Ayer contactaba conmigo el gran Primitivo Fajardo, unos minutos antes le había llegado la noticia del nombramiento de Jesús Martínez Frías como Académico Correspondiente perteneciente a la Sección de Ciencias Experimentales de la Real Academia de Doctores de España (RADE). Me comentó que escribiría un artículo que subiría a sus redes sociales. Puse mi humilde blog a su servicio para reproducir aquí su artículo.

Enhorabuena Jesús por ese merecido nombramiento y si mi mala salud de hierro lo permite, allí estaré el próximo 25 de octubre, acompañado de don Primitivo, espero.
Que al eximio profesor, reputado científico y experto internacional en geología espacial, Jesús Martínez Frías, le hayan nombrado «Académico Correspondiente de la Real Academia de Doctores de España (RADE)», cosa de la que me enteré ayer, es una gran noticia para el mundo de la ciencia, para él y para todos los que le conocemos y le admiramos. No sólo es de justicia tan importante y merecido nombramiento; además, es bueno para la propia institución, pues al engrandecerle con este reconocimiento se verá beneficiada de contar en su seno con un personaje de categoría que viene a ser como el rey Midas de la geología: todo lo que toca lo convierte en oro.
Martínez Frías es doctor en ciencias geológicas, lo que no es moco de pavo ni pecata minuta, pero eso es lo de menos. Lo importante es la mollera alicatada de dendritas saturadas de inteligencia natural que ostenta (nada de AI), que además lleva coronada de laureles científicos. Y lo soporta con la misma naturalidad y modestia que el Atlas cuando sostiene el mundo sobre sus fuertes hombros. El profesor Martínez Frías, entre otros florilegios curriculares, es experto en geología planetaria y astrobiología, investigador del Instituto de Geociencias IGEO del CSIC-UCM, jefe de investigación de meteoritos y geociencias planetarias del CSIC, presidente de la Red Española de Planetología y Astrobiología y participante en misiones de la ESA y de la NASA a Marte.
El próximo 25 de octubre, se hará efectivo el nombramiento de Jesús Martínez Frías como Académico Correspondiente perteneciente a la Sección de Ciencias Experimentales de la Real Academia de Doctores de España (RADE)
Es un asiduo de los programas de carácter científico de radio y televisión, conferenciante en diversos ámbitos del conocimiento, colaborador de publicaciones como las prestigiosas revistas «Science» y «Nature» y experto adiestrador de astronautas. No te digo que me lo superes, pero… Aparte del amplio aporte literario relacionado con la materia, ha escrito novelas de literatura fantástica con los pies puestos en la divulgación de la ciencia, entre ellas la colección de microrrelatos planetarios «El mensaje Darwin», prologada por el escritor Javier Sierra, que se presentó en días prenavideños de 2018 en la impresionante sala de la colección de meteoritos del Museo de Ciencias Naturales de Madrid (foto en la que estamos los dos), y «La clave de Birmingham», continuación de la anterior, prologada por el divulgador científico Javier Cacho y presentada en la Feria del Libro de Madrid en 2021.

Minería espacial: el futuro
Tuve el honor de compartir hace unos años con él un mano a mano a lo pimpinela con sendas conferencias sobre la exploración y explotación minera de los cuerpos celestes, moviéndonos en el espacio cercano a la Tierra, es decir, los asteroides, la Luna y Marte. Fue el 10 de noviembre de 2016 en el Colegio Oficial de Geólogos (ICOG), donde contamos con un moderador de lujo para tan peculiar cita: el doctor en geología Manuel Regueiro, presidente del ICOG (en la foto, entre Martínez Frías y yo). El contexto de las conferencias fue el «Foro sobre Geología y Minería Espacial» organizado por el alma máter del Colegio y jefe de administración y calidad, el simpar Enrique Pampliega Higueras, otro sabio que merece todas las alharacas por su entrega sin freno al mundo de la geología.

