder público, ni se las considera medio de pago, ni presentan mecanismos de protección a los usuarios; de hecho, su valor depende de la oferta y demanda de estos activos, lo que ya ha provocado que, al caer su valor, como Bitcoin o Ethereum a principios de 2022, sus usuarios no hayan podido recuperar lo invertido, al no estar aseguradas por ningún fondo: hay que tener en cuenta que cualquier moneda que se utilice para una transacción, al final está basada en la confianza; si esta cae, la moneda pierde todo su valor, como ya ha ocurrido.
Cualquier moneda que se utilice para una transacción, al final está basada en la confianza; si esta cae, la moneda pierde todo su valor
En algunos casos, se está considerando lanzar monedas digitales respaldadas por los bancos centrales, conocidas como CBDC (central bank digital currencies, monedas digitales del banco central), y que, aparte de contar con las ventajas de las criptomonedas (mayor facilidad de uso, inclusión financiera y rapidez con las transacciones, aparte de unos bajos costes de transacción), estarían respaldadas por instituciones públicas, aparte de contar con regulaciones para evitar fuga de capitales o financiación del terrorismo, y de presentar un marco legislativo capaz de garantizar la seguridad de las transacciones, aunque una de sus principales controversias es el hecho de que los gobiernos podrían controlar aún más las transacciones de los particulares al estar vinculada la CBDC con el banco central. La principal diferencia de las CBDC con las criptomonedas está en el hecho de que las CBDC son emitidas y respaldadas por un banco central, con lo que cuentan con regulaciones legales destinadas a evitar usos ilícitos y garantizar la seguridad en las transacciones.
Se encuentra en fase de investigación el euro digital, planteado como complemento del euro efectivo
Aunque ya existen algunas en circulación, como el sand dollar de Bahamas, un ejemplo más cercano sería el euro digital de la Unión Europea, planteado como complemento del euro efectivo y aún en fase de investigación, pero que podría utilizarse en caso de que cayera el uso de efectivo, de que no se pudieran utilizar otros medios de pago digital, o que otra moneda o activo que no fuera el euro comenzara a utilizarse como medio de pago; además este euro digital podría facilitar la inclusión financiera y complementar los pagos privados. Actualmente, existen 4 áreas en las cuales se está desarrollando la investigación sobre los desafíos e interrogantes que plantea esta CBDC (y que también resultarían útiles para estudiar la viabilidad de cualquier otra): contabilidad del euro digital, privacidad, límites a la circulación del euro digital, e inclusión y acceso en caso de no poder acceder a Internet, áreas en las cuales por el momento no se han encontrado obstáculos técnicos, y cuyo análisis será vital para garantizar el uso del euro digital como CBDC, lo que permite contar con todas las ventajas de las criptomonedas (al estar creada en función de los requisitos del Eurosistema, principal autoridad monetaria de la UE, formada por el BCE y los bancos centrales nacionales), contar con un marco legal adecuado, y reducir los riesgos implícitos a su uso, aparte de minimizar su impacto ambiental comparado con el producido por las criptomonedas, e incluso ser utilizado como parte de las políticas monetarias, si se considera que puede fijar la tasa de remuneración.
A pesar de la posible viabilidad de las CBDC, hay que tener en cuenta que en los próximos años, dado el auge de los criptoactivos, habrá que reconsiderar el papel de los bancos e instituciones financieras, aparte de regular el marco normativo necesario para su uso, y replantear las políticas monetarias en función del uso y seguridad de las CBDC, las cuales, reguladas correctamente, podrán utilizarse como instrumento de política monetaria.
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