En los resquicios del tiempo, entre las brumas del olvido, yacen historias que la memoria popular anhela rescatar del abismo del pasado. Entre leyendas y certezas, se entretejen los hilos de la historia, donde los reyes y sus intrigas danzan en el escenario de un reino que hoy solo pervive en los susurros de la brisa y las piedras que guardan sus secretos.
En aquellos tiempos remotos, cuando los visigodos forjaban su destino en la península ibérica, hubo un rey cuyo nombre resonaba entre las colinas de Toledo y las llanuras de Pampliega. Wamba, un hombre que ascendió al trono visigodo en circunstancias tumultuosas, no fue un rey como los demás. Su reinado estuvo marcado por la sombra de las intrigas palaciegas, las luchas de poder y las maquinaciones que tejían una red de enigmas en torno a su figura.
Coronado en el año 672, Wamba ascendió al trono visigodo en un momento de convulsión para su pueblo. La muerte de Recesvinto, su predecesor, abrió las puertas a un torbellino de ambiciones y rivalidades que amenazaban con desgarrar el frágil equilibrio del reino. Contra su voluntad, Wamba se vio arrastrado al centro de la vorágine política, convertido en un peón en manos de los poderosos que tejían sus intrigas en las sombras del palacio.
Pero la corona pesaba sobre sus sienes como una carga insoportable. Wamba anhelaba la paz y la tranquilidad que solo el retiro podía ofrecerle. Así, cuando las maquinaciones del poder lo arrinconaron y el veneno de la traición amenazó con arrebatarle la vida, el rey visigodo tomó una decisión que sorprendió a propios y extraños. Abandonó la corte de Toledo y se refugió en el Monasterio de San Vicente en Pampliega, un remanso de serenidad en medio del torbellino de la historia.
En las sombras de aquel monasterio, entre los muros de piedra que guardaban los ecos de tiempos pasados, Wamba encontró el sosiego que tanto anhelaba. Lejos del bullicio de la corte y las intrigas del poder, se sumergió en la vida monástica, buscando redimir sus pecados y hallar la paz en la contemplación de lo divino. Allí, en la quietud de las horas que se deslizaban como el agua de un arroyo manso, el rey visigodo vivió los últimos años de su vida, entregado al silencio y la oración.
Wamba falleció en el año 688 y fue enterrado, siguiendo su deseo, en el monasterio. Allí descansaron sus restos hasta el año 1274 cuando el rey Alfonso X ordenó que los restos de Wamba fueran trasladados a un lugar que consideró digno de su memoria, a la altura del monarca que había sido. Y así, los restos del gran rey visigodo fueron llevados a Santa Leocadia del Alcázar, en Toledo, donde reposaron durante siglos bajo el manto de la historia.
El destino de Wamba aún guardaba sorpresas. En el tumulto de la historia, donde las huellas del pasado se desdibujan y se pierden en la bruma del olvido, la tumba del rey visigodo se convirtió en blanco de la voracidad de los conquistadores. En el año 1808, las tropas francesas, ávidas de botín y sin respeto por la memoria de los muertos, saquearon la tumba de Wamba y la de su predecesor Recesvinto, arrebatando a Pampliega una parte de su historia. Años más tarde, en el año 1845, la Comisión de Monumentos Artísticos e Históricos de Toledo decidió que los restos de Wamba y Recesvinto debían ser trasladados a un lugar seguro, donde pudieran reposar en paz bajo el amparo de la historia. Y así, los dos grandes reyes visigodos fueron llevados a la Catedral de Toledo, donde descansan en sendas urnas, custodiados por el tiempo y la memoria de los hombres.
Pero para los vecinos de Pampliega, la historia aún no ha llegado a su fin. En cada piedra del monasterio, en cada rincón de aquel pueblo olvidado por el devenir de los tiempos, sigue viva la memoria de Wamba. Y con ella, el deseo de hacer justicia al último deseo del rey visigodo, de devolverlo al lugar donde decidió reposar por toda la eternidad.
