En una mina de carbón en Mongolia Interior, un rincón perdido donde las temperaturas descienden hasta cuarenta grados bajo cero y el viento corta como una navaja albaceteña, ha comenzado a rugir un ejército sin precedentes. Son 100 camiones eléctricos autónomos, fruto del matrimonio tecnológico entre Huawei y la energética Huaneng. No hay hombres al volante, ni falta que hacen: la inteligencia artificial manda, las máquinas obedecen, y el mineral fluye como sangre en las venas digitales de la nueva revolución industrial.

Hace apenas unos días, Huawei nos informaba en su artículo «World’s First Fleet of 100 5G-A Autonomous Electric Mining Trucks Launched at Yimin Mine» sobre algunos detalles técnicos que hacen posible esta hazaña. Estos camiones, llamados Huaneng Ruichi, se conectan mediante redes 5G-Advanced (5G-A), capaces de manejar enormes volúmenes de datos con una latencia mínima. Gracias a esta tecnología, los vehículos pueden coordinarse de manera milimétrica, sorteando obstáculos y optimizando rutas en tiempo real. Además, cada camión está equipado con sistemas avanzados de inteligencia artificial y computación en la nube que controlan desde la conducción hasta el intercambio automatizado de baterías, garantizando una operación continua las 24 horas del día.

Que nadie se lleve a engaño: lo que se cuece allí no es una simple excentricidad asiática. Esto es una advertencia seria de cómo la minería, y por extensión casi cualquier industria, podría funcionar en el futuro inmediato. Estos camiones, que transportan hasta 90 toneladas cada uno y trabajan sin descanso gracias a sistemas automáticos de recambio de baterías, son el sueño húmedo de cualquier empresario con un mínimo sentido práctico y una pizca de desdén hacia la nostalgia laboral.

Los datos, fríos como la noche mongola, hablan por sí solos: gracias a la inteligencia artificial y a las redes 5G-Advanced, la productividad ha saltado un 20% respecto al viejo método de operadores humanos, esos seres falibles que necesitan descanso, salario y sindicatos. Y por si fuera poco, el riesgo de accidentes laborales ha caído en picado. No es difícil entender por qué los empresarios chinos sonríen satisfechos y miran hacia Occidente con una mezcla de desprecio y lástima.

Mientras tanto, aquí en Europa seguimos en debates sobre la sostenibilidad, la ética y el paisaje. No es que esos temas carezcan de importancia, ojo. Pero uno tiene la impresión de que, mientras nosotros discutimos acaloradamente en tertulias radiofónicas o comités políticos, el futuro nos adelanta por la derecha y sin intermitentes.

La revolución tecnológica impulsada por la IA tiene consecuencias profundas para el empleo y la sociedad, generando beneficios económicos, pero también grandes interrogantes éticos que estamos ignorando

China, con su pragmatismo brutal y su desprecio absoluto por los convencionalismos occidentales, lleva años jugando en otra liga. En Mongolia Interior, donde hasta ayer había trabajadores expuestos a los peligros propios de una mina, hoy solo hay pantallas, algoritmos y vehículos que circulan obedientemente bajo el mando de una inteligencia artificial tan precisa como despiadada.

¿Y qué pasa con esos miles de hombres y mujeres que antes tenían un sueldo gracias al sudor y al riesgo de trabajar en condiciones extremas? Nadie lo dice en voz alta, claro, porque admitir que el progreso tecnológico no solo crea riqueza, sino también nuevas y dolorosas desigualdades, no vende titulares bonitos ni gana elecciones.

A este lado del mundo, se nos llena la boca con promesas de empleo sostenible, reconversiones laborales y otras bonitas mentiras para dormir tranquilos por las noches. En China, sin embargo, no pierden el tiempo con tales escrúpulos: la productividad manda y la IA dispone. Allí no hay lágrimas ni nostalgias y si las hay, se acallan. Solo cifras, resultados y un futuro que llega antes para unos que para otros.

Este caso de Huawei y Huaneng debería ponernos los pelos de punta, pero prefieren ignorarlo. Que España debata si abrir o no nuevas minas sin considerar en serio la automatización que ya es imparable, es tan absurdo como intentar detener un tsunami con buenas intenciones y palabras huecas.

Porque lo que está sucediendo allí no es solo un cambio tecnológico. Es una transformación radical de la sociedad y del trabajo tal como lo conocemos. No solo desaparecen empleos: desaparece también la propia idea de trabajador, sustituida por máquinas impecables, incansables y sin derechos laborales. Pero seguimos distraídos, más preocupados por encontrar enemigos fáciles que por enfrentar los verdaderos desafíos del mañana.

Quizá sería sensato que, por una vez, dejáramos de mirar hacia otro lado y empezáramos a discutir en serio cómo afrontar el futuro inmediato. Aunque, claro, es más fácil ignorar el problema hasta que la máquina nos pase por encima.

Artículo anteriorFrankenstein, Mary Shelley y el monstruo que anticipó el transhumanismo
Artículo siguienteRocroi, la sangre y el honor de los Tercios
Enrique Pampliega
Con más de cuatro décadas de trayectoria profesional, iniciada como contable y responsable fiscal, he evolucionado hacia un perfil orientado a la comunicación, la gestión digital y la innovación tecnológica. A lo largo de los años he desempeñado funciones como responsable de administración, marketing, calidad, community manager y delegado de protección de datos en diferentes organizaciones. He liderado publicaciones impresas y electrónicas, gestionado proyectos de digitalización pioneros y desarrollado múltiples sitios web para entidades del ámbito profesional y asociativo. Entre 1996 y 1998 coordiné un proyecto de recopilación y difusión de software técnico en formato CD-ROM dirigido a docentes y profesionales. He impartido charlas sobre búsqueda de empleo y el uso estratégico de redes sociales, así como sobre procesos de digitalización en el entorno profesional. Desde 2003 mantengo un blog personal —inicialmente como Blog de epampliega y desde 2008 bajo el título Un Mundo Complejo— que se ha consolidado como un espacio de reflexión sobre economía, redes sociales, innovación, geopolítica y otros temas de actualidad. En 2025 he iniciado una colaboración mensual con una tribuna de opinión en la revista OP Machinery. Todo lo que aquí escribo responde únicamente a mi criterio personal y no representa, en modo alguno, la posición oficial de las entidades o empresas con las que colaboro o he colaborado a lo largo de mi trayectoria.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí