Hace unos días, por uno de esos caprichos del destino que a veces tiene la vida, volví a ver «Atmósfera Cero», esa película de 1981 protagonizada por el gran Sean Connery. Hacía años que no la recordaba, y sin embargo, la trama me impactó como si la hubiera visto ayer. La historia es sencilla pero contundente: en un futuro no muy lejano, un agente de policía es enviado a una colonia minera en una luna de Júpiter para investigar la misteriosa muerte de tres obreros. Lo que sigue es un ejercicio de supervivencia en un lugar hostil, donde la lealtad al deber se paga con la vida. Connery, con ese porte que solo él tenía, se enfrenta a las autoridades de la colonia, dispuesto a esclarecer la verdad, aunque eso le cueste la cabeza. Pero lo que realmente me dejó pensando fue esa imagen de la «colonia minera» en el espacio. Y, como suele pasar, una cosa llevó a la otra. De pronto, me vino a la memoria un artículo que escribió hace años mi buen amigo Primitivo Fajardo allá por 2016. El artículo trataba, precisamente, sobre la minería espacial, una idea que en su día sonaba un poco a ciencia ficción pero que, viendo cómo están las cosas hoy, ya no parece tan descabellada. Así que, sin pensarlo mucho, decidí indagar un poco más y ver qué ha sido de esa vieja quimera de explotar los recursos más allá de nuestro planeta. ¡Vamos con ello, Tello!
La Ley del Espacio de 2015
El disparo de salida para la cosa del comercio minero espacial se dio en 2015, cuando Estados Unidos aprobó la Ley del Espacio, permitiendo a las empresas privadas reclamar la propiedad de los recursos que lograran extraer de asteroides y otros cuerpos celestes. Fue un paso decisivo que traspasó la frontera entre la ciencia ficción y la realidad, iniciando una competencia sin precedentes.
Sin embargo, esta ley fue solo el principio. Mientras Estados Unidos daba el primer paso legal, otras potencias empezaron a tomar nota y a acelerar sus propios programas espaciales. En los últimos cinco años, hemos sido testigos de avances impresionantes que no solo han impulsado la exploración, sino que han marcado el inicio de la explotación de recursos espaciales.
El hito de China: La misión Chang’e 5 y las muestras lunares
Uno de los primeros grandes logros recientes fue la misión Chang’e 5 de China en 2020. Esta misión trajo de vuelta a la Tierra muestras del suelo lunar por primera vez en más de cuatro décadas. Este retorno no solo supuso un avance científico, sino que demostró la capacidad tecnológica de China para acceder y explotar recursos en el espacio. Las muestras permitieron un estudio más profundo de los elementos presentes en la Luna, en especial los ubicados en los polos, que contienen hielo de agua. Este recurso, vital para futuras colonias lunares, ha sido identificado como una de las claves para el éxito de las misiones de largo plazo en la Luna.
China, en solo unos años, ha consolidado su posición como una potencia espacial. El programa Chang’e es solo una pieza del rompecabezas, ya que el gigante asiático también tiene planes para explotar Marte y otros cuerpos celestes en la próxima década; ya comenté sobre este asunto hace unos días en «China avanza hacia Marte en 2028 mientras Estados Unidos pierde terreno en la carrera espacial«.
Estados Unidos responde: La misión OSIRIS-REx y Bennu
Pero no solo China está dando pasos gigantescos en este campo. La misión OSIRIS-REx de la NASA, lanzada en 2020, representó otro hito importante en la minería espacial. La sonda aterrizó en el asteroide Bennu y recolectó muestras ricas en minerales como el níquel, hierro y cobalto, materiales que podrían ser críticos para la industria tecnológica. En 2023, esas muestras llegaron a la Tierra, lo que supuso no solo un triunfo para la NASA, sino también una validación de las técnicas de recolección de recursos en asteroides. Bennu, al igual que otros miles de asteroides cercanos, podría convertirse en una mina flotante en el futuro, con inmensos beneficios económicos.
