España llora hoy a sus muertos. La DANA que azotó el litoral mediterráneo y buena parte del sur ha dejado un rastro de desolación que no se limita a las calles anegadas o los trenes detenidos en medio de la nada. Porque no son solo cifras, ni un episodio más de mal tiempo; son 64 vidas humanas -al cierre de este post- que ya no están, arrancadas de golpe en una tormenta que, en pocas horas, dejó el país atrapado en el duelo y la impotencia. En la Comunidad Valenciana, la más golpeada, la cifra de muertos ya asciende a 62, y cada uno de ellos es una herida en el corazón de un país que, una vez más, ve cómo la naturaleza no se detiene ante nada ni nadie.

Rescato un vídeo de 2018 del entonces presidente del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos

Los rostros de las víctimas, de los que han perdido a alguien o que se aferran a la esperanza de encontrar a los desaparecidos, son la imagen de una España rota y dolida. En Letur, una pequeña localidad de Albacete, la tragedia también se ha cebado. Allí, una brutal tromba de agua ha desbordado un arroyo y ha arrasado calles, casas y vidas. Una anciana ha muerto y, al menos, cinco vecinos están desaparecidos. En el centro del municipio, los equipos de rescate trabajan sin descanso para localizar a quienes, atrapados en la furia del agua, aún no han podido regresar. Porque en Letur, como en muchos otros pueblos y ciudades, lo que comenzó como un martes de lluvia acabó convirtiéndose en un martes negro, un día que ya nadie olvidará.

En Valencia, las imágenes son igualmente estremecedoras. La provincia se encuentra en estado de emergencia, y por primera vez en la historia, los teléfonos de la población han recibido una alerta masiva de Protección Civil, implorando que la gente no salga de sus hogares y busque puntos altos. La noche del martes fue interminable para muchos, y los rescates se sucedían mientras el agua seguía subiendo, llevándose todo a su paso. Valencia, que debería ser la tierra de las naranjas y el sol, hoy es un territorio sumido en la oscuridad y el barro.

Frente a esta tragedia, las palabras del Rey Felipe VI han resonado con la sobriedad que la ocasión exige. “Lo principal es expresar el pésame y la tristeza por la pérdida de vidas humanas”, ha dicho, sin rodeos ni frases vacías, con la gravedad de quien entiende que nada devolverá a los muertos, pero que el país necesita un consuelo, aunque sea mínimo. En medio de tanto ruido, el Rey ha optado por lo único que cabe en estos momentos: el respeto y la empatía hacia quienes, en cuestión de horas, han visto su mundo derrumbarse.

Mientras tanto, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ya había dado la alerta: el martes sería “el día más adverso y excepcional” del temporal. No erraron. Los registros de más de 200 litros por metro cuadrado en apenas unas horas y el agua desbordándose en ramblas, barrancos y ríos que apenas contaban con un hilo de caudal, han hecho que los equipos de rescate y las unidades de emergencia se encuentren desbordados. En municipios como Utiel o Chiva, los récords de precipitaciones han convertido las calles en ríos imposibles de cruzar, mientras el agua sigue avanzando, imparable.

Y con cada catástrofe, se repite la misma pregunta: ¿podíamos haber hecho algo para evitar esto? Quizá no toda la tragedia, pero algo sí. Desde hace años, el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG) ha advertido del riesgo que estas tormentas representan para muchas zonas de España y de la necesidad urgente de utilizar estudios de peligrosidad y riesgo como una herramienta para evitar más muertes. Estos estudios, más que burocracia, son mapas de supervivencia, guías que detallan las zonas propensas a inundaciones, esos puntos donde, tarde o temprano, el agua se abrirá paso sin piedad. El ICOG, con la persistencia de quien sabe que su labor es ignorada una y otra vez, ha insistido en que no podemos seguir construyendo a ciegas en zonas de riesgo. Sin embargo, la ocupación del suelo ha seguido creciendo en lugares donde una simple tormenta puede convertirse en tragedia.

La ley exige que estos estudios de riesgo formen parte de los planes urbanísticos, que cada municipio cuente con los llamados “mapas de riesgo naturales”. Pero la cruda realidad es que la mayoría de los municipios afectados por esta DANA no tienen tales mapas, o si los tienen, se mantienen guardados, lejos de las mesas donde se deciden las políticas de urbanización. Y hoy, esa dejadez se convierte en muertos, en casas destrozadas, en vidas sumidas en el barro. Es hora de reconocer que ignorar el conocimiento experto no solo sale caro, sino que deja un saldo de vidas que no puede medirse en cifras.

