La fecha es hoy. Treinta de abril. Un día antes del Día del Trabajador porque, como bien dicen los de SAVIA, fuimos los primeros en llegar. Nosotros abrimos camino, pusimos los cimientos y empujamos el arado cuando no había ni surco ni semilla. No me lo han contado, lo he vivido. Y por eso, como viejuno declarado —y orgulloso—, firmo ese manifiesto con la pluma de quien aún tiene mucho que escribir. Porque no estoy dispuesto a que me aparquen en el arcén del mercado laboral como si ya no quedara gasolina en este motor que ha recorrido más kilómetros que un taxi madrileño en noche de Champions.
A los que superamos los 50 nos llaman muchas cosas: veteranos, sénior, maduros, viejunos, dinosaurios incluso. Pero no nos llaman lo que deberían: imprescindibles. Porque no es arrogancia decirlo, es estadística pura: más de 839.000 personas mayores de 50 años están en paro en este país (1T 2025). Más de la mitad, parados de larga duración. ¿Y por qué? Porque a alguien, en alguna oficina de recursos (cada vez menos humanos), se le ocurrió que tener experiencia era sinónimo de estar obsoleto. Que saber demasiado era un problema. Que haber vivido demasiado nos convertía en reliquias. Y no, señores. No somos fósiles: somos cimientos.
Hoy celebro el Día del Trabajador Sénior porque tengo más de 50 razones para no colgar los guantes. Porque si algo he aprendido en estos años es que el talento no se mide por la fecha de nacimiento que ponga en tu DNI. Se mide por la capacidad de aprender, de adaptarse, de resistir. Por la templanza con la que uno responde ante la crisis, por la ética con la que encara un reto, por la sabiduría que solo se gana a base de cicatrices. Así que, con permiso, aquí van mis 50 razones —o más— para seguir contando con nosotros. Léelas, y dime luego si no merecemos otra oportunidad.
- Porque llevamos décadas aprendiendo… y aún no hemos parado.
- Porque nadie enseña mejor a remar que quien ha sobrevivido a varias tormentas.
- Porque las canas no son un problema, son medallas al mérito laboral.
- Porque sabemos lo que vale un compromiso… y lo firmamos con la vida.
- Porque no necesitamos tutores. Somos los que tutorizaron a otros.
- Porque sabemos distinguir lo urgente de lo importante.
- Porque, a diferencia de muchos, no vivimos enganchados al móvil: vivimos conectados a la realidad.
- Porque hemos visto pasar tecnologías, y aquí seguimos, actualizados y operativos.
- Porque cuando hay que apagar fuegos, no preguntan la edad del bombero.
- Porque en la reunión, callamos menos… pero decimos más.
- Porque no presumimos de saberlo todo, pero sí de querer seguir sabiendo.
- Porque llegamos antes. Y eso también cuenta.
- Porque hemos visto caer imperios y levantar empresas desde el garaje.
- Porque en nuestra mochila hay errores, sí. Pero también soluciones.
- Porque fuimos analógicos, nos hicimos digitales y seguimos caminando.
- Porque no necesitamos «soft skills»: las traemos de serie.
- Porque el sentido común no viene en másteres, y a nosotros nos sobra.
- Porque no tenemos miedo a las crisis: hemos sobrevivido a varias.
- Porque el trabajo no es solo productividad: es dignidad.
- Porque no venimos a figurar, venimos a sumar.
- Porque cuando decimos que algo va a fallar… suele fallar. Experiencia, lo llaman.
- Porque si hay que quedarse más allá de la hora, no pedimos pizza: nos arremangamos.
- Porque ya no tenemos que demostrar nada… salvo que aún podemos con todo.
- Porque el «senior» en inglés suena moderno, pero aquí nos llaman viejos. Pues que lo sepan: también sabemos inglés.
- Porque sabemos negociar sin Excel y vender sin PowerPoint.
- Porque valoramos el trabajo, no el postureo.
- Porque escuchamos antes de hablar. Y cuando hablamos, decimos algo.
- Porque tenemos cicatrices donde otros aún no tienen callos.
- Porque sabemos cuándo apretar… y cuándo soltar.
- Porque no necesitamos coaching para saber lo que queremos.
- Porque a nuestra edad, ya no nos callamos lo que importa.
- Porque si hay que empezar de nuevo, lo hacemos. Con lo que sabemos.
- Porque no nos da miedo pedir ayuda, ni ofrecerla.
- Porque en el trabajo, como en la vida, lo importante es la resistencia.
- Porque no prometemos el oro y el moro: entregamos resultados.
- Porque sabemos lo que cuesta llegar a fin de mes… y aún así damos el 100%.
- Porque los lunes no nos deprimen: nos activan.
- Porque si caemos, no lloramos: nos levantamos.
- Porque no necesitamos aprobación constante: nos basta con dormir tranquilos.
- Porque para cada moda, tenemos una historia.
- Porque no tenemos que gustarle a TikTok para ser eficaces.
- Porque no cambiamos de trabajo por aburrimiento: cambiamos el trabajo para que no aburra.
- Porque la edad no es límite: es contexto.
- Porque aún soñamos. Y eso no tiene edad.
- Porque el talento no caduca, aunque lo digan los algoritmos.
- Porque llevamos más de media vida trabajando, y aún no hemos dicho la última palabra.
- Porque no hacemos ghosting: damos la cara.
- Porque la experiencia no se improvisa.
- Porque sabemos que el verdadero jefe es el cliente… y lo respetamos.
- Porque a estas alturas, no queremos medallas: queremos oportunidades.
- Porque aún nos queda gasolina, y no somos de los que se bajan del tren antes de tiempo.
Y tú, que estás leyendo esto, ¿de verdad crees que no merecemos seguir en activo?
Hay 839.200 personas mayores de 50 años esperando una oportunidad. Muchas de ellas con la ilusión intacta, con las ganas de siempre y con una experiencia que ya quisieran algunos con media vida laboral por delante. A las mujeres, por cierto, les va aún peor. Más del 55% de las personas desempleadas sénior son ellas. ¿Y luego nos preguntamos por qué se habla de edadismo? Es la tercera causa de discriminación del mundo, según la OMS. Y en España, lo practicamos con la naturalidad de quien ya ni se da cuenta de que está haciendo algo mal.
Por eso, hoy, este manifiesto no es un gesto simbólico. Es una trinchera. Una trinchera contra el prejuicio, contra la mediocridad y contra esa moda estúpida de pensar que la juventud lo arregla todo. La juventud está bien, claro que sí. Pero mezclada con la experiencia. Con los veteranos. Con los que ya se han equivocado y, por tanto, saben por dónde no ir.
Porque lo que nos falta no es gente joven. Es sentido común. Y a ese, querido lector, lo suelen traer los años.
Así que firma. Comparte. Lucha. Porque este 30 de abril, el Día del Trabajador Sénior, no es solo una efeméride: es una barricada.
Los viejunos no nos rendimos. No nos rendiremos jamás. Porque el talento no entiende de edad. Y porque a nosotros, los de más de 50, nos sobran las razones.