No es el hombre más paciente ni el más indulgente, pero es un hombre harto. Se llamaba Martín Varsavsky y ha lidiado con la ineficiencia gubernamental en más ocasiones de las que, sin duda, puede contar. España, esa piel de toro que tanto amamos y que tan mal nos trata, se ha convertido en un festín para burócratas y políticos de chichinabo. Con un gasto público más allá del 45% del PIB y una eficiencia gubernamental que nos situaba en el puesto 31 de 38 países de la OCDE, según el Chandler Institute, la situación era insostenible. La Comisión Europea, en su ranking de 2023, nos colocaba en el puesto 23 de 27 en eficiencia del gasto público en la UE, con costes administrativos un 32% superiores a la media europea. Un despropósito que clamaba al cielo.
Auditoría Ciudadana representa una oportunidad para que los ciudadanos tomen las riendas y exijan una gestión más eficiente y transparente de los recursos públicos
No es que el despilfarro sea una novedad, ni que nos lo estemos inventando ahora. En 2022, el Instituto de Estudios Económicos (IEE) ya presentó un informe donde aseguraba que España podría ahorrar hasta 60.000 millones de euros con una mejora en la eficiencia del gasto público sin que eso supusiera un recorte en la calidad de los servicios. Sesenta mil millones. Lo repito por si alguien aún no ha escupido el café sobre el teclado. Y mientras tanto, aquí seguimos, con una Administración donde el exceso de asesores es solo comparable al de los mosquitos de Doñana en agosto, y donde las duplicidades entre autonomías, diputaciones y el Estado son más numerosas que los capítulos de Amar en tiempos revueltos.
Pero, como decía Quevedo, «no hay carga más pesada que un tonto con iniciativa». Y en este caso, el tonto resultó ser un empresario con más arrestos que pelos en la lengua. Inspirado, de alguna manera, por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) que dirige Elon Musk en Estados Unidos, Varsavsky decidió lanzar Auditoría Ciudadana, una plataforma de código abierto que permite a cualquier hijo de vecino analizar y proponer mejoras en el gasto público de España. Una especie de motosierra fiscal dispuesta a podar la maleza burocrática que asfixia al país.
La plataforma se presenta como una herramienta colaborativa que permite a los ciudadanos convertirse en auditores del gasto público, aplicando principios de eficiencia fiscal y optimización de recursos. El objetivo es claro: permitir que cualquier usuario pueda analizar los presupuestos públicos y proponer ajustes que lleven a un uso más eficiente de los recursos. Y todo ello, por supuesto, con datos verificables y ejemplos de éxito internacional.
Entre las propuestas que ya se barajan en la plataforma, destacan algunas que harían temblar los cimientos de más de un ministerio:
- Sueldo de los cargos políticos se deben indexen al sueldo medio del ciudadano español (SME): Presidente Gobierno: SME x 6, Ministros y Presidentes Autonómicos: SME x 5 Parlamentarios, Consejeros Autonómicos, Alcaldes Grandes ciudades: SME x 4, y así sucesivamente., con un ahorro estimado de 25.000 millones de euros anuales.
- Suprimir las Diputaciones: Estas instituciones a menudo solapan funciones con los Ayuntamientos, lo que puede generar redundancias en la gestión administrativa y en la asignación de recursos; 10.000 millones de euros.
- Digitalizar completamente la administración pública: Eliminando el papel y automatizando procesos, con un ahorro potencial de 1.600 millones de euros anuales.
Y otras que han brotado en cuestión de horas y amenazan con convertir Auditoría Ciudadana en un vertedero de ocurrencias que oscilan entre lo esperpéntico y lo directamente demencial. En apenas unas horas, la plataforma ha visto desfilar propuestas que harían sonrojar a cualquier junta de vecinos con ínfulas de Cortes Generales.
¿De dónde viene esta estampida de absurdos? Pues hay dos teorías. La primera es la más obvia: el hartazgo generalizado de un país que lleva décadas viendo cómo se despilfarra el dinero público mientras los responsables duermen tranquilos en sus poltronas. Es lógico que, cuando a la gente le das un espacio para desahogarse, termine convirtiéndolo en una mascletá de propuestas radicales, porque si algo hemos aprendido es que la moderación en este país dura menos que un billete de cincuenta en un bar de carretera.
La segunda posibilidad es más siniestra. No sería la primera vez que una iniciativa prometedora es saboteada por los mismos que ven en ella una amenaza. Es decir, los mismos de siempre, esos que han convertido el presupuesto público en su cortijo personal y ven en Auditoría Ciudadana una molestia que es mejor ridiculizar antes de que les toque el bolsillo. Y qué mejor manera de hacerlo que inundarla con disparates, de modo que la plataforma pase de ser una herramienta seria a un circo de tres pistas donde el público se ría antes de tomárselo en serio.
Así que a Varsavsky le toca tomar medidas, porque si no quiere que su auditoría acabe convertida en un muro de Facebook enloquecido, tendrá que establecer algún filtro para separar el grano de la paja. Lo digo yo, que nunca he sido amigo de censuras ni de inquisiciones, pero hasta para fiscalizar el despilfarro público hace falta un mínimo de rigor. Curioso: yo, pidiendo verificadores. Lo que hay que ver.
Para facilitar el trabajo de los usuarios, Auditoría Ciudadana proporciona acceso a bases de datos oficiales como los Presupuestos Generales del Estado, informes de la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) y estadísticas de organismos internacionales como la OCDE y el Banco Mundial. También incluye herramientas interactivas como simuladores de presupuesto, comparaciones internacionales y análisis de casos de éxito en otros países.
