La última DANA que arrasó Valencia fue una tormenta en toda regla, una de esas que hace saltar alarmas, desploma muros y revienta al sistema de prevención. Y no puedo evitar recordar, mientras veo imágenes de casas anegadas y calles convertidas en ríos, aquella otra catástrofe que nos sacudió hace unos años, allá en Lorca. Un terremoto, ni más ni menos, que dejó a su paso una estela de polvo y escombros donde hasta los cimientos parecían llorar. Fue entonces cuando empecé a oír de un proyecto que, en teoría, iba a prepararnos para el siguiente desastre. La criatura en cuestión era la plataforma SGE 2.0, la creación de un hombre que, si algo sabía hacer, era poner en su sitio cada pieza para que al menos algo en este país funcionase en esos momentos en los que la tierra, el cielo o el mar deciden revelarse.
Paco Martínez era el nombre detrás de aquella propuesta. Francisco, Paco para los amigos, ingeniero de pura cepa y con los pies en la tierra. Recuerdo que lo presentó en 2015 en el Colegio Oficial de Geólogos, y yo, que por entonces ya estaba algo escéptico con los fuegos de artificio y promesas vacías, me dije: «Vamos a ver cuánto dura esto antes de que lo entierren en el olvido». Y vaya si lo enterraron. La iniciativa, destinada a facilitar la coordinación de equipos de intervención en catástrofes, fue recibida a bombo y platillo. Se habló de una “herramienta de vanguardia” que nos colocaría a la altura de otros países. Pero, ¿adivinan qué pasó después? Como siempre, la burocracia se lo tragó.
Y ahora, en pleno desastre valenciano, cuando ya me había olvidado de Paco y su plataforma, resulta que el hombre no solo sigue al pie del cañón, sino que su herramienta, rebautizada como CIVILIO, está hoy más viva que nunca y trabajando en Alfafar y otros municipios afectados, coordinando equipos de ayuda y evaluando edificios. Fue una suerte saber que CIVILIO, una versión mejorada y reforzada de aquella SGE 2.0, ha renacido y, para sorpresa de muchos, es la verdadera columna vertebral de la respuesta a la emergencia en varios municipios valencianos. Esta plataforma, mucho más que un simple software, permite a los arquitectos evaluar los daños estructurales con rapidez, priorizando lo urgente sobre lo importante y garantizando que las necesidades básicas sean atendidas.
A los que piensan que una app no hace milagros, les diría que tienen razón. Pero CIVILIO no es cualquier app. Es una plataforma completa, pensada para situaciones de vida o muerte, que ha pasado por el tamiz de la experiencia de Lorca y de otras tantas catástrofes. Con un backend que gestiona datos de forma ágil y un panel de control intuitivo en su aplicación web, CIVILIO permite a los equipos de intervención manejar información geográfica, asignar misiones, y, en suma, no perder tiempo. Los móviles en campo, esos mismos que los políticos a veces desprecian, se han convertido en herramientas esenciales para los operarios, que pueden coordinarse, tomar datos e incluso enviar mensajes aunque la conexión sea débil.
La idea de Paco es brillante porque entiende, como pocos en este país, que en las emergencias el tiempo es oro. La aplicación móvil de CIVILIO no depende de la cobertura constante, así que en esos agujeros de sombra que siempre hay en cada rincón, no se pierde la comunicación. Es un sistema diseñado por y para la realidad de nuestros pueblos y ciudades, donde una conexión a Internet no siempre es un derecho adquirido.
Hoy veo las estadísticas de actividad, de tareas completadas y en proceso, y no puedo dejar de pensar en aquellos que, desde sus cómodos despachos, ignoran la importancia de una coordinación eficaz. Cada ficha de CIVILIO cuenta con registros detallados de las misiones y de quiénes están en ellas. Paco entendió hace años que no se puede depender del azar, de las ocurrencias y las promesas en la televisión. En su lugar, se armó de datos y experiencia de campo, y gracias a eso su sistema está evitando que el caos en los pueblos valencianos sea aún mayor.
