La Unión Europea ha tratado de limitar el impacto generado por la pandemia en el entorno económico: a lo largo de 2020, se llevaron a cabo expansiones monetarias, para fomentar el consumo y paliar la caída del PIB de los países miembros; al mismo tiempo, se permitió un endeudamiento superior al previsto, y se aprobaron programas de ayuda, como el Next Generation (NGEU), pero ahora, con una situación económica y política de incertidumbre, se plantean nuevos retos, lo que implica tanto un cambio en el rumbo de algunas de las políticas de la UE, como una posible revisión de la normativa fiscal.

Respuesta a la pandemia: fondos Next Generation

Tras comunicarse el primer caso de coronavirus en Europa, a finales de enero la Unión destinó 10 millones de euros de los fondos Horizon 2020 para investigar el coronavirus. Posteriormente, a mediados de marzo, cuando muchos países decretaron confinamientos para frenar los contagios, se establecieron medidas como reorientar los fondos de cohesión no utilizados a la lucha contra el coronavirus (10 de marzo), y se adoptó un marco temporal que permitía a los Estados flexibilizar las condiciones para conseguir financiación y apoyar a las medianas y pequeñas empresas (marco temporal que tuvo que prorrogarse y ampliarse en junio de 2020, para facilitar la supervivencia de las empresas). Finalmente, en las reuniones extraordinarias de finales de julio, la Comisión Europea decidió dar luz verde a un paquete de medidas de más largo alcance: se decidió aunar el marco financiero plurianual (un reglamento encargado de garantizar una evolución adecuada de los gastos de la UE, estableciendo límites de gasto, y respetando los límites de sus recursos propios), con un nuevo instrumento financiero temporal, específico para paliar los daños económicos de la pandemia y sentar las bases para que tanto la economía como la sociedad europeas se vuelvan más resilientes, ecológicas y digitales: los fondos Next Generation.

Este instrumento, que surgió a falta de un mecanismo común de estabilización fiscal, financiará inversiones en cada país para favorecer el crecimiento de la economía, no solo en el corto plazo, paliando los efectos de la caída de demanda inicial, sino también a medio y largo plazo, ya que se busca reformar e impulsar aquellas áreas económicas relacionadas con los seis pilares básicos establecidos para crear una economía más sostenible: transición ecológica, transformación digital, crecimiento inteligente, cohesión social y territorial, resiliencia y políticas para las siguientes generaciones.

Estas inversiones se financiarán mediante la emisión de deuda pública europea, por valor de aproximadamente 800 mil millones de euros, y mediante la creación e implementación de nuevos impuestos comunes a todos los países, aunque también se contempla la posibilidad de aumentar las contribuciones de cada país al presupuesto de la Unión; se estima que la deuda se reembolsará entre 2028 y 2058.

Estos fondos se dividen en dos bloques, uno de ellos destinado a financiar programas para reactivar la economía tras la pandemia (y que cuenta con aproximadamente el 10% del monto total), y un segundo bloque denominado Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR), que contará con el 90% de los fondos totales, y que está destinado a apoyar inversiones públicas y reformas estructurales económicas entre 2021 y 2026, y cuyo principal requisito de acceso consiste en elaborar un plan, que cada país deberá presentar a la Comisión Europea para su aprobación, especificando aquellas reformas e inversiones que se quieren llevar a cabo para transformar su economía; posteriormente, los ministerios de Hacienda o Economía de cada país se encargarán de su coordinación, contando con la ayuda de agencias para asegurar su implementación, e instituciones encargadas de realizar auditorías para supervisar su cumplimiento.

Estos fondos ayudarán a impulsar las economías de la eurozona, promoviendo reformas estructurales que favorezcan el crecimiento, mejorando la integración europea, y reduciendo las divergencias económicas entre países, pero presentan una gran desventaja que puede lastrar estos efectos positivos, que es la heterogeneidad presente en la asignación y reparto de los fondos MRR: para acceder a ellos, cada país puede elaborar sus planes y solicitar financiación por un máximo del 6,8% de su renta nacional bruta, lo que implica que, dado el diferente tamaño de la RNB de cada país, y dado el impacto desigual de la pandemia, la relación entre los efectos del coronavirus y los fondos recibidos es escasa, lo que puede provocar que los fondos no se ajusten a las necesidades de cada país, generando aún más divergencias económicas, y dificultando que se cumplan los objetivos establecidos.

