Europa se lanza a la carrera de la inteligencia artificial con InvestAI, un proyecto titánico que pretende posicionarse frente a los gigantes de Estados Unidos y China. Pero, ¿será realmente un nuevo titán en la batalla tecnológica o solo una ilusión envuelta en luces y promesas? La imagen que ilustra este post representa la dualidad de esta apuesta: una figura imponente, casi mítica, que irradia poder, pero que también podría ser solo una fachada brillante sin sustancia. ¿Será Europa el nuevo guerrero de la IA o quedará atrapada en su propia burocracia y promesas incumplidas?

Ursula von der Leyen, esa mujer de sonrisa calculada y verbo grandilocuente a la que los ciudadanos no hemos votado para que esté ahí, ha anunciado desde París que Europa se lanza a la carrera de la inteligencia artificial con un plan multimillonario bajo el nombre de InvestAI. La idea es recaudar 200.000 millones de euros para desarrollar modelos de lenguaje líderes, montar cuatro gigafactorías IA con 100.000 chips de última generación cada una y hacer del Viejo Continente un referente en este sector. Dicho así, suena espectacular. Suena a que por fin Europa ha despertado de su letargo regulador y ha decidido que no quiere quedarse atrás mientras China y Estados Unidos dominan la inteligencia artificial.

Ahora bien, el problema es que Europa siempre llega tarde a todo lo que huela a innovación. Es como ese tipo que se pasa años dando lecciones en la barra de un bar, criticando lo mal que hacen los demás su trabajo, y un buen día decide que él también puede ser empresario. Lo intenta, por supuesto, pero cuando se quiere dar cuenta ya le han comido el mercado, le han adelantado por la izquierda y por la derecha, y lo único que le queda es seguir regulando lo que otros han creado.

La gran revolución ha llegado con DeepSeek, que ha puesto a todo el mundo patas arriba, y hasta OpenAI, que no suele soltar prenda, se está viendo obligada a abrir ciertos aspectos de su código. Francia, que parece que al menos tiene algo más claro el rumbo, ha anunciado 100.000 millones de euros para herramientas de IA. Pero ahora llega la Comisión Europea con su apuesta y yo no puedo evitar la sensación de déjà vu. La de esas grandes inversiones que terminan diluyéndose entre burocracia, proyectos eternos que nunca ven la luz y comités que discuten hasta la extenuación cómo debe repartirse el pastel antes siquiera de encender los fogones.

Porque esa es otra. En Europa, cuando se habla de grandes planes tecnológicos, se habla sobre todo de cómo repartir el dinero. Se hacen presentaciones grandilocuentes, se organizan cumbres, se reparten subvenciones, y mientras tanto las empresas de Estados Unidos y China ya han puesto en marcha sus modelos, los han probado, han fracasado, han corregido y han vuelto a intentarlo hasta que han conseguido algo que funcione. Aquí no. Aquí nos gusta el consenso, las mesas de trabajo, los informes de impacto y, sobre todo, la burocracia.

Invertir en inteligencia artificial no es simplemente poner dinero sobre la mesa y esperar que las cosas sucedan. Es entender la dinámica de la innovación, saber que este sector avanza a velocidad de vértigo y que cada segundo cuenta. Mientras en Bruselas discuten sobre la transparencia de los algoritmos y las implicaciones éticas de la IA, en Estados Unidos ya han lanzado proyectos como Stargate, con una inversión inicial de 500.000 millones de dólares y con socios de la talla de OpenAI, NVIDIA o Microsoft. Y esa es la diferencia. En Europa todo es grandilocuencia política; en Estados Unidos y China es acción.

No quiero sonar como un cenizo, pero si tuviera que apostar, diría que esto acabará siendo un proyecto más de esos que se anuncian con mucho ruido y se desvanecen con el tiempo. Europa quiere competir con OpenAI, Google y DeepSeek, pero para hacerlo no basta con invertir dinero. Hace falta un ecosistema ágil, sin las trabas burocráticas que ahogan cualquier intento de innovación en este continente. Hace falta un Silicon Valley europeo, no un comité de expertos que se pase tres años decidiendo los estándares éticos de la inteligencia artificial antes de escribir una sola línea de código.