El ICOG lleva años señalando lo obvio, y las soluciones que proponen son tan claras como necesarias. En muchos casos, solo queda una opción: deconstruir aquellas zonas donde las inundaciones son inevitables, retirar lo que nunca debió construirse ahí. Suena drástico, pero ¿cuántas más muertes debemos aceptar antes de actuar? Además, es imprescindible contar con infraestructuras de control de inundaciones: diques, tanques de tormenta y estaciones de bombeo que frenen el avance de las aguas cuando el suelo ya no puede absorber más. Estas medidas, que suponen una inversión, son la única respuesta viable frente a un fenómeno que va en aumento.

Hoy, mientras las aguas comienzan a retirarse, el país entero contempla el saldo de la tragedia: 64 muertos, cientos de damnificados, infraestructuras devastadas y campos de cultivo arrasados. Pero, sobre todo, quedan las historias de quienes ya no están, y de los que han perdido todo y deben rehacer sus vidas desde cero. Porque si hay algo que esta tormenta nos ha dejado, además del dolor, es una certeza: ya no podemos darnos el lujo de actuar como si estos desastres fueran una excepción. La prevención no es solo una palabra, sino una obligación.

La DANA de este octubre 2024 debería marcar un antes y un después. No podemos olvidar que, detrás de cada cifra, hay personas, sueños truncados y familias que ahora enfrentan un vacío imposible de llenar. Lo que está en juego no es solo la reconstrucción de edificios o la reapertura de carreteras; es la dignidad de un país que debe aprender de sus errores y, esta vez, hacer lo necesario para que la próxima tormenta no nos deje, otra vez, contando a nuestros muertos.


Hace unos minutos, mientras cerraba este post, ha sonado el teléfono: una llamada del equipo del programa de Ana Rosa. Es sólo otra más entre las muchas que los medios me han hecho llegar en estos años, buscando un comentario, unas palabras que expliquen lo inexplicable de la tragedia que nos azota. Como antiguo responsable de comunicación del ICOG, he visto esta escena repetirse con cada DANA y cada temporal que sacude a España, como un guion que, año tras año, parece inevitable. Y, sin embargo, las declaraciones que esperan escuchar, aquellas que el ICOG lleva años repitiendo, no diferirán mucho de las ya dadas: prevenir, anticipar, no construir donde el agua busca su camino. Porque, a pesar de las advertencias, cada tormenta nos recuerda, cruel y despiadada, lo que no hemos aprendido.

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Enrique Pampliega
Desde hace más de 30 años ha estado ligado y promoviendo actividades relacionando la geología y geociencias con los recursos electrónicos, internet y las redes sociales y científicas. Jefe de administración del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG) desde el año 1990. En 1991-1996 Relaciones públicas y posteriormente responsable de marketing de la revista Tierra y Tecnología del ICOG. En 1993-1996 dirigió la publicación “El Geólogo” y en 1997 fundó “El Geólogo Electrónico”. Coordinador de las ediciones I a III del GEA-CD (recopilación y difusión de software para docentes y profesionales de las ciencias de la tierra y el medio ambiente en formato CD-ROM) entre los años 1996 a 1998. Colabora con la ONG Geólogos del Mundo creando su intranet y poniendo en marcha su página web institucional. Desde el año 2000 es responsable de calidad del ICOG (ISO 9001). Ha sido ponente en distintos eventos organizados por Unión Profesional y Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid, sobre la calidad aplicada al sector colegial. Asimismo, ha impartido charlas sobre búsqueda de empleo y redes sociales en el ICOG, Unión Profesional y Universidad Complutense. En 2005 implanta el visado electrónico de proyectos en el ICOG. En el ámbito de las webs y redes científicas, es Community manager del ICOG. Webmaster de la revista Tierra y Tecnología, de la página institucional del ICOG, de la Escuela de Geología Profesional, de la Red Española de Planetología y Astrobiología y de la International Association for Geoethics. Delegado de protección de datos del ICOG desde el año 2018. Experto en digitalización del sector de colegios profesionales ha sido ponente en el taller virtual sobre la "Transformación Digital del Sistema Colegial", organizado por Unión Profesional y Wolters Kluwer en 2020. Ha sido distinguido como Geólogo de Honor por la Asamblea General del ICOG el 15 de abril de 2023. En 2003 crea el “Blog de epampliega” un espacio personal que pasaría en 2008 a llamarse “Un Mundo Complejo” donde trata temas de: economía, redes sociales, innovación, sociedad, etc.

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