Allí estaba yo, frente a la pantalla, con el café humeante en la mano y la curiosidad alerta, cuando Javier Milei, ese león de la economía, se plantó en el Foro Económico Mundial de Davos. Un escenario cargado de pompa y poder, donde el círculo cerrado de las élites globales dicta las reglas del juego desde hace décadas. Pero Milei no llegó a jugar; llegó a volcar el tablero. Y vaya si lo hizo.
Su discurso, crudo y sin concesiones, comenzó como una bofetada a los presentes. «Señores, aquí estamos para decir la verdad». Y vaya que la dijo. Con la audacia que solo tiene quien no debe favores, denunció a los arquitectos de la decadencia occidental: burócratas obesos de poder, financiados por impuestos que exprimen a los ciudadanos como limones. ¡Ahí lo teníamos, lanzando dardos a una audiencia que, acostumbrada al incienso, no esperaba ni una pizca de azufre!
El wokismo es un régimen de pensamiento único
Pero si algo destacó en su alocución fue su ataque al wokismo, una ideología que, según Milei, es el «cáncer que hay que extirpar». Con la contundencia de un gladiador en la arena, el presidente argentino desgranó los efectos nocivos de esta corriente que, bajo la excusa de la inclusividad, ha invertido los valores que hicieron grande a Occidente. «El wokismo es un régimen de pensamiento único que intenta desacreditar a quienes se oponen, apoderarse de la educación y crear una sociedad llena de resentimiento», afirmó, desnudando lo que considera las verdaderas intenciones de este movimiento.
Criticó el feminismo radical, llamándolo una distorsión del concepto de igualdad, y no ahorró palabras al describir el ecologismo radical como otra manifestación del wokismo, que sacrifica el desarrollo económico en aras de una agenda ideológica disfrazada de preocupación ambiental. Milei no se quedó ahí. Señaló cómo las crisis han sido aprovechadas por las nuevas clases políticas para acumular poder, incrementando el tamaño del Estado y perpetuando un sistema que aliena a los ciudadanos bajo una falsa sensación de protección.
La ideología woke es el cáncer que hay que extirpar
«Pensar como piensan todos solo conduce al error», declaró. Y vaya si tiene razón. Milei propuso reducir drásticamente el Estado y devolver a los individuos la capacidad de decidir, de innovar, de ser libres. «Estamos ante un cambio de época», sentenció. Y uno no podía evitar sentir que estaba en presencia de algo más grande que un discurso; era un manifiesto.
Mieli comentó sobre la sociedad que ha surgido del wokismo sustituye el libre intercambio de bienes y servicios por la distribución arbitraria a «punta de pistola». En este contexto citó a Ayn Rand para recordar que la clase política es arbitro y parte interesad en el reparto.
La sala quedó en silencio. Algunos aplaudieron, otros se removieron en sus asientos como quien siente el suelo tambalearse bajo sus pies. ¡Cómo no! Porque Milei no solo denunció; propuso. «Rechacen esta mentira. Abracen la libertad». Y señaló a otros rebeldes de la escena política global, como Giorgia Meloni o Trump, con quienes pretende formar una alianza que desafíe el status quo.
Pensar como piensan todos solo conduce al error
Entre un café frío y mi libreta sobre la mesa, me pregunté: ¿desde cuándo la valentía es tan escasa en los líderes del mundo? Milei no es perfecto –ni falta que hace–, pero tiene lo que a tantos les falta: el valor de enfrentarse a las hienas y rugir. Porque sí, el león ruge, y su eco llega lejos.
No puedo evitar pensar en cuánto se ha tragado sometidos a una espiral de silencio. Décadas de discursos planos, hechos a medida para no ofender a nadie y mantener contentos a unos en detrimento de otros. Y ahora aparece Milei, sacudiendo la jaula con una mezcla de lucidez y rabia, recordándonos que la libertad es un derecho que no se mendiga; se exige.
Más allá de sus palabras, lo que Milei ha logrado es abrir una grieta en el muro de la complacencia. Su mensaje no es solo para Argentina, es para todos los que hemos visto cómo el mundo se enreda en una maraña de hipocresía y corrección política. Él no pide permiso, no se disculpa. Y eso, en estos tiempos, ya es una revolución.
Por eso te lo digo: mejor que leer este post, mírate el vídeo. Escúchalo. Mira cómo una voz desafiante puede poner en jaque a un sistema entero. Porque el rugido del león no solo se escucha en Davos; también nos despierta a todos los demás.