Hace una década, tomaste una decisión que parecía prudente: invertir 200.000 euros en un fondo que, según todos los indicios, te prometía buenos retornos. Durante estos años, mientras la vida seguía su curso, los mercados subían y bajaban, y tú, probablemente, revisabas tu inversión de vez en cuando, sonriendo al ver que los números crecían y borrando esa sonrisa cuando los números bajaban. Hoy, al cerrar la operación, te encuentras con 220.000 euros en tu cuenta. Un éxito, ¿no?
Podrías pensar que sí. Al fin y al cabo, 20.000 euros adicionales no caen del cielo y a pesar de crisis y pandemias hoy tienes 20.000 «pavos» más. Pero aquí entra en juego una realidad que muchas veces olvidamos en nuestra vida cotidiana: el poder adquisitivo. Es decir, el verdadero valor de ese dinero que has ganado en relación a lo que podías comprar con él hace diez años. Y aquí es donde la historia se tuerce, como esas elecciones generales donde lo que parecía una victoria se convierte, al final, en una amarga derrota.
La sombra de la inflación: un enemigo silencioso
Hablemos de la inflación. En términos sencillos, la inflación es la subida generalizada de los precios a lo largo del tiempo. Es esa sensación que todos hemos tenido alguna vez de que antes las cosas costaban menos. Y no es una ilusión. Es una realidad que afecta a todo lo que compramos: desde la barra de pan hasta el coche, pasando por la vivienda y la gasolina.
El dinero que tenías hace diez años podía comprar más cosas que el dinero que tienes hoy. Es un hecho. Si en 2014 te comprabas un café por 1,20 euros, ahora, en 2024, probablemente ese mismo café te cueste 1,50 euros más (en la Plaza Mayor de Madrid 3,20 eurazos). La inflación, en resumen, reduce el valor real del dinero con el tiempo.
Para entender cómo te afecta esto, pongamos cifras sobre la mesa. Del año 2013 al 2023 la inflación acumulada en España ha sido del 17,10%. Esto significa que, para mantener el mismo poder adquisitivo que tenías en 2013, tu dinero debería haber crecido un 17,10%. Es decir, esos 200.000 euros que invertiste entonces deberían valer hoy, al menos, 234.200 euros para que puedas comprar lo mismo que comprabas con ellos hace diez años.
Pero tú has vendido tu inversión por 220.000 euros. Y aquí radica el problema. Aunque a simple vista parece que has ganado 20.000 euros, en realidad, has perdido 14.200 euros en términos de poder adquisitivo. Has perdido la capacidad de comprar lo mismo que antes, aunque tengas más dinero en tu cuenta.
La ilusión de la ganancia nominal
Aquí es donde la narrativa económica se convierte en algo digno de las mejores historias de suspense. La mayoría de la gente entiende las ganancias en términos nominales: si invierto 200.000 euros y después de un tiempo tengo 220.000, he ganado 20.000. Y, nominalmente, es cierto. Pero esta es solo la mitad de la historia.
La otra mitad, la que realmente importa, es la ganancia real. Y esta se calcula descontando la inflación. Si no lo haces, te estarás engañando a ti mismo. Es como pensar que has ganado una batalla cuando en realidad, mientras celebrabas, el enemigo se estaba infiltrando en tus filas.
Al no ajustar por inflación, puedes terminar creyendo que has ganado cuando, en realidad, has perdido. Y esa es una lección que los economistas, y ahora también tú, conocen bien.
El poder adquisitivo: la medida real de la riqueza
El poder adquisitivo es el verdadero indicador de tu bienestar económico. No importa cuánto dinero tengas en números absolutos; lo que importa es lo que puedes hacer con él. Si el precio de todo lo que necesitas ha subido, pero tu dinero no ha crecido al mismo ritmo, eres más pobre, aunque tu saldo bancario sea mayor.
Esta idea puede parecer contraintuitiva, porque estamos acostumbrados a pensar en términos absolutos. Pero la economía no funciona así. Es un sistema en constante cambio, donde lo que hoy es valioso, mañana puede no serlo, y donde mantener tu riqueza significa mantener tu capacidad de compra.
Los costes ocultos de la inversión
Además de la inflación, hay otros factores que pueden afectar tu ganancia real. Comisiones, impuestos y otros costes asociados a la inversión son elementos que muchas veces pasan desapercibidos, pero que, sumados, pueden reducir significativamente tus beneficios.