Esta misión abrió las puertas a que en los próximos años las compañías privadas se enfoquen no solo en estudiar asteroides, sino en explotarlos de manera efectiva.
Artemis: El retorno de Estados Unidos a la Luna
El siguiente hito relevante llegó en 2022 con la misión Artemis I, una prueba sin tripulación que marcó el inicio del ambicioso programa Artemis de la NASA. Este programa buscaba la vuelta de las pisadas humanas en la Luna para 2025 (ahora retrasado y sin unas fechas claras), pero su objetivo va más allá de plantar una bandera. Se trata de establecer una presencia permanente en el satélite y, eventualmente, utilizar sus recursos para apoyar misiones a Marte y más allá.
Una de las claves de este programa es el desarrollo de tecnologías para la Utilización de Recursos In-Situ (ISRU), que permitirían extraer agua y convertirla en oxígeno y combustible para futuras misiones. El polo sur lunar, rico en hielo de agua, será uno de los principales puntos de interés en la próxima fase de esta exploración.
Japón entra en juego: Un programa lunar minero
Japón, a través de su agencia espacial JAXA, también ha dado pasos significativos en la minería espacial. En 2022, anunciaron su programa para explorar y explotar recursos en la Luna, particularmente en los polos donde se espera encontrar hielo de agua. Japón busca desarrollar tecnologías que permitan extraer este recurso vital y transformarlo en combustible, una innovación que podría ser fundamental para las futuras misiones de larga duración.
Además, Japón ha demostrado su capacidad tecnológica con su propia serie de misiones a asteroides, como la Hayabusa2, que regresó con muestras del asteroide Ryugu en 2020, un logro que subraya su importancia en el panorama de la minería espacial.
Auge de las empresas privadas: Los conquistadores del espacio
Si hay algo que define esta fiebre del oro espacial, es el protagonismo de las empresas privadas. En los últimos cinco años, compañías como SpaceX y Blue Origin han redefinido el acceso al espacio, con cohetes reutilizables que han reducido drásticamente los costos de las misiones. Pero el impacto de estas empresas no se limita a los viajes espaciales. SpaceX, liderada por Elon Musk, tiene como uno de sus objetivos la explotación de asteroides cercanos a la Tierra. Su nave Starship no solo está diseñada para llevar humanos a Marte, sino para transportar cargas de minerales de regreso a nuestro planeta.
Blue Origin, la compañía de Jeff Bezos, también tiene planes ambiciosos. Bezos ha hablado abiertamente sobre su visión de ciudades espaciales autosuficientes, donde los recursos extraídos de asteroides y otros cuerpos celestes serían esenciales para la supervivencia de estas colonias.
Pero no son solo los gigantes del sector los que están empujando los límites. Empresas más pequeñas, como Asteroid Mining Corporation y TransAstra, están desarrollando tecnologías para la minería automatizada en asteroides, con el objetivo de llevar a cabo misiones comerciales en la próxima década. Estas startups están diseñando naves que pueden capturar y procesar materiales en el espacio, una tecnología que cambiará las reglas del juego en los próximos años.
¿Cuánto vale un asteroide?: Las estimaciones millonarias
Una de las preguntas más intrigantes en torno a la minería espacial es ¿Cuánto valen los recursos de un asteroide? Los expertos han intentado ponerle precio al contenido mineral de estos cuerpos celestes, y los resultados son asombrosos. Según estimaciones de Bloomberg, algunos asteroides podrían valer trillones de dólares.
Por ejemplo, el asteroide 16 Psyche, uno de los objetos más masivos del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, es un gigante de metales preciosos. Este cuerpo celeste está compuesto en su mayoría por níquel, hierro y oro, y su valor estimado asciende a alrededor de 10,000 cuatrillones de dólares, una cantidad que, si se explotara, podría colapsar los mercados de metales preciosos en la Tierra.
