Lo que uno no espera, ya bien avanzado el último tercio del tablero, es que le inviten a subirse a un barco respetable, de esos que navegan sin hacer mucho ruido pero que tienen las bodegas repletas de buena munición. Que le ofrezcan un camarote con escritorio a babor, y le digan: «Aquí tienes papel y tinta. Escribe lo que te dé la gana.»

Así fue. Y así será. Desde ya, este marzo, me embarco en una colaboración mensual con la revista OP Machinery, dirigida con talento, temple y bastantes redaños por Primitivo Fajardo —viejo lobo del oficio, curtido en los temporales del periodismo cuando aún se redactaba con máquinas que pesaban como muertos y olían a plomo caliente—. Pero mi rincón no va de maquinaria, aunque la casa la albergue muy dignamente. Va de otras cosas. Cosas que, siendo como son, ya ni se nombran con claridad: la economía que nos roba el sueño, la política que nos toma el pelo, la innovación que avanza más deprisa que nuestra capacidad de entenderla. Y también —faltaría más— de los mecanismos de manipulación informativa, que son hoy más sutiles, más educados, y por eso más peligrosos.

Mi tribuna no será un parte de obras ni un catálogo de excavadoras. No esperen encontrar aquí detalles sobre cilindradas ni hidráulicos, aunque no les niego que alguna vez me entren ganas de mandar a más de uno al hoyo con una Caterpillar. Lo mío será otro tipo de terreno, igual de pedregoso: el de la actualidad, esa ciénaga movediza donde todos chapoteamos sin botas. Lo que leerán será opinión. Mía. Propia. Sin maquillaje ni servilismos. La de este labriego de la tecla.

Hablaré de lo que duele y de lo que se oculta. De lo que se mastica en las colas del paro y de lo que se cocina en los despachos donde nadie responde al teléfono. De cómo nos venden progreso cuando lo que nos están vendiendo es humo, y de cómo nos distraen con circo para que no miremos la caja registradora.

No soy economista, ni sociólogo, ni ingeniero de datos. Pero sí soy un tipo que lleva décadas observando, escribiendo, olfateando la podredumbre bajo las alfombras. Me he manchado en muchos charcos, he montado proyectos, he visto cómo los poderosos mueven los hilos mientras el ciudadano de a pie —usted, yo, el vecino de la segunda— se juega las costillas para llegar a fin de mes. Y creo, modestamente, que algo tengo que decir. Por eso acepté la invitación de Primitivo, a quien respeto no solo por su trayectoria, sino por tener el coraje de abrir espacio a voces incómodas. Porque escribir es eso. Ser incómodo. Molestar. El que escribe para agradar, no escribe: adula. Y ya tenemos demasiados aduladores con tribuna.

Esta sección mensual será, entonces, un espacio para decir lo que muchos piensan y pocos se atreven a poner por escrito. Lo haré con ironía cuando se pueda, con mordacidad cuando se deba, y con ternura —sí, también hay sitio para eso— cuando la humanidad lo merezca. Y será, además, un rincón donde mirar el mundo desde una óptica libre, sin pasar por el tamiz de los gabinetes de comunicación, ni por el filtro de los intereses políticos, económicos o corporativos.

Escribiré sobre el coste de la vida, sobre la Inteligencia Artificial que nos sustituye a velocidad de vértigo, sobre los nuevos gurús del liderazgo que venden recetas de autoayuda en cápsulas doradas, sobre las democracias fatigadas y los autoritarismos con corbata, sobre la España vacía y la Europa hueca, sobre la sobreinformación que nos idiotiza y la tecnología que promete salvarnos mientras nos vigila.

Y como no quiero engañar a nadie, lo aviso desde ya: mi tribuna no será un spa intelectual. Será un campo de minas, pero con mapa. Aquí encontrará usted preguntas incómodas, respuestas provisionales y verdades molestas. Las mismas que se susurran en los bares y en las reuniones familiares antes de que alguien ponga fútbol para no tener que hablar de ellas.

Me interesa el ciudadano que duda, que no repite consignas, que no comparte titulares sin leer la letra pequeña. Me interesa la gente que se equivoca y rectifica. Me interesa el que no se fía de los mensajes masivos y se pregunta qué se esconde tras cada campaña publicitaria, tras cada subida del salario mínimo, tras cada nuevo algorrino que dice trabajar por nuestro bien.

Cada tribuna será, en cierto modo, una trinchera. Una donde el arma será la palabra, y la munición, los datos, la lógica, el sentido común. Eso que parece haber desertado de nuestras instituciones, de nuestras pantallas y de nuestras aulas.

Así que prepárense. Porque aquí no habrá lugar para la corrección política ni para la tibieza. Tampoco para el sectarismo. No me interesan los bandos. Me interesan los hechos. Y si algún día me equivoco —que lo haré—, será por pensar por mí mismo, no por seguir la corriente.

Quiero agradecer públicamente a OP Machinery, y en particular a Primitivo, el valor de incluir esta mirada en su revista. No es habitual que una publicación especializada —seria, solvente, respetada en su ámbito— se abra al análisis generalista, y lo haga además sin pretender domesticar al articulista. Es una rara avis en estos tiempos, y eso, precisamente, la hace valiosa.

La idea es sencilla: crear un espacio mensual donde reflexionar, provocar y aportar puntos de vista diferentes. Donde la actualidad no se aborde como espectáculo, sino como lo que realmente es: el escenario donde se juega el destino de nuestras vidas, nuestros trabajos y nuestras libertades.

Así que ya lo sabe. Si quiere otra dosis de anestesia informativa, no lea «LA ÚLTIMA». Si quiere entender por qué su hijo, con dos carreras, está repartiendo paquetes, o por qué su pensión peligra mientras las eléctricas baten récords de beneficios, pase por aquí cada mes. Le prometo que no le haré perder el tiempo. Y que, si me lo permite, le acompañaré en esa tarea tan raruna en este siglo XXI: pensar por cuenta propia.