«Queremos que se cumpla su deseo», claman los vecinos de Pampliega, con la fuerza de quienes no están dispuestos a rendirse ante la injusticia. «Wamba quiso retirarse a Pampliega y morir aquí», añaden con firmeza, como si cada palabra fuera un eco de la voz del rey que aún resuena en los rincones más oscuros de la historia. Y así, mientras la brisa acaricia las piedras milenarias del monasterio y el sol se oculta tras las colinas que guardan los secretos del pasado, la lucha por hacer justicia a la memoria de Wamba continúa. En cada gesto, en cada palabra, en cada suspiro de aquellos que se niegan a olvidar, se perpetúa el legado de un rey olvidado por el tiempo, pero nunca por la memoria de sus paisanos de Pampliega.
A lo largo de los años, el pueblo de Pampliega ha mantenido viva la llama de la memoria, luchando incansablemente por hacer justicia al último deseo del rey visigodo. A pesar de los esfuerzos realizados desde el año 2017, cuando el Ayuntamiento solicitó la mediación de la Casa Real y, posteriormente, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la devolución de los restos del monarca parece ser un anhelo que aún no se ha materializado.
La historia de esta contienda por la memoria de Wamba se remonta a décadas atrás. En 1980, se reclamaron los restos debido a las condiciones en las que se encontraban conservados, y en 2014 se renovó la solicitud para que descansaran en la iglesia parroquial de Pampliega, donde el rey había expresado su deseo de reposar en paz. Sin embargo, las gestiones ante las autoridades pertinentes no han dado los frutos esperados.
La situación alcanzó un punto crítico cuando, en el año 2021, se descubrió que los restos de Wamba y Recesvinto habían sido trasladados a la capilla mozárabe de la Catedral de Toledo, sin previo aviso ni consulta a Pampliega. Esta acción provocó una oleada de indignación en la comunidad, que se vio traicionada por las autoridades y despojada una vez más de su derecho a honrar la memoria de su rey.
En busca de soluciones, se han explorado nuevas vías legales y eclesiásticas para recuperar los restos del rey visigodo. Sin embargo, las respuestas por parte de las autoridades han sido ambiguas y evasivas, dejando un sabor amargo en la boca de aquellos que ansían ver cumplido el último deseo de Wamba. La falta de compromiso por parte del Ministerio de Cultura y la Casa Real ha generado aún más frustración en Pampliega.
Ante esta situación, el pueblo se prepara para conmemorar el 750 aniversario del traslado de las reliquias a Toledo. El 13 de abril se celebrará una jornada especial en honor a Wamba, con una misa de acción de gracias y la presencia de autoridades destacadas. Se aprovechará esta significativa fecha para reivindicar con más fuerza que nunca el legado del rey visigodo y exigir que se cumpla su voluntad.
Para Pampliega, esta lucha va más allá de la devolución de unos restos: es una cuestión de identidad cultural y de justicia histórica. El pueblo persistirá en su lucha, con la convicción de que algún día los restos del rey visigodo encontrarán su lugar de descanso definitivo en Pampliega. En cada gesto, en cada palabra, en cada acto, la memoria del rey visigodo seguirá viva en las calles de Pampliega, recordándonos que la historia nunca debe ser olvidada.
Hoy, este modesto escribano digital se une al pueblo de Pampliega para pedir que los restos del rey vuelvan al sitio que él mismo escogió como su lugar de descanso.
Cumplir la voluntad del rey Wamba de estar enterrado en Pampliega, en paz.
Eso es todo.
Espero que aquellos a los que corresponda tomen la decisión de honrar la voluntad del rey. De lo contrario, que la firme voluntad de los habitantes de Pampliega no decaiga en su histórica reivindicación. Un abrazo Germán.
Pampliega siempre ha tenido el privilegio que da la VERDAD. Y eso es importante. Y la verdad es que el Rey Wamba ha estado presente en todas las generaciones, en todos estos siglos.
Las escuelas de nuestros antepasados, hoy centro educativo que acoge a alumnos de pueblos vecinos,lleva su nombre con el orgullo de que la historia y la cultura van unidos.
Es justo lo que reivindicamos. Estamos avalados por la VERDAD de la historia.
Lo vamos a conseguir!!!!!
Que vuelva al sitio del que nunca debió salir » Pampliega». Dejar a los muertos que descansen en paz. Viva Wamba el gran rey visigodo que solo quería la paz.