Otros estudios han estimado que pequeños asteroides cercanos a la Tierra, como Bennu, podrían contener metales valorados en 500 mil millones de dólares o más. Estos cálculos, aunque impresionantes, deben ser tomados con cautela, ya que la viabilidad económica de extraer estos recursos depende de factores como el costo de las misiones espaciales y la tecnología de recolección.
Pero lo que está claro es que la promesa de riqueza que ofrecen estos cuerpos celestes está impulsando a gobiernos y empresas a invertir sumas colosales en el desarrollo de tecnologías para la minería espacial. El potencial económico de los asteroides es tal que algunos expertos ya hablan de una futura revolución económica, donde los recursos del espacio podrían superar en valor a los de la Tierra.
¿Cómo extraer los minerales y qué hacer con ellos?
Aquí llegamos a una cuestión fundamental: ¿Cómo se extraen esos minerales de los asteroides y qué se hace con ellos? Esta es una de las áreas más fascinantes y desafiantes de la minería espacial.
En la Tierra, la minería tradicional se basa en maquinaria pesada que excava, tritura y transporta grandes cantidades de roca. Pero en el espacio, las condiciones son radicalmente distintas. La falta de gravedad significa que no se puede usar el mismo tipo de maquinaria. Los ingenieros han tenido que idear nuevas formas de extraer los minerales en condiciones de microgravedad, donde no hay peso que ayude a la maquinaria a mantenerse en contacto con la superficie del asteroide. Para ello, se han propuesto soluciones innovadoras como el uso de garras robóticas o anclajes que sujeten las máquinas firmemente al asteroide durante el proceso de extracción. Estas garras se clavarían en la superficie del asteroide para estabilizar el equipo mientras perfora y extrae el material.
Empresas como Caterpillar, conocidas por sus excavadoras y maquinaria pesada en la Tierra, ya están trabajando en la adaptación de sus equipos para ambientes de baja gravedad. Deep Space Industries y Planetary Resources también han desarrollado tecnologías que buscan emplear láseres o herramientas de corte térmico para vaporizar las superficies rocosas y recolectar los minerales. Estos métodos permitirían extraer los recursos sin depender de la presión mecánica que usamos en la Tierra, lo que los hace más efectivos en entornos sin gravedad. Lamentablemente, la minería de «Atmósfera cero» se queda sólo en ciencia ficción.
El transporte: ¿Bajar los minerales a la Tierra o utilizarlos en el espacio?
Una vez extraídos los minerales, surge la siguiente gran pregunta: ¿Qué hacer con ellos?. Existen dos grandes vertientes sobre el uso de los recursos obtenidos en el espacio. La primera opción es traer esos minerales de vuelta a la Tierra, lo que muchos ven como la solución más inmediata y lucrativa. Metales como el platino, el oro o el iridio, presentes en muchos asteroides, podrían generar ganancias masivas si se lograra transportarlos de manera eficiente y rentable. Sin embargo, la logística de traer toneladas de material a la Tierra sigue siendo extremadamente costosa, incluso con el desarrollo de cohetes reutilizables por parte de empresas como SpaceX y Blue Origin.
El coste de transporte sigue siendo uno de los grandes desafíos, ya que llevar grandes cantidades de mineral de vuelta a la Tierra requiere sistemas que puedan realizar viajes de ida y vuelta de manera económica. Aunque SpaceX está trabajando en reducir estos costos con su nave Starship, aún no hemos llegado al punto donde sea rentable mover grandes volúmenes de mineral entre el espacio y la Tierra.
La segunda opción, quizá más pragmática y revolucionaria, es utilizar los recursos directamente en el espacio. En lugar de traer los minerales de vuelta, se podrían emplear para construir infraestructuras espaciales. El hierro y el níquel extraídos de los asteroides podrían servir para la construcción de estaciones espaciales, colonias en la Luna o Marte, y hasta naves espaciales. Este enfoque eliminaría el costo de transportar los materiales a la Tierra y luego enviarlos de nuevo al espacio.