Se estima que los efectos sobre la economía de los fondos Next Generation pueden ser inciertos

Así, actualmente se estima que los efectos sobre la economía de los fondos Next Generation pueden ser inciertos, puesto que dependerá de la adecuación de los fondos recibidos, del cumplimiento de los objetivos de cada país (y de si el uso de los fondos genera más gastos que ingresos) y de su eficiencia. Al mismo tiempo, no hay que olvidar que, aparte de estos fondos de recuperación, para paliar los efectos de la pandemia se han llevado a cabo políticas monetarias y fiscales expansivas, las cuales pueden presentar efectos ambiguos en el futuro.

Políticas monetarias: de la expansión a una subida de tipos de interés

Aparte de los efectos de los fondos de recuperación, también hay que tener en cuenta las políticas monetarias seguidas por la UE, las cuales han experimentado un profundo cambio en las últimas semanas.

Primero hay que tener en cuenta la situación económica previa: tras la crisis de 2008, el crecimiento económico presentaba una tendencia decreciente. Así, en 2013 el BCE optó por reducir los tipos de interés paulatinamente desde el 0,5% hasta alcanzar el 0% en 2016: estas reducciones, por una parte, facilitaban la concesión de créditos, reducía el precio de las hipotecas, y favorecía las exportaciones, lo que permitía impulsar la economía de los países miembros.

Durante la pandemia, el BCE permitió políticas monetarias expansivas, destinadas a estimular el consumo y evitar una caída más acusada del PIB, siempre y cuando estas expansiones no entraran en conflicto con el principal objetivo del BCE: garantizar la estabilidad de los precios, evitando que la inflación fuese superior al 2% (y tratando de evitar desviaciones positivas y negativas). En el corto plazo cumplieron su cometido, pero el repunte de la inflación de los últimos meses, sumado a la guerra de Ucrania y la consiguiente subida de precios energéticos, ha provocado que el BCE plantease hasta tres subidas de tipos de interés para alcanzar los objetivos de inflación, confirmadas a finales de abril, aparte de finalizar la compra de deuda hacia el tercer trimestre de 2022.

Este cambio hacia unas políticas monetarias contractivas (en las cuales se utiliza el tipo de interés como instrumento para corregir la subida de precios), pese a que ayudarán a limitar la inflación, tendrán consecuencias negativas, especialmente para los países más endeudados: un aumento de tipos encarece los créditos, de modo que la deuda aumenta, aumentando el gasto público de estos países para solventarla, gasto que no podrá destinarse a otras áreas más necesarias; al mismo tiempo, aquellos particulares o empresas con hipoteca a tipos variables sufrirán sus efectos más rápido, lo que, en países donde predominan este tipo de hipotecas (no siendo el caso de España, donde se estima que cerca de un 60% de las hipotecas contratadas son a tipo fijo), supondrá una caída de la demanda de vivienda y una reducción del consumo, perjudicando el crecimiento económico.

Para que una política monetaria contractiva reduzca la inflación, los tipos de interés nominales deben subir más que la inflación

Estas consecuencias negativas de las subidas de tipos pueden provocar que el PIB de algunos países se contraiga, aparte del hecho de que, para que una política monetaria contractiva reduzca la inflación, los tipos de interés nominales deben subir más que la inflación, de lo contrario, no solo no se limita la subida de precios, sino que aumenta el riesgo de producirse una estanflación, una situación en la cual existen a la vez una elevada inflación, caída de la demanda, aumento del desempleo, y un estancamiento de la economía, por lo cual el BCE deberá valorar detenidamente los efectos colaterales de la subida de tipos de interés, y mostrar una cierta flexibilidad a la hora de aplicar esta política monetaria; cuestiones que también tendrá que plantearse con respecto a la política fiscal comunitaria.

Políticas fiscales: un marco normativo inadecuado

Además de los fondos de recuperación y las políticas monetarias, la UE también permitió políticas fiscales expansivas durante la pandemia; se activó una cláusula del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que permitía a los países desviarse de la senda fiscal establecida, así se ha favorecido un endeudamiento excesivo, por lo que ahora se plantean posibles contracciones fiscales, es decir, subidas de impuestos y reducciones del gasto público, para que los países empiecen a devolver la deuda. Por eso, se están planteando reformas al sistema fiscal comunitario, ya que su sesgo cíclico (que impide adecuar la recaudación fiscal y el gasto a la situación económica), unido al inadecuado uso de instrumentos preventivos y correctivos, impiden lograr una estabilidad fiscal que no perjudique a los países, lo cual, dada la incertidumbre actual en el entorno político y económico, puede llevar a que la recuperación económica sea insuficiente para alcanzar niveles prepandemia.

