Hay algo en el aire de Meco cuando diciembre asoma. No se trata solo del frío cortante que se cuela por las rendijas ni de las luces navideñas que titilan en las ventanas como estrellas caídas del cielo. Es algo más profundo, una sensación de comunidad, de pertenencia, que toma forma en la NaVe, ese emblema de nuestras Navidades Vecinales que, con el tiempo, se ha convertido en algo grande en nuestro pueblo. Este año, la NaVe ha vuelto con más fuerza y determinación que nunca, demostrando que, cuando trabajamos juntos, la magia es inevitable.
La NaVe no es solo un programa de actividades, aunque los talleres, los belenes y otros eventos sean motivo de orgullo. Es un movimiento, una declaración de principios que resuena en cada rincón de nuestro pueblo. Es un barco cargado de sueños y sonrisas que navega gracias al esfuerzo de vecinos, asociaciones y empresas locales, todos remando al unísono para que esta travesía se haga realidad. Y ayer, 16 de diciembre, la NaVe demostró que no tiene fronteras.
El destino fue El Hospitalillo, en Alcalá de Henares, una residencia que, más que un lugar, es un refugio donde la historia y la humanidad se dan la mano. En esta ocasión, doce pequeños navegantes y otros tantos adultos cruzaron las líneas de nuestra localidad, llevando el espíritu de las Navidades Vecinales y algo mucho más valioso: la certeza de que, incluso en los actos más sencillos, se esconde la grandeza.
La aventura comenzó semanas atrás, cuando desde la Embajada de la República de Eslovenia llegó una invitación que no podíamos rechazar. Se trataba de un reto: que los niños de la calle Eslovenia en Meco elaboraran felicitaciones navideñas para los mayores de El Hospitalillo. Aquellos pequeños aceptaron con la valentía de quien ve en cada dibujo y palabra una oportunidad para regalar una sonrisa.

El encuentro comenzó con las palabras de nuestro vecino Jesús, el capitán indiscutible de esta NaVe que cada diciembre zarpa hacia la Navidad. Su breve discurso fue seguido por Amerisa, agregada cultural de la Embajada de Eslovenia, quien recordó con ternura que la solidaridad no conoce fronteras ni lenguajes. Finalmente, Asensio, presidente de la Fundación de Antezana, subrayó que este acto no solo unía generaciones y localidades, sino también países, y que tenía lugar en un espacio cargado de historia y significado.
Y qué historia. Porque hablar del Hospitalillo es hablar de una tradición de servicio y humanidad que se remonta a la Edad Media. Fundado por don Luis de Antezana y doña Isabel de Guzmán como el Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, este lugar ha sido, durante siglos, un faro de caridad. Hoy, como sede de la Fundación de Antezana, mantiene viva esa llama, acogiendo a quienes necesitan un refugio y recordándonos que la verdadera nobleza radica en el servicio desinteresado.
En ese marco incomparable, nuestros pequeños navegantes leyeron sus felicitaciones. La escena fue conmovedora: sus voces infantiles, limpias y sinceras, resonaban en el salón mientras los mayores, cuyos ojos habían visto tantas vidas y tantas historias, se dejaban envolver por la magia del momento. Al principio, las miradas eran de curiosidad, luego de complicidad, y al final, de pura alegría. Aquellos niños no solo entregaban palabras; entregaban una parte de sí mismos, y los mayores, en su sabiduría callada, recibían ese regalo con gratitud.
El acto terminó en el patio, donde el aroma de chocolate caliente y bizcochos nos invitó a olvidar por un momento el frío. Fue allí, entre risas y conversaciones, donde se cimentó el puente que habíamos comenzado a construir. Pequeños y mayores compartieron historias y vivencias, demostrando que, al final, lo que nos une es siempre más fuerte que lo que nos separa.
Como miembro de la NaVe, ayer sentí una mezcla de orgullo y humildad. Orgullo por formar parte de un proyecto que demuestra que el espíritu navideño no está en los regalos ni en las luces, sino en la capacidad de unir corazones. Y humildad al ver cómo algo tan sencillo como unas cartas y unas sonrisas puede tener un impacto tan profundo.
No puedo cerrar esta crónica sin agradecer a Natalia, la directora de El Hospitalillo, cuya entrega y atención a cada detalle hicieron de este día algo inolvidable.
Al final, lo que queda es la certeza de que ayer hicimos algo grande. No por la magnitud del evento, sino por su esencia. Porque en un mundo donde a menudo se nos olvida mirar más allá de nosotros mismos, la NaVe se alzó como un recordatorio de que la magia está en lo que compartimos. Ayer, en El Hospitalillo, esa magia se sintió en cada sonrisa, en cada mirada, en cada gesto. Y eso, amigos míos, es la Navidad en su máxima expresión.
Y ahora, desde este rincón de letras que es mi humilde blog, quiero aprovechar para desearos una Feliz Navidad. Que la calidez del Belén ilumine vuestros hogares, que los Reyes Magos llenen vuestras vidas de ilusión y que el Año Nuevo venga cargado de esperanza y momentos inolvidables. Porque si algo nos ha enseñado este año es que juntos somos más fuertes, y que el verdadero espíritu navideño no está en lo material, sino en los pequeños gestos que conectan corazones. ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
Claro que sí amigo. Menudo mensaje navideño tan emotivo nos has lanzado. ¡¡¡Feliz Navidad y un mejorable y saludable año 2025!!!. Qué la salud nos irradie mente, cuerpo y alma y aprovechemos los momentos para compartir, risas, experiencias, conocimiento y sobre todo mucho amor entre amigos y conocidos. Viva la vida.
¡Gracias, Yolanda, por tus palabras tan cálidas y llenas de positivismo! Me alegra que el mensaje haya resonado contigo, porque no hay mejor época que la Navidad para recordar la importancia de compartir y disfrutar de la vida junto a quienes nos rodean. Te deseo unas fiestas maravillosas, llenas de alegría, amor y buenos momentos, y que el 2025 llegue cargado de salud -mucha salud- y felicidad. ¡Viva la vida, siempre! 🎄✨