Este concepto, conocido como Utilización de Recursos In-Situ (ISRU), ha cobrado gran fuerza en los últimos años. La idea es que, al usar los materiales disponibles en el espacio, se pueden construir y mantener instalaciones espaciales de manera mucho más eficiente. El oxígeno y el hidrógeno que se extraen del hielo de agua en la Luna o los asteroides también pueden ser utilizados para fabricar combustible para cohetes, lo que permitiría la creación de estaciones de reabastecimiento en el espacio profundo. Estas estaciones podrían servir como bases para misiones de larga duración, como una futura expedición a Marte, reduciendo drásticamente la necesidad de llevar grandes cantidades de combustible desde la Tierra.
Además, la posibilidad de producir agua, oxígeno y combustible en el espacio podría hacer viables las colonias autosuficientes, lo que representa un cambio fundamental en la manera en que la humanidad explora el cosmos. En lugar de depender completamente de los suministros enviados desde la Tierra, las futuras colonias podrían sostenerse por sí mismas, gracias a los recursos minados en el espacio.
Retos y perspectivas: La legalidad y la tecnología en la minería espacial
A pesar de todos estos avances, la minería espacial no está exenta de desafíos. Además del coste de desarrollar y lanzar las tecnologías necesarias, sigue habiendo un vacío en el marco legal internacional que regula la explotación de los recursos espaciales. El Tratado sobre el Espacio Exterior de 1967 prohíbe a los países reclamar la soberanía sobre cuerpos celestes, pero no menciona de manera explícita cómo deben manejarse los recursos extraídos por empresas privadas. Esto ha creado un área gris que aún no ha sido resuelta.
Países como Estados Unidos y Luxemburgo han legislado a nivel nacional para permitir que las empresas de sus respectivos territorios reclamen la propiedad de los recursos que extraigan, pero la falta de un consenso internacional podría llevar a conflictos si múltiples actores comienzan a explotar los mismos cuerpos celestes. Una carrera descontrolada por los recursos espaciales podría replicar los conflictos geopolíticos que hemos visto en la Tierra, solo que ahora en un nuevo y vasto escenario.
Por otro lado, la tecnología, aunque ha avanzado enormemente, aún enfrenta muchos retos. La minería en condiciones de microgravedad es compleja y requiere maquinaria extremadamente sofisticada y resistente, como hemos visto anteriormente. Los asteroides son entornos hostiles, con temperaturas extremas y superficies irregulares, lo que presenta desafíos adicionales a las técnicas tradicionales de extracción y procesamiento de minerales. Además, la posibilidad de contaminar otros cuerpos celestes con la maquinaria y los desechos humanos plantea preocupaciones medioambientales que aún no han sido del todo abordadas.
El papel irrelevante de Europa en la revolución espacial
A pesar de su historia en innovación científica y tecnológica, Europa ha adoptado un enfoque sorprendentemente tibio en lo que respecta a la minería espacial. A través de la Agencia Espacial Europea (ESA), el continente ha contribuido de manera significativa a varias misiones científicas, pero su implicación en la carrera por la explotación de recursos espaciales sigue siendo marginal en comparación con potencias como Estados Unidos, China e incluso Japón.
Mientras otras naciones y corporaciones privadas invierten agresivamente en tecnologías para la extracción de minerales en la Luna y asteroides, Europa parece más cómoda en un papel secundario, proporcionando módulos de servicio para misiones estadounidenses y colaborando en investigaciones científicas, pero sin dar el salto hacia la explotación comercial. A pesar de contar con algunas de las mejores infraestructuras tecnológicas y buenos fondos de investigación, la falta de una estrategia clara y unificada para la minería espacial está relegando a Europa a la retaguardia en esta revolución.