Las comisiones del fondo, por ejemplo, suelen ser un porcentaje anual que, acumulado a lo largo de los años, puede comerse una parte importante de tus ganancias. Y luego están los impuestos -confiscatorios en esta España nuestra- que debes pagar por las ganancias de capital cuando vendes tu inversión. Todo esto reduce el dinero que realmente llega a tu bolsillo.
En resumen, no basta con mirar el saldo final. Hay que analizar lo que ha ocurrido durante el camino, y cómo estos costes han afectado tu resultado final.
Cómo protegerse del efecto de la inflación
Entonces, ¿Cómo puedes protegerte de la inflación y asegurarte de que tus inversiones realmente te estén haciendo ganar dinero? Aquí es donde entra en juego una buena estrategia financiera. Una de las maneras clásicas de protegerse es invirtiendo en activos que históricamente han superado a la inflación, como las acciones o los bienes raíces -ya sabes, nunca bajan ¿o sí?-. Vivimos tiempos rarunos, recomendar un tipo de inversión ya no es lo que fue, pero en general, las acciones, por ejemplo, tienen el potencial de ofrecer un crecimiento a largo plazo que supera la inflación, aunque también conllevan un mayor riesgo. Los bienes raíces, por su parte, tienden a revalorizarse con el tiempo -o no- y pueden ofrecer una fuente de ingresos adicional a través del alquiler, siempre que no te topes con un moroso, claro. Ya digo, recomendar algo hoy no es fácil.
Ahora, esencial, diversificar tus inversiones. No pongas todos tus huevos en una sola cesta. Diversificar te permite reducir el riesgo y aumentar las posibilidades de que, en conjunto, tus inversiones superen la inflación.
La importancia de la educación financiera
Este ejemplo también subraya la importancia de la educación financiera. Entender cómo funcionan la inflación, el poder adquisitivo y otros conceptos económicos te da las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas y evitar sorpresas desagradables.
Es esencial que cualquier persona que invierta, o que simplemente quiera manejar bien su dinero, comprenda estos conceptos básicos. No es necesario ser un experto en economía, pero sí tener una base sólida que te permita ver más allá de las cifras nominales y entender la realidad económica de tu situación.
Una conversación reveladora
Seguramente, muchos de mis queridos lectores ya están al tanto de todo esto. Son conceptos básicos, casi de sentido común, para quienes han vivido lo suficiente como para saber que el dinero no es lo que parece. Pero hace poco, un amigo me contaba con orgullo que había ganado 20.000 euros al vender una inversión que hizo hace diez años. Le brillaban los ojos, como a un niño con un juguete nuevo. Pero cuando nos sentamos a hablar y desmenuzamos la situación, esa alegría se fue desvaneciendo.
Le expliqué, como lo estoy haciendo ahora, que esos 20.000 euros que creía haber ganado no eran más que humo si consideraba la inflación y el poder adquisitivo. Que en realidad, su supuesta ganancia era una pérdida. Y fue esa conversación la que me llevó a escribir este post, porque me di cuenta de que este es un error, quizá común, uno que muchos, incluso los más avispados, podrían cometer.
No todo lo que brilla es oro
Volvamos al principio: invertiste 200.000 euros y hoy tienes 220.000. Pero lo que parecía una ganancia es, en realidad, una pérdida cuando ajustas por inflación. Esta es una lección dura, pero necesaria: no todo lo que brilla es oro.
En el mundo de las inversiones, como en la vida, lo que importa no es lo que parece, sino lo que realmente es. Y lo que realmente importa es tu poder adquisitivo, no los números en tu cuenta bancaria.
La próxima vez que veas una ganancia nominal, recuerda mirar más allá. Ajusta por inflación, considera los costes, y pregúntate: ¿Realmente estoy mejor ahora que hace diez años? Solo entonces tendrás una visión clara de tu situación financiera.
La inflación es ese enemigo silencioso que siempre está al acecho, y que puede convertir una aparente victoria en una derrota. Entenderlo y protegerte de él es clave para asegurar que tus inversiones realmente te beneficien y no te dejen con la sensación de haber ganado cuando, en realidad, has perdido.
En el fondo, se trata de ser consciente de las corrientes subterráneas que mueven el mar de la economía. Porque en este océano, como bien sabe todo marinero experimentado, no basta con seguir el rumbo; hay que entender el viento, las olas y las corrientes que te empujan. Solo así llegarás a buen puerto, con todas las ganancias que, al principio del viaje, soñaste conseguir.