Varsavsky debe tomar medidas si no quiere que su auditoría acabe convertida en un muro de Facebook enloquecido, tendrá que establecer algún filtro para separar el grano de la paja
Y aquí es donde hay que decirlo todo. Martín Varsavsky no es nuevo en esto de lanzar proyectos ambiciosos. Hace tiempo planteó una iniciativa en mi propia localidad que, hasta donde sé, aún no se ha materializado. Hablamos de Barter Energy, una compañía fundada por Isabel Reija, Varsavsky y Miguel Salís, en alianza con Asterion Industrial Partners. La idea era convertir el centro comercial Belvalle, propiedad del Grupo Urbas y situado en Meco, en una fuente de energía solar para clientes y consumidores de la zona. Se anunció con bombo y platillo, prometiendo una instalación fotovoltaica de 100 kW de potencia, ejecutada por Sainsol Energía, una empresa especializada en instalaciones fotovoltaicas y autoconsumo energético.
La idea, hay que reconocerlo, no era mala, tener un centro comercial autoabastecido de energía solar sonaba bien. Pero, como tantas otras veces, lo que empieza como un brillante plan de innovación termina enfrentándose a la feroz burocracia española, esa máquina de triturar iniciativas privadas con una mezcla de papeleo infinito y regulaciones diseñadas para que nada prospere sin el visto bueno del político de turno.
¿Dónde quedó Barter Energy? Buena pregunta. No sería la primera vez que un proyecto con sentido común queda empantanado en una maraña de permisos, licencias y trámites que harían palidecer a Kafka. O, peor aún, que alguna mano invisible haya decidido que no es buen momento para que los ciudadanos nos independicemos de la mafia energética de siempre. Lo cierto es que, mientras el plan sigue -creo- en el limbo, en España continuamos gastando dinero en observatorios climáticos donde nunca ha habido un meteorólogo, y en diputaciones que parecen servir únicamente para que los amigos del partido cobren un sueldo, por poner sólo un par de ejemplos.
Volviendo a Auditoría Ciudadana, esta iniciativa, por loable que pueda parecer, no deja de ser una piedra lanzada contra un gigante. Un David contra Goliat en versión 4.0. Porque, seamos sinceros, ¿cuántas veces hemos visto nacer proyectos similares que, con el tiempo, se han diluido en la maraña burocrática o han sido fagocitados por intereses políticos? Demasiadas.
Sin embargo, hay algo en esta iniciativa que invita al optimismo. Quizás sea el hecho de que surge desde la sociedad civil, sin ataduras políticas ni intereses ocultos. O tal vez sea la transparencia con la que se presenta, poniendo a disposición de todos el código fuente y los datos utilizados. O simplemente, que ya estamos tan hartos de que nos tomen el pelo, que cualquier atisbo de cambio nos parece una bocanada de aire fresco.
Sea como fuere, lo cierto es que Auditoría Ciudadana representa una oportunidad única para que los ciudadanos tomen las riendas y exijan una gestión más eficiente y transparente de los recursos públicos. Una oportunidad para demostrar que, cuando se nos da la herramienta adecuada, somos capaces de fiscalizar y proponer mejoras que beneficien a todos.
Pero, como en toda buena historia, siempre hay un pero. Y es que, por muy buena que sea la herramienta, por muy nobles que sean las intenciones, todo dependerá de la voluntad de quienes ostentan el poder. Porque, al final del día, son ellos los que tienen la última palabra.
¿Quién es Martín Varsavsky?
Martín Varsavsky es un emprendedor argentino-español con una capacidad inusual para detectar oportunidades de negocio donde otros solo ven problemas. Un tipo con más ideas que tiempo y más empresas fundadas que muchos políticos tienen excusas. Es conocido por haber revolucionado el sector de las telecomunicaciones en España con Jazztel y Ya.com, sacudiendo un mercado que hasta entonces era un coto cerrado de las grandes operadoras. Luego, con FON, intentó crear una red global de WiFi compartido cuando todavía no sabíamos lo que era el 4G, y desde entonces no ha parado de trastear con proyectos en biotecnología, inteligencia artificial y energías renovables.
No es de los que se quedan de brazos cruzados viendo cómo el mundo se llena de incompetentes. Si hay un sector donde la ineficiencia campa a sus anchas, ahí aparece Varsavsky con un proyecto innovador dispuesto a sacudir el avispero. Lo ha hecho con la medicina, con startups como Prelude Fertility o como Overture Life, enfocadas en la reproducción asistida y la automatización de la embriología.
Su último caballo de batalla en España es la Auditoría Ciudadana, una plataforma digital para fiscalizar el gasto público y poner contra las cuerdas a los políticos que despilfarran el dinero de todos. Un intento de que la eficiencia no sea solo una palabra vacía en los discursos electorales. Claro que no es la primera vez que intenta hacer algo en nuestro país y se encuentra con la pegajosa maraña burocrática: Barter Energy, su proyecto de energías renovables para convertir centros comerciales en fuentes de energía solar, sigue sin materializarse del todo, atrapado en ese limbo donde tantas buenas ideas van a morir cuando chocan con la administración.
Martín Varsavsky es, en definitiva, un tipo que incomoda, porque donde muchos ven excusas él ve soluciones, y donde otros buscan subvenciones él busca innovación. Aplaudido por algunos, odiado por otros y temido por los burócratas, sigue en pie de guerra contra la ineficiencia. Y si la historia nos dice algo, es que este hombre no se cansa fácilmente.