En un momento en que la competitividad global se define por el acceso a recursos más allá de la Tierra, Europa corre el riesgo de quedarse atrás, siendo testigo del auge de nuevas economías y tecnologías mientras sus propios programas espaciales siguen atrapados en un limbo burocrático y geopolítico. Sin un cambio radical en su enfoque, el papel de Europa en la minería espacial podría limitarse a observar desde la barrera cómo otros dominan esta nueva frontera de oportunidades. ¿Será el informe Draghi el revulsivo que ponga a la vieja y medio pensionista Europa en el pelotón de cabeza? No creo.
¿Qué hay de España en todo esto?
Si Europa ya se posiciona como un tímido segundón de Estados Unidos en la carrera espacial, España se queda aún más relegada. ¿Qué hay de España en todo este revuelo por conquistar la Luna y los asteroides? A primera vista, diría que no mucho. La contribución de nuestro país en la exploración espacial pasa casi desapercibida. Y es que, si Europa es una triste comparsa de Estados Unidos, a España no sé ni cómo llamarla. Pero ojo, no todo es desierto. Hay excepciones loables, pequeños destellos de ingenio que demuestran que, cuando el talento se pone en marcha, se pueden lograr cosas extraordinarias. Lo que falta es respaldo, tanto económico como institucional.
Uno de esos destellos de brillantez es FOCARIS, una propuesta presentada en 2021 por el equipo español de arquitectos e ingenieros de Gareid Proyectos, junto con mi buen amigo Jesús Martínez-Frías del CSIC. Esta iniciativa se presentó al concurso de la Moon Society, y su objetivo es ambicioso: diseñar una base lunar semipermanente que podría albergar a 16 personas durante un año. La clave de FOCARIS es su capacidad de aprovechar los recursos de la Luna para construir la base, utilizando polvo de basalto como protección contra la radiación, en un diseño modular y práctico, pensado para las condiciones extremas del satélite. Un proyecto de esos que en cualquier otro país sería celebrado, pero que aquí pasa casi inadvertido.
Otro ejemplo de iniciativa española es el Green Moon Project, nacido de la curiosidad de unos malagueños que, hace tres años, se propusieron un experimento que rozaba lo imposible: germinar una semilla y ver cómo crece un tallo bajo los efectos de la gravedad lunar. En colaboración con China, esta pequeña empresa española está demostrando que se pueden hacer grandes cosas incluso con presupuestos modestos, si se pone a trabajar la imaginación y la determinación.
Pero ahí está el quid de la cuestión. Cerebro tenemos, lo que nos falta es todo lo demás. España podría jugar un papel mucho más relevante en la exploración y explotación espacial, pero seguimos cojeando en lo de siempre: falta de inversión, de ambición política y de una visión a largo plazo. Mientras tanto, observamos desde la barrera, viendo cómo otros países y empresas privadas se lanzan al espacio, dejando que las oportunidades pasen de largo.
El futuro de la minería espacial
La fiebre del oro cósmica no es solo una carrera por la riqueza, sino por el control del futuro. Las naciones y empresas que logren dominar las tecnologías de minería espacial tendrán una ventaja competitiva incalculable en la economía global del siglo XXI. Con cada avance en la extracción y uso de recursos en el espacio, nos acercamos más a una era en la que los límites de la Tierra ya no serán el techo para la ambición humana.
El espacio, que durante siglos fue solo un lienzo para nuestros sueños y fantasías, ahora es un campo de batalla en el que se decidirán los próximos imperios. Las estrellas, lejos de ser inalcanzables, están a nuestro alcance, y aquellos que puedan extraer sus tesoros marcarán el rumbo de la historia.
La fiebre del oro cósmica ha comenzado, y los desafíos que presenta solo hacen que su promesa sea más atractiva. Las empresas, los gobiernos y los visionarios que apuesten por la minería espacial tienen ante sí la oportunidad de redefinir lo que significa prosperar como civilización. Quizá algún día, cuando miremos hacia atrás, entenderemos que este fue el momento en que la humanidad dejó de ser una especie confinada a la Tierra y se convirtió en una que verdaderamente explora y habita las estrellas.