Hay un viejo axioma que reza: «Si algo parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea». En el mundo de las compras online, esta máxima es el equivalente a no jugar al póker con desconocidos en un burdel de frontera. Porque, amigos míos, el ciberespacio no es un lugar de almas caritativas y negocios de corazón puro, sino un campo de batalla donde conviven tiendas honestas, timadores de alto nivel y estafadores con la mirada afilada de un pistolero al acecho.
Para moverse en este terreno sin acabar desplumado, conviene empezar por lo básico: el caballo. O en este caso, el dispositivo desde el que vamos a realizar nuestras compras. Mantener el sistema operativo actualizado, instalar un buen antivirus y no conectarse a redes WiFi públicas para transacciones sensibles es como cargar la recámara antes de cruzar el umbral de la cantina. El que entra desprevenido es pasto de los buitres.
Comprar online sin precaución es como jugar al póker con tramposos: siempre pierdes
Luego viene la parte más complicada: identificar a los comerciantes de fiar. En un mundo donde los trileros digitales montan y desmontan tenderetes con la velocidad de un forajido en plena fuga, la información legal del comercio es clave. Nombres completos, CIF, direcciones físicas y electrónicas, registros mercantiles… todo esto debe estar bien claro y visible. Si un vendedor no se toma la molestia de identificarse, es probable que tampoco se tome la molestia de enviarte lo que has comprado.
El dominio de la web también dice mucho del comercio. Consultar quién ha registrado un sitio y si el certificado HTTPS está en orden es la versión digital de comprobar si el tabernero lleva una pistola oculta bajo la barra. Porque, si la web no encripta bien los datos o su certificado no es válido, los ciberbandidos podrán interceptar tu información con la facilidad de un ladrón de ganado en una noche sin luna.
El pago es otro campo minado. Transferencias bancarias, pagos en efectivo y giros internacionales son el equivalente moderno a apostar todo al rojo en una ruleta trucada. Siempre que sea posible, conviene usar tarjetas de crédito con protección contra fraudes o intermediarios como PayPal que puedan mediar si las cosas se tuercen. Y ojo con las contraseñas: una clave segura es tan imprescindible como un revólver bien calibrado en un duelo al amanecer.
Y luego están los clásicos engaños de toda la vida, ahora disfrazados con ropajes digitales. Phishing, carding, tiendas falsas, aplicaciones fraudulentas… La pandilla de estafadores ha cambiado las cartas marcadas por códigos maliciosos, pero el objetivo es el mismo: dejarte sin blanca y con cara de idiota. Sospecha de los chollos imposibles, de las tiendas sin reseñas, de los emails alarmistas pidiéndote datos bancarios con urgencia. Si alguien te ofrece un Rolex por veinte euros, o es falso, o es robado, o ambas cosas.
Y si, a pesar de todo, la bala te alcanza y terminas estafado, reclama. La ley está de tu lado, pero hay que moverse rápido. Existen derechos al desistimiento, garantías y protecciones sobre datos personales que pueden salvarte de la ruina. Denuncia, exige, recupera tu dinero y asegúrate de que el sinvergüenza que intentó timarte acabe con su fechoría frustrada.
La guía de la AEPD es tu mejor revólver contra estafas digitales. Léela
En definitiva, comprar por internet no tiene por qué ser un duelo a vida o muerte si uno sabe cómo moverse. No se trata de evitar el ciberespacio como un cobarde que teme al saloon, sino de entrar en él con la seguridad de quien conoce las reglas del juego. Porque al final, en este Oeste Digital, la diferencia entre un buen negocio y una emboscada radica en la rapidez con la que desenfundas la información correcta.
Y para quien quiera ahondar en este asunto sin perder la camisa, adjunto una excelente guía de la Agencia Española de Protección de Datos. Imprescindible. Como el Winchester en una emboscada o el ojo avizor cuando entras en una partida donde todos sonríen demasiado.
Ya me he descargado la guía que leeré pero es verdad, yo he tenido 2 casos que al final los gané pero como bien dices compañero te quedas boquiabierto cuando te ocurre. Una fue una compra ropa que habían copiado todo casi perfectamente como si estuvieras comprando en la tienda original menos mal que solo fueron 25€ pero de 25€ en 25€ cuánto dinero recaudarian a gente que no se molestaron en denunciar y otra vez fue en el alquiler de un coche que en principio estaba todo bien pero al final cuando devuelves el coche como tienen tú tarjeta de crédito por si tienes alguna multa infracción me cobraron 3 veces más por una factura que nunca entendí falsa. La reclamé y me lo devolvieron igual pero el tiempo empleado y la cara de poker que se me quedó fue impresionante y sobretodo quien se fia hoy en día de comprar por internet .
Ya ves, compañera, el mundo está lleno de caraduras con más imaginación que un novelista y menos escrúpulos que un trilero en feria de pueblo. Lo de la ropa es un clásico: copian hasta el olor de la tienda original y te venden un trapo que se deshace antes del primer lavado. Y lo de los alquileres de coches es de manual: te reciben con sonrisas, pero en cuanto firmas, te sacuden la cartera con la misma elegancia con la que un buitre despluma a un cadáver. Al final, recuperas el dinero, sí, pero la mala leche que se te queda no hay quien te la quite. Comprar por internet es una ruleta rusa, y encima sin la emoción de la pólvora. Como para fiarse…