Hoy, movido por la curiosidad, decidí aventurarme en esa red social de nombre poético: Bluesky. Anhelaba hallar el lugar donde algunas mentes inquietas discutieran sobre avances tecnológicos y descubrimientos científicos, mentes que habían abandonado X. Pero, ¡ay, amigo!, lo que encontré fue un desfile interminable de egocentrismos pixelados.
Al registrarme, el proceso fue sencillo, casi demasiado fácil para lo que vendría después. Una vez dentro, me recibió una interfaz familiar, reminiscente de aquel Twitter de antaño, antes de que se convirtiera en X bajo el yugo de Musk. Pero pronto, la nostalgia se desvaneció, reemplazada por una sensación de déjà vu mezclada con desilusión.
Esperaba encontrar debates sobre inteligencia artificial, discusiones sobre algún tema científico, al menos, alguna charla sobre las últimas novedades en gadgets. En su lugar, mi pantalla se llenó de rostros de tipos en poses estudiadas, labios fruncidos y miradas que intentaban ser seductoras pero que solo lograban parecer vacías. Selfies por doquier, como si el mundo necesitara otra plataforma para alimentar narcisismos desmedidos.
En esta España cainita, donde la ultraderecha dicen se encuentra en X y la ultraizquierda dicen que se encuentra en Bluesky, no me queda otra que estar en ambos lados, en esas dos trincheras, para hacer el sano ejercicio de contrastar opiniones. Lo ideal, sin embargo, sería abandonar las trincheras y afrontar debates con educación, escuchando al otro y confrontando ideas. Entre el blanco y el negro hay una extensa gama de grises, ahí es donde estamos la inmensa mayoría. Lamentablemente hoy no es posible hacerlo en un solo lugar, de momento.
Intenté navegar por los «feeds», esa característica que prometía ofrecer contenido acorde a mis intereses. Pero, al parecer, el algoritmo aún está en pañales o, peor aún, ha sido secuestrado por la superficialidad. Cada intento de filtrar contenido relevante se veía frustrado por una avalancha de imágenes insulsas y comentarios banales.
No pude evitar recordar los tiempos en que las redes sociales eran un hervidero de ideas, donde uno podía toparse con debates apasionados y aprender algo nuevo cada día. Ahora, parece que hemos retrocedido, convirtiendo estas plataformas en espejos digitales donde cada uno se contempla y busca la aprobación efímera de un «like».
Es irónico que una red que nació como alternativa a X, buscando ser un espacio más libre y auténtico, haya caído en las mismas trampas de vanidad y egocentrismo. Quizás el problema no reside en la plataforma, sino en nosotros, los usuarios, que hemos olvidado el potencial de estas herramientas y las hemos reducido a simples vitrinas de nuestro ego.
Al final, he cerrado la aplicación con una mezcla de tristeza y resignación. Seguiré en Bluesky (puedes encontrarme aquí), al menos de momento. Quizá esta primera mala impresión se borre en unos días. Veremos. Bluesky, con su nombre evocador, prometía ser un soplo de aire fresco en el mundo de las redes sociales. Pero, al menos por ahora, es solo otro escaparate de superficialidad y trinchera. Quizás aún haya esperanza, si decidimos usar estas plataformas para algo más que alimentar nuestra vanidad. Pero, viendo el panorama actual, no soy muy optimista.
En fin, seguiré buscando ese rincón digital donde la tecnología y la ciencia sean las protagonistas, y donde las ideas valgan más que una imagen filtrada o la trinchera en la que cada uno esté más cómodo. Si alguien lo encuentra, que me avise.