La UE fomentó políticas fiscales expansivas durante la pandemia lo que permitió un endeudamiento excesivo de los estados miembros

El primero de los problemas que se debería solucionar es el sesgo procíclico de las políticas fiscales: esto quiere decir que siguen el ciclo económico, en lugar de adelantarse a él y servir como freno si hay un crecimiento excesivo, o como estímulo si hay una recesión, de manera que en las situaciones económicas favorables se produce un despilfarro de recursos (reduciendo impuestos y aumentando el gasto), y en las crisis, aumenta la carga fiscal y se reduce el gasto público, lo que limita la capacidad de remontar. Unas políticas fiscales anticíclicas podrían mejorar la estabilidad económica, mientras se incentiva a los países miembros a realizar reformas estructurales que les permitan reducir el desempleo y la diferencia entre gastos e ingresos.

Por otra parte, se plantea reformar los instrumentos preventivos fiscales: estos se encargan de establecer para cada país una posición fiscal de equilibrio en función de su saldo estructural (en lo que se denomina Objetivos Presupuestarios de Medio Plazo), y un determinado nivel de gasto público en función del PIB; a priori, parece adecuado establecer un objetivo personalizado, pero no se tiene en cuenta ni el ciclo económico ni situaciones imprevistas que fuercen a aumentar el gasto público, haciendo que estas políticas fiscales (aparte de ser medidas por indicadores excesivamente complejos y poco transparentes) no sean eficientes; algunas instituciones abogan por una flexibilización y simplificación de las reglas fiscales, lo cual permitirá adecuar las políticas fiscales no solo a las particularidades de cada territorio, sino también en función del ciclo económico y situaciones excepcionales.

Finalmente, también se propone cambiar el sistema correctivo fiscal: dado que nunca se han impuesto sanciones a ningún país por incumplir sus objetivos de déficit estas carecen de credibilidad, con lo cual no existen incentivos a cumplir los objetivos, haciendo que no se corrijan las causas estructurales del déficit excesivo. Se ha propuesto que, en lugar de sanciones, se implemente un apoyo financiero adecuado, ya que incentiva más a los gobiernos a tomar medidas correctivas (como, por ejemplo, ocurre con los fondos NGEU: al fin y al cabo, estos buscan corregir defectos estructurales en algunas áreas económicas). Con estas reformas del sistema fiscal comunitario, se espera mejorar su eficiencia, y alcanzar una estabilidad económica en la Unión.

Como se ha podido comprobar, tras la pandemia la UE está utilizando instrumentos como fondos de ayuda y políticas fiscales y monetarias para ayudar a recuperar la economía, sin embargo, aunque medidas como los fondos NGEU puedan favorecer la recuperación, su resultado final podría ser incierto, puesto que, para corregir el endeudamiento excesivo generado por las políticas económicas expansivas llevadas a cabo durante la pandemia, las contracciones monetarias y fiscales pueden abocar a una posible estanflación, la cual podría anular los efectos positivos de los fondos de recuperación; el futuro de la economía en el corto y medio plazo dependerá de la evolución de estas políticas, así como de la posible reforma de la fiscalidad europea.


Imagen de Elchinator en Pixabay

2 COMENTARIOS

  1. Lo que tiene que hacer INMEDIATAMENTE es acabar con el programa de compra de deuda del BCE que es la fuente de todos los males y subir los tipos de interés para tratar de frenar la inflación.

    Todo lo demás son paños calientes y cosas de la corrección política y el bienquedismo que se están llevando por delante millones de puestos de trabajo europeos para desplazarlos a terceros países que aceptan encantados esos euros recién imprimidos y que algún día utilizarán para comprar nuestras empresas.

    Luego nos llevaremos las manos a la cabeza…

    • Buenos días, Mauricio:

      Gracias por comentar; efectivamente, finalizar la compra de deuda y subir los tipos de interés podría ayudar a limitar la inflación, pero es posible que estas medidas no sean suficientes para contener la subida de precios; además, por si fuera poco, hay que añadirle la crisis energética y alimentaria mundial, de la que se ha hablado recientemente en el Foro de Davos, con perspectivas poco halagüeñas, y en la que Europa se encuentra en una posición vulnerable; adjunto el enlace al documento: https://bit.ly/3NEwqwh

      Está por ver si las instituciones económicas se deciden a plantear medidas inmediatamente para frenar el impacto económico en el que estamos inmersos (o, como se ha dicho en Davos, esta «tormenta perfecta»), o se limitarán a dejarlo pasar, buscando soluciones cuando ya sea tarde.

      Un saludo.

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