La capacidad de la Unión Europea para fabricar patrañas con empaque de noble causa ya no sorprende a nadie. Ahora se han sacado de la manga el «Escudo de la Democracia», un engendro burocrático diseñado, según ellos, para protegernos de la desinformación y el discurso de odio. Qué bonito suena, ¿verdad? Lo bastante edulcorado como para que los seguidores de lo políticamente correcto aplaudan con las orejas sin pararse a pensar en qué demonios significa realmente. Porque, como suele pasar en esta Europa decadente, tras la retórica solemne viene el truco: es una mordaza más. Otro intento de unos políticos mediocres de controlar lo que puedes leer, escribir y hasta pensar.
El escudo en cuestión lo presidirá Nathalie Loiseau, una de esas figuras que encajan perfectamente en la fauna de Bruselas. Una aliada de Macron, un peón de las mismas redes globalistas que llevan años dirigiendo el cotarro. De Loiseau, se dice que es una vieja conocida de las redes financiadas por George Soros, ese magnate que lleva lustros moldeando la política europea a su conveniencia. De interferencias extranjeras sabe un rato, aunque no parece que el EUDS vaya a interesarse por las suyas. Su misión, según ella, es combatir la «desinformación» y evitar que actores malintencionados influyan en la opinión pública. En la práctica, traducido al idioma del burócrata, eso significa asegurarse de que solo circulen las versiones oficiales de la historia. Si la realidad contradice el dogma, se oculta. Si la gente empieza a hacer preguntas, se censura. Nada nuevo bajo el sol.
La estrategia de Bruselas es de manual: primero crean un problema y luego te venden la solución. Nos cuentan que hay una plaga de «odio» en internet, que las redes están infestadas de discursos peligrosos, y que la población está siendo manipulada por siniestros operadores internacionales. Y, por supuesto, ellos, los mesías de la democracia, han venido a salvarnos. La ironía es que los verdaderos artífices de la decadencia europea son ellos mismos: son los que han entregado nuestra industria al mejor postor, los que han arrasado nuestra autonomía energética, y los que, en nombre de la inclusividad y la tolerancia, han traído una censura que haría enrojecer de envidia a la vieja Stasi.
Hablemos del sector tecnológico, por ejemplo. La UE lleva años perdiendo la batalla de la innovación. No pintamos nada en el mundo de la inteligencia artificial, un campo que está dominado por Estados Unidos y China. Afortunadamente, podría decirse, porque con el talento y la visión de nuestros dirigentes, cualquier invento que saliera de aquí sería una chapuza monumental. Donde sí se han metido de lleno es en la regulación. ¡Ah, cuánto les gusta regular! Las tecnológicas han aprendido que el mejor modo de sobrevivir en este ecosistema de censura progresiva es doblegarse a sus dictados. Twitter, Facebook, Google… todas han ido adaptando sus políticas para ser aceptadas en el club europeo.
Pero claro, el EUDS no se conformará con esto. Ahora quieren ir más allá. Se acabó la libertad de expresión, el anonimato y la disidencia en redes. La era dorada de internet ha terminado. Bienvenidos a la era de los burócratas digitales, donde cualquier opinión inconveniente puede ser etiquetada como «odio» y borrada con un clic.
No es que el resto de políticas europeas sean mucho mejores. La misma mentalidad que está destruyendo la libertad de expresión es la que ha destrozado el sector del automóvil, entregándolo sin rubor a los chinos. Son los mismos iluminados que decidieron que la energía nuclear era el demonio y nos dejaron a merced del gas ruso. Ahora, con el agua al cuello, han vuelto a encender las centrales de carbón. ¿Os acordáis de la lluvia ácida, ese problema de los ochenta? Pues tranquilos, que en un par de décadas volveremos a hablar de ella. No hay nada como la incompetencia de los políticos europeos para convertir el progreso en retroceso.
El «Escudo de la Democracia» es solo otro clavo en el ataúd de una Europa que ya no tiene remedio. Lo venden como una garantía de nuestras libertades, pero es justo lo contrario: una herramienta para reforzar el pensamiento único, para enterrar cualquier voz discordante bajo un alud de normativas y sanciones. Nos están diciendo, sin tapujos, que hay cosas que ya no se pueden decir. Que hay ideas que no se pueden cuestionar. Que la verdad, a partir de ahora, la deciden ellos.
Y mientras tanto, la vieja Europa se hunde. No será la primera vez. La historia está llena de civilizaciones que se ahogaron en su propia arrogancia y estupidez. La diferencia es que esta vez nos lo van a retransmitir en directo, con subtítulos en 27 idiomas y el sello de aprobación de Bruselas.