Bienvenidos a bordo. Ajusten el casco. Esto no será un paseo, pero puede que merezca la pena.

Y si alguno se pregunta con qué imagen ilustramos esta declaración de intenciones, les diré que no podía ser otra: esa gloriosa portada apócrifa de Newsweek en la que aparezco como “El hombre que sabía demasiado”. Una joya gráfica que me hizo llegar —con una sonrisa y más retranca que un gallego en Finisterre— el mismísimo Primitivo Fajardo justo en el momento de darme la bienvenida a OP Machinery. Qué quieren que les diga: hay quien manda un correo formal, y hay quien te lanza directamente a la leyenda con gafas rojas y fondo cósmico. Primitivo es de estos últimos.

Así que, con semejante carta de presentación, solo me queda corresponder como es debido. Ya lo saben: este mes de marzo arrancamos con “Balas ecológicas y cañones para la paz”, una primera entrega cargada de pólvora dialéctica y verdades como proyectiles. Porque si vamos a decir lo que pensamos, mejor hacerlo con puntería.

Aquí empieza la aventura. Nos leemos.

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Enrique Pampliega
Con más de tres décadas dedicadas a integrar la geología con las tecnologías digitales, he desempeñado múltiples funciones en el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG) desde 1990. Mi trayectoria incluye roles como jefe de administración, responsable de marketing y calidad, community manager y delegado de protección de datos. He liderado publicaciones como El Geólogo y El Geólogo Electrónico, y he gestionado proyectos digitales innovadores, como la implementación del visado electrónico, la creación de sitios web para el ICOG, la ONG Geólogos del Mundo y la Red Española de Planetología y Astrobiología, ente otros. También fui coordinación del GEA-CD (1996-1998), una recopilación y difusión de software en CD-ROM para docentes y profesionales de las ciencias de la Tierra y el medio ambiente. Además de mi labor en el ICOG, he participado como ponente en eventos organizados por Unión Profesional y la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid, abordando temas como la calidad en el ámbito colegial o la digitalización en el sector. También he impartido charlas sobre búsqueda de empleo y el uso de redes sociales en instituciones como la Universidad Complutense o el Colegio de Caminos de Madrid. En 2003, inicié el Blog de epampliega, que en 2008 evolucionó a Un Mundo Complejo. Este espacio personal se ha consolidado como una plataforma donde exploro una amplia gama de temas, incluyendo geología, economía, redes sociales, innovación y geopolítica. Mi compromiso con la comunidad geológica fue reconocido en 2023, cuando la Asamblea General del ICOG me distinguió como Geólogo de Honor. En 2025 comienzo una colaboración mensual con una tribuna de actualidad en la revista OP Machinery.

4 COMENTARIOS

  1. «Soy fiel seguidora tuya, y ahora también de OP Machinery. Me encanta la lectura sin tapujos, clara y actual. Ya decidiré yo con qué quedarme y hacia dónde opinar. Me parece genial esta oportunidad; creo que va a ser un win-win para ambos. ¡Enhorabuena, compañero!

    • Muchísimas gracias compa. No sabes cuánto valoro tus palabras, tu seguimiento constante y, sobre todo, ese espíritu libre con el que lees, piensas y decides. Que tú te sumes también a la travesía de OP Machinery ya es, para mí, un pequeño triunfo. Ojalá esta tribuna sea, como dices, un win-win: para quien escribe, pero sobre todo para quien lee con criterio propio. Seguimos en marcha, compañera. Con la brújula bien calibrada.

  2. Querido don Enrique: para este incombustible que suscribe, que no se abrasa ni a lo bonzo, como bien dices, es un placer darte la bienvenida a bordo de «OP Machinery», donde tienes «La Última» reservada para lo que gustes escribir con esa diestra y flamígera pluma que manejas con tanta destreza y razón como justicia y sentido común. «El hombre que sabía demasiado», aparte de un guiño cinematográfico, es una verdad palmaria que se contrasta en cuanto se te inspecciona la molondra, alicatada hasta la calota de sabiduría y ciencia. La «portada del Newsweek» es la forma de abrirte los brazos, efectivamente, y agradecer tu disponibilidad y tu aportación altruista a la causa de creer que con nuestro pequeño grano de arena contribuiremos a lograr un mundo mejor para todos. Un abrazote enorme y agradecido. Y felices singladuras.

    • Tu bienvenida no es de esas que se despachan con fórmulas de cortesía y almíbar institucional. Es —como tú— generosa, lúcida y con retranca, que es como mejor se navega cuando las aguas de la actualidad bajan turbias. Lo de “La Última” me honra tanto como me obliga: intentaré estar a la altura del sitio y de los lectores, sin perder el pulso ni la ironía.

      Que me llames “el hombre que sabía demasiado” es un riesgo, porque ya sabes que en este país al que sabe demasiado o lo callan o lo jubilan antes de tiempo. Pero acepto el título con la cabeza bien alta y el ego moderadamente inflado, aunque ya sabes tú —que eres sabio— que lo importante no es lo que uno sabe, sino lo que calla a tiempo.

      Gracias por esa portada de Newsweek, que bien podría estar enmarcada en la cantina de algún cuartel editorial perdido entre imprentas. Y gracias, sobre todo, por seguir creyendo —como crees, como creo— que aún hay espacio para escribir con libertad, aunque sea desde las trincheras pequeñas, esas que los mapas oficiales no señalan, pero desde las que a veces se ganan guerras.

      Un fuerte abrazo, compañero. Y que no nos falte pólvora, ni tinta, ni ganas. Seguimos a flote.

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