El acto se enmarcó en la XVI Semana de la Ciencia de Madrid y en el II Curso de Planetología y Astrobiología, y la disertación de Martínez Frías fue extraordinaria, empleando todo su magisterio en mostrar a la audiencia los principales destinos humanos posibles fuera de la atmósfera terrestre, sus causas, procesos y consecuencias, pues la población mundial crece exponencialmente y es necesario explorar nuevos recursos. En línea con este imbatible argumento, yo puse mi modesto granito de arena para señalar el auge obligado de la minería espacial para abastecer a las misiones tripuladas rumbo a otros destinos del sistema solar y el fin último de éstas, que será procurar para nuestro planeta las materias primas necesarias para su futura subsistencia.
Realizar esta predicción hoy no tiene mucho mérito porque es de sentido común, a tenor del conocimiento, las necesidades y las capacidades tecnológicas actuales; pero haberlo hecho hace décadas… eso ya es otro cantar. En mi dilatada trayectoria de infalible arúspice, hace 36 años, en 1987, realicé por encargo una prospección de futuro que tenía el horizonte puesto en el año 2020. En los 80, todos pensábamos que 2001 –quizás influidos por Kubrick y su película más famosa– sería la fecha clave en la que se haría realidad la hasta entonces ciencia ficción. Excuso decir cuan largo quedaba entonces el 2020 y lo que me supuso de esfuerzo mental vislumbrar una sociedad tan a largo plazo –las secuelas aún perduran en mi molondra, yo creo que son irreversibles–, pues hasta pensábamos que podríamos volar de manera individual, como en «Blade Runner» –esto se ha hecho casi realidad gracias a los drones–.
La explotación del espacio exterior
Está mal que uno se cite a sí mismo, pero voy a hacerlo para refutar el axioma. En el 87 escribí lo siguiente: «Como el espacio no tiene límites y son muchas las metas a alcanzar, la astronáutica nos va a seguir ofreciendo primeros momentos: la primera sonda enviada a planetas de otro sistema distinto al solar, el primer vehículo robot que aterrizará en Marte y el primer hombre que pise la superficie del planeta rojo». Las dos primeras se han cumplido y la última está camino de hacerse realidad, aunque no haya sido en 2020 como yo presumía, sino que será hacia 2050. A veces la realidad va más lenta que nuestros deseos.
¿Hablamos de ciencia ficción en el ICOG hace siete años? Puede ser. Pero no mencionamos al asteroide B 612, visto en el telescopio una única vez por un astrónomo turco, que estará con nosotros mientras dure la historia de la humanidad inmortalizado por Antoine de Saint-Exupéry en su magistral obra «El Principito». Tampoco hablamos del cometa Halley y su impresionante cola, que nos visitó en el año 1987 y fue todo un acontecimiento mundial que muchos recordamos porque fuimos a su caza fotográfica en el Cerro de los Ángeles.
Lo que hicimos en aquella conferencia del ICOG sobre «Geología y Minería Espacial» fue adelantar hipótesis cuya verosimilitud se demostrará empíricamente en unos años. El dato es irrefutable: la explotación de los asteroides, la Luna y Marte la abanderan empresarios aventureros que cuentan con un fuerte respaldo financiero y hay cantidad de empresas potentes interesadas en la explotación y utilización comercial de los recursos extraterrestres, por lo que la fiebre por su conquista está servida y la batalla por las riquezas del espacio empezará muy pronto. En realidad, la carrera por la lucrativa explotación «privada» del espacio comenzó hace tiempo y sólo falta que los avances tecnológicos permitan llevarla a cabo con seguridad en esta centuria vertiginosa de la que ya hemos consumido un cuarto del depósito.
Objetivos: asteroides, la Luna y Marte
Ahora mismo, los ojos con chiribitas de quienes tienen capital para invertir están puestos en los asteroides, esas rocas fulgurantes que llevan en su seno el germen del origen del universo y un pastizal de miles de millones de euros en minerales preciosos: platino, níquel, cobre, oro, cobalto, etc., y en cantidad sobrada para cubrir la demanda humana de materia prima para miles de años. Son los asteroides, por tanto, y luego la Luna y Marte al alimón, el objeto de deseo inmediato de la minería espacial.
Cuestiones éticas aparte –¿para qué ir al espacio con los graves problemas que tenemos aquí?–, el futuro de la minería pasa por el espacio exterior, a largo plazo, cierto, pero inexorablemente. La razón fundamental ya la he apuntado antes: con los recursos naturales disminuyendo a pasos agigantados por la alta demanda de la industria mundial y el crecimiento exponencial de la población, no queda otro camino que salir fuera de la órbita terrestre a buscar lo que aquí hará falta a no mucho tardar.
Ahora mismo somos 8000 millones de almas habitando la Tierra y arrasando con todo –la cifra se ha alcanzado hace unos meses, en 2022–, pero en 15 años seremos 9.000 millones y superaremos los 10.000 en 2058 –como referencia, en el año 1800 éramos 900 millones y el doble en 1900–. Esta progresión no hay quien la pare y acabará hundiendo el planeta, incluso por exceso de peso. O vamos fuera a traer lo básico o la hecatombe está servida en unas décadas.
La Luna, por ejemplo, es la gran reserva de materias primas en trance de agotarse este siglo en la Tierra –titanio, hierro, aluminio– y puede proveer la energía futura requerida en nuestro planeta si explotamos el isótopo Helio-3, el combustible ideal no contaminante para una nueva generación de plantas nucleares de fusión controlada. Esto alienta al sector privado –no a la NASA ni a la ESA ni a la otra– a colonizar los predios selenitas. Con Marte, lo mismo, aunque a más largo plazo.
«El regreso a la Luna»
Pienso que contemplar el porvenir es mirar hacia delante con los pies puestos en el presente y el pensamiento en el pasado. La ciencia, que es en última instancia quien ha resuelto los problemas graves planteados a la humanidad durante el transcurso de su historia, nos ha enseñado esa lección más que ninguna otra actividad humana. Y será la ciencia la que nos saque del planeta y nos lleve a la conquista del cosmos, entre otras razones porque será necesario el uso de la energía y los recursos minerales del espacio para sostener la vida en la Tierra. Los próximos años nos traerán respuestas a tantas cuestiones que aún quedan por resolver y nos abrirán el camino a otros descubrimientos que todavía no hemos sido capaces ni de soñar.
Tan realidad será todo esto que hoy nos sigue pareciendo ciencia ficción como cierto es que el próximo 25 de octubre, a las seis de la tarde, se hará efectivo el nombramiento de Jesús Martínez Frías como Académico Correspondiente perteneciente a la Sección de Ciencias Experimentales de la Real Academia de Doctores de España (RADE), en un acto solemne cuyo discurso de ingreso versará sobre «El regresos a la Luna: recursos, habitabilidad y el programa Artemisa». Allí estaremos para aplaudir a rabiar al nuevo académico en tan especial ocasión.
Felicidades por tan señalado nombramiento a mi buen amigo Jesús Martínez Frías, del que no cabe sino sentir respeto, admiración y orgullo.
Primitivo Fajardo (15-07-2023)