¿Y qué hay de España en todo esto?

España, en su línea, ha decidido mover ficha a su manera. Pedro Sánchez ha presentado Alia, la primera familia de modelos de lenguaje IA impulsada desde la Dirección General del Estado. Un proyecto pionero en Europa que, en lugar de lanzarse a la conquista global de la IA, ha optado por centrarse en el castellano y las lenguas cooficiales, cosa del terruño. Que sí, que está muy bien cuidar el idioma y que nuestras expresiones y cultura se reflejen en los modelos de IA, pero ¿es suficiente para competir con las grandes potencias?

El proyecto está liderado por el Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona y la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. Su objetivo es proporcionar herramientas IA públicas de código abierto, accesibles para universidades, empresas y usuarios. Junto con su lanzamiento, se han presentado dos herramientas prácticas: un chatbot para mejorar la gestión interna de la Agencia Tributaria y una aplicación médica enfocada en el diagnóstico precoz de insuficiencias cardíacas.

De momento, el Estado ha destinado 10 millones de euros -sí, 10 millones, no se me descojonen- a Alia, con una previsión de aumentar esa cifra hasta los 150 millones para su implantación en empresas. Una inversión irrisoria en comparación con los 200.000 millones de InvestAI o los 500.000 millones de Stargate. España apuesta por una IA propia, pero su alcance es nimio. Con un panorama internacional dominado por gigantes como OpenAI y DeepSeek, queda por ver si Alia será un paso sólido o simplemente un gesto simbólico para colgarse una medalla política, que ya les digo yo que sí, que es esto último.

Ojalá me equivoque. Ojalá InvestAI sirva para algo más que llenar titulares y organizar cumbres en hoteles de cinco estrellas. Ojalá dentro de unos años podamos decir que Europa ha conseguido un lugar en la vanguardia de la IA y que no nos hemos quedado otra vez en el vagón de cola de la innovación. Pero viendo los antecedentes, no tengo demasiadas esperanzas. Bienvenida sea la inversión, pero si tuviera que elegir un caballo ganador en esta carrera, me temo que Europa sigue sin ser una apuesta segura.

Artículo anteriorPresentación de la novela de ciencia-ficción «La dimensión intangible»
Artículo siguienteGaza: el nuevo botín del emperador yanqui
Enrique Pampliega
Con más de tres décadas dedicadas a integrar la geología con las tecnologías digitales, he desempeñado múltiples funciones en el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG) desde 1990. Mi trayectoria incluye roles como jefe de administración, responsable de marketing y calidad, community manager y delegado de protección de datos. He liderado publicaciones como El Geólogo y El Geólogo Electrónico, y he gestionado proyectos digitales innovadores, como la implementación del visado electrónico, la creación de sitios web para el ICOG, la ONG Geólogos del Mundo y la Red Española de Planetología y Astrobiología, ente otros. También fui coordinación del GEA-CD (1996-1998), una recopilación y difusión de software en CD-ROM para docentes y profesionales de las ciencias de la Tierra y el medio ambiente. Además de mi labor en el ICOG, he participado como ponente en eventos organizados por Unión Profesional y la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid, abordando temas como la calidad en el ámbito colegial o la digitalización en el sector. También he impartido charlas sobre búsqueda de empleo y el uso de redes sociales en instituciones como la Universidad Complutense o el Colegio de Caminos de Madrid. En 2003, inicié el Blog de epampliega, que en 2008 evolucionó a Un Mundo Complejo. Este espacio personal se ha consolidado como una plataforma donde exploro una amplia gama de temas, incluyendo geología, economía, redes sociales, innovación y geopolítica. Mi compromiso con la comunidad geológica fue reconocido en 2023, cuando la Asamblea General del ICOG me distinguió como Geólogo de Honor. En 2025 comienzo una colaboración mensual con una tribuna de actualidad en la revista OP Machinery.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí