En el dinámico y acelerado universo digital, la inteligencia artificial (IA) ha tejido sus hilos hasta alcanzar cotas insospechadas de complejidad. En este panorama en constante metamorfosis, emerge un fenómeno que, a primera vista, podría resultar tan extraordinario como sorprendente: la creación de «influencers» mediante la fría lógica de la IA. Algo que, lejos de ser una rareza, se ha convertido en una práctica más asidua de lo que muchos quisieran admitir.
La iA normaliza la creación de «influencers», desafiando nuestra percepción de la autenticidad en el mundo digital
Como en cualquier gesta comunicativa, la creación de estos «influencers» apócrifos implica la maestría de especialistas en el ámbito de la IA. Tras el telón, yace un entramado de empresas, productores y agencias dispuestas a desembolsar considerables sumas, así como la contratación de mentes avezadas en la disciplina. El producto final se traduce en perfiles y páginas que, a simple vista, desafían la capacidad de discernir lo genuino de lo simulado, pues no son producto de carne y hueso, ni de la animación gráfica, sino el resultado de un diseño virtual que desorienta a más de uno.
Este fenómeno podría sembrar desconcierto, e incluso inquietud. La noción de que nuestras interacciones en las redes sociales puedan estar mediadas por entidades virtuales generadas artificialmente plantea interrogantes sobre la autenticidad en un entorno cada vez más dominado por lo virtual. Sin embargo, recordemos que este es simplemente otro eslabón en la cadena de la industria, una respuesta a la constante evolución tecnológica que nos ha acompañado durante décadas. Un ejemplo sobre este asunto lo tenemos en Aitana López, originaria de Cataluña; no se distingue significativamente de las numerosas jóvenes que aspiran a convertirse en ‘influencers’ y que abundan en las redes sociales en busca de la oportunidad de sus vidas. En el caso de Aitana, cuenta con una comunidad de más de 122,000 seguidores, así, como si tal cosa. Pero claro, Aitana no existe -o sí-, es una creación de The Clueless una agencia de modelos de IA que «selecciona cuidadosamente modelos reflexivos y duraderos que representan maravillosamente diversas personalidades, arrasando en el mundo virtual con su auténtico encanto y su impacto duradero».
Otro ejemplo es Carmen AI, creado por Carlos Barrabes y que, en este caso, cuenta además con página web propia. Eso sí, Barrabes deja claro que se trata de una creación digital: «Soy una creación sintética que ama explorar el mundo y aprender cosas nuevas«. Bien por Carlos.
En este escenario, emerge con particular notoriedad la empresa 1337, situada en la avanzada, explotando con destreza la formidable potencia de la IA generativa. Su misión: erigir una comunidad de microinfluencers. 1337 despliega ante la escena a cincuenta influencers, cada cual forjado con su propio arsenal de destrezas, idiosincrasias y pasiones. No obstante, tened en cuenta que esto no es más que el umbral de una nueva realidad -o casi- que ahora da sus primeros pasos.
Hace más de dos décadas, los «realities» irrumpieron en nuestra realidad, transformando la ficción en algo tan común como el pan de cada día. De manera análoga, la creación de «influencers» por obra y gracia de la inteligencia artificial representa un nuevo hito en la intersección entre la tecnología y la comunicación. La ficción, en este contexto, se erige como norma, y la cuestión clave radica en la consciencia de la audiencia sobre la naturaleza simulada de estas entidades digitales.
La responsabilidad y honestidad son cruciales en el uso de «influencers» generados artificialmente para evitar manipulaciones y preservar la integridad digital
En este escenario, la responsabilidad y la honestidad adquieren un papel protagonista. Los arquitectos de estos «influencers» artificiales, así como las plataformas que los acogen, deben asumir la responsabilidad de hacer transparente la esencia ficticia de estas creaciones. La ética y la buena praxis se revelan como pilares fundamentales para evitar la manipulación y el engaño en esta nueva era digital.
Además, la educación digital se torna indispensable. Fomentar el pensamiento crítico en el consumo de información, independientemente de su formato y canal, emerge como un escudo esencial frente a la marea de contenidos generados por inteligencia artificial. La sociedad contemporánea se enfrenta a uno de los desafíos más colosales de la última década: discernir entre la realidad y la ficción en un universo digital cada vez más intrincado.
En la era de la IA, fomentar el pensamiento crítico es esencial para distinguir entre la realidad y la ficción
En el presente, la manufactura de «influencers» mediante inteligencia artificial no es ya un terreno exclusivo de titanes corporativos; se encuentra al alcance de cualquier individuo dotado de las herramientas pertinentes. La tecnología, cual dama democratizadora, abre sus puertas a la imaginación y creatividad para plasmar entidades virtuales. Pero, ¿qué sombras éticas se ciernen sobre esta democratización? ¿Estamos, acaso, preparados para el mestizaje entre lo artificial y lo auténtico en nuestras interacciones digitales? Y, finalmente, ¿cómo deberíamos afrontar el desafío de inculcar el discernimiento crítico necesario en las generaciones actuales y venideras en este nuevo y complejo escenario digital? Estas interrogantes, dignas de reflexión, podrían forjar el rumbo de esta fascinante encrucijada entre la inteligencia artificial y la comunicación humana.
En conclusión, la inteligencia artificial que engendra «influencers» no es simplemente una moda pasajera; es una manifestación de la habilidad humana para explorar los confines tecnológicos. No obstante, su adopción plantea dilemas éticos y sociales que reclaman atención inmediata. La responsabilidad, la transparencia y la educación digital se erigen como piedras angulares para asegurar que la coexistencia entre humanos y «influencers» generados por inteligencia artificial sea ética y beneficie a la sociedad en su conjunto. En este nuevo capítulo digital, la pluma de la ética debe trazar límites en el vasto lienzo de la inteligencia artificial.
Queridos lectores, para finalizar, os invito a forjar sus propias influencers en este fascinante lienzo digital. En mi caso, me apresuro a dar vida a Maripuri, la que será mi musa en Instagram, con la esperanza de que esta creación no solo despierte la inspiración, sino que también me reporte pingües beneficios en esta travesía virtual.
¡Que la creación sea próspera y cuente con seguidores fieles, sin perder de vista la generación de ingresos, que nunca vienen mal!