Pero este no es un cuento de hadas. Aunque la tecnología de CIVILIO es efectiva, no puede cubrir las lagunas de unas administraciones que, con cada nueva catástrofe, muestran las costuras y remiendos de un sistema poco preparado. Porque CIVILIO ayuda a coordinar equipos, a recoger datos y a trazar planes de acción en tiempo real, pero hay algo que Paco no puede remediar: el inmovilismo y la falta de iniciativa de aquellos que tienen en sus manos la gestión de los recursos. ¿Dónde está la voluntad política de dotar a esta herramienta de un respaldo nacional, de darle el lugar que merece? Porque si algo ha dejado claro esta DANA es que la naturaleza no espera a los trámites ni a los despachos.
La empresa detrás de CIVILIO, llamada CIVILIO Information Systems, no es una multinacional gigante ni cuenta con un presupuesto millonario, pero lo que le falta en medios lo suple con compromiso. Han participado en proyectos nacionales y europeos de investigación, desarrollando y perfeccionando una tecnología que, si bien hoy se utiliza en emergencias como la DANA en Valencia, merece un lugar mucho más destacado en la gestión de crisis. Porque, para qué engañarnos, en un país donde los desastres naturales no faltan, contar con una plataforma de respuesta rápida debería ser una prioridad.
La eficacia de CIVILIO, sus herramientas de comunicación, videollamadas, chat, la gestión de usuarios y la generación de estadísticas, todo ello apunta a una dirección clara: la de una verdadera preparación ante el desastre. Porque cuando todo falla, es la tecnología y las manos de gente como Paco las que nos rescatan del abismo. Y mientras tanto, nosotros seguimos confiando en las buenas intenciones y en los discursos vacíos.
Me alegra ver que Paco y su equipo no han cejado en su empeño, que no han abandonado esa visión de un país preparado, consciente de que las catástrofes naturales no entienden de fechas ni de elecciones. Ahí están ellos, en los municipios valencianos, demostrando con hechos que una buena coordinación no es cuestión de magia, sino de voluntad, trabajo y un sistema que funcione cuando se le necesita.
Lo que me indigna, como ciudadano, es ver que el valor de esa herramienta y de personas como Paco es algo que parece importar solo en los momentos de crisis. Que cuando llega la calma, el recuerdo de esos días oscuros se desvanece, y volvemos a la misma política del parche y el “aquí no pasa nada”. Porque, al final, esta tormenta que sacudió Valencia no es solo una prueba para los edificios y los ríos, sino para la voluntad de aquellos que nos gobiernan. Una voluntad que, por desgracia, parece tener la memoria corta.
CIVILIO ha demostrado su valía en Alfafar, donde ya se han inspeccionado más de 600 inmuebles. Pero, ¿qué pasará cuando la tormenta haya pasado, cuando los charcos se sequen y las cámaras apunten a otro lado? ¿Seguirán Paco y su plataforma recibiendo el apoyo que merecen, o volverán al olvido? No puedo evitar preguntármelo, porque a estas alturas ya me conozco el guion. Sé que la administración española es buena para reconocer méritos… a destiempo y en discursos vacíos.
Queda por ver si, esta vez, aprenderemos la lección. Porque si algo nos ha enseñado Paco Martínez y su CIVILIO es que el desastre no espera. No espera a los discursos ni a las buenas intenciones.
Por último un recuerdo, Ilustre Colegio Oficial de Geólogos, en su compromiso con la seguridad y la prevención, elaboró hace tiempo una serie de recomendaciones precisas para que las administraciones pudieran minimizar el impacto de futuras catástrofes como la sufrida en Lorca. Sugerencias concretas, prácticas, elaboradas por expertos en el terreno, que no pretendían otra cosa que mejorar la respuesta ante estos desastres. Pero, ¿saben cuál fue la respuesta de las administraciones? Cero, claro. El silencio burocrático, esa costumbre tan de nuestros políticos de ignorar a quienes realmente saben. Y así seguimos, esperando que Paco Martínez y su CIVILIO, junto a unos pocos más, sean los únicos en hacer el trabajo que otros deberían haber empezado hace mucho tiempo.