Hace calor, mucho calor, de ese que abrasa hasta los pensamientos. Mientras la mayoría suda la gota gorda bajo el sol del estío, yo, desde la penumbra de mi despacho, he decidido que ya era hora de soltar este texto que llevaba tiempo en la recámara. Fue en mayo cuando le comenté a EsterAI que diera una vuelta a este anuncio del Gobierno. Hoy, en este caluroso día de verano -bendita climatización-, he pensado que es el momento de darle al gatillo y subir una breve nota al blog abundando en el tema tras leer con detenimiento lo creado por EsterAI, y apretarme un resumen del PDF de la Estrategia IA 2024.
Resulta que en mayo de 2024, mientras muchos seguíamos mirando a las musarañas o debatiendo sobre si este país tiene arreglo o no -que es que no-, el Gobierno, en una de esas decisiones que rara vez ves venir, decidió dar un golpe sobre la mesa. Y no un golpe cualquiera. Aprobó la Estrategia de Inteligencia Artificial 2024. Nada menos que 2.100 millones de euros para tratar de meter a España en la primera línea del frente tecnológico. Otra cosa no, pero rumboso, si que se ha puesto el Gobierno con la cosa de la IA.
La estrategia, que no es poca cosa, viene con tres ejes y ocho palancas, como quien dice que no hay guerra sin plan ni victoria sin lucha. El primer eje, que suena más a artilugio de relojería que a política moderna, se centra en reforzar lo que ya sabemos que funciona: supercomputación, almacenamiento sostenible, modelos de lenguaje en español –que de vez en cuando hay que recordar que el español es nuestro idioma–, y la formación de talento especializado, que no sobra, créanme.
Entre las joyas de la corona está el MareNostrum 5, esa bestia de la computación que reposa en el Barcelona Supercomputing Center, donde se invertirá un buen pellizco para que siga haciendo su trabajo: procesar datos como quien muele café. Y no sólo para la ciencia, sino también para que la industria pueda meterle mano a la inteligencia artificial sin miedo a quedarse atrás. Pero no se trata sólo de meterle velocidad al asunto. No. Aquí también se habla de hacerlo con cabeza, y con conciencia. Por eso, la estrategia incluye iniciativas para establecer Centros de Procesamiento de Datos (CPD) –como el que Microsoft está construyendo en mi localidad– que sean ambientalmente sostenibles. Un nuevo marco regulatorio se encargará de que estas infraestructuras se planifiquen con sentido común y sin demasiada burocracia, además de ordenar territorialmente dónde y cómo se van a plantar estos CPD. Porque ya era hora de que alguien se diera cuenta de que también en esto hace falta poner orden, y no dejar que crezcan como setas después de la lluvia, o al albur de una decisión política sin fundamento alguno más allá del partidista. Veremos.
Hay que tener en cuenta que la Estrategia de la IA no viene sola ni aislada. Es un engranaje más en la maquinaria del Gobierno, uniendo piezas sueltas que, si todo sale bien, harán funcionar este país como un reloj suizo. Resulta que la IA se integrará de forma transversal con otras políticas gubernamentales, para que todos los astros se alineen y el futuro no nos pille, como suele decirse, con los pantalones bajados.
Para empezar, la Transformación Digital y la Función Pública, ese empeño en modernizar los servicios públicos, se verá reforzada con soluciones de IA que mejorarán la gestión de datos, automatizarán procesos y personalizarán servicios. Porque en un país donde el papeleo aún se cuenta por toneladas, un poco de inteligencia no vendría nada mal para aligerar la carga.
Y luego está el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, esa tabla de salvación tras la pandemia, que ha puesto sobre la mesa 1.500 millones de euros para financiar este despliegue de IA. No se trata solo de meter dinero en un saco sin fondo; la idea es crear empleos, oportunidades económicas, y digitalizar a esas pequeñas y medianas empresas que aún andan peleándose con el fax, válgame San Válgame.
La defensa también tiene su parte en este tinglado, con el Fondo Europeo de Defensa para proyectos que utilicen tecnologías de IA. Porque en un mundo donde la seguridad ya no se mide solo en soldados, y donde los perros de la guerra ya andan sueltos por el campo de batalla, más vale estar preparados.
No olvidemos la Acción Estratégica de Economía y Sociedad Digital, que busca que la IA penetre en sectores clave como la sanidad, la educación y el transporte, creando empleos y nuevas oportunidades. Porque, al fin y al cabo, si la tecnología no mejora la vida de la gente, ¿para qué demonios sirve?
Bueno, vamos con el segundo eje que con tanta pieza suelta para formar un todo se me va la molondra. El segundo eje que busca que la Administración y las empresas se suban al carro. Porque claro, ¿de qué sirve una IA de vanguardia si las oficinas del Estado siguen ancladas en el siglo pasado? Aquí entra en juego el proyecto GobTech Lab, una especie de laboratorio de ideas que suena tan innovador como arriesgado. Y no se olvida de los pequeños, esos que siempre parecen estar a punto de tirar la toalla: pymes y autónomos tendrán su parte del botín gracias al programa Kit Consulting y otros recursos.
Pero no nos engañemos, en tiempos de ciberataques y hackers con la moral de un gato callejero, la seguridad es clave. De ahí que la estrategia incluya una futura Ley de Ciberseguridad, que más le vale estar a la altura de las circunstancias, o nos la jugamos todos.
El tercer eje es la joya moral de la estrategia. Transparencia, ética, humanismo. Palabras que suenan bien, pero que a veces en política se usan como se usan los fuegos artificiales: para impresionar, no para iluminar. Aquí entra en escena la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial, que promete vigilar que toda esta historia no se nos vaya de las manos. Que la IA no se convierta en otro monstruo que luego no podamos controlar.
Y así vamos, con la Estrategia de Inteligencia Artificial 2024 ya en marcha, preparada para darle a España una oportunidad en la arena internacional. Todo bajo la coordinación de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, que se las verá negras para que todo este tinglado funcione como debe y los 2.100 millones se apliquen de manera eficaz. Miedo me da.
El ministro Escrivá, ese que no pierde ocasión para lanzarse a la piscina, lo dijo claro: «No es sólo tecnología, es también ética, sostenibilidad, y todo eso que parece no importar hasta que nos pasa por encima como un camión sin frenos». Y no le falta razón.
Y aquí estamos, en medio de este caluroso verano, mirando cómo el país se prepara para una nueva era digital -a la que como siempre vamos tarde-, mientras yo, desde este rincón de la red, suelto estas líneas como quien deja una botella en el mar. Veremos si alguien la recoge.