Hoy cumplo sesenta años. Lo digo sin aspavientos ni fanfarria, pero con cierta satisfacción de quien ha cruzado media docena de décadas y sigue aquí, más por tozudez que por disciplina médica.
Recuerdo perfectamente aquel 9 de junio de 2015. Lo conté entonces en este mismo blog: desde las 6:49h no dejaron de sonar los pitidos del móvil —este año los pitidos han comenzado a 1:15h—, como si cada notificación quisiera recordarme que el medio siglo se celebraba sí o sí. Lo celebré. A mi manera. Con sorna, con cariño, con una cartulina en forma de Ferrari y unas compañeras que sabían que lo mío con los coches es como lo de los berberechos con el senderismo.
Diez años después, vuelvo a escribir. Porque escribir es una forma de resistir. Y celebrar. Y vaya si hay cosas que celebrar.
No han sido años fáciles, no os voy a engañar. Entre aquellos 50 y estos 60, la vida me fue dejando algunas sillas vacías en la mesa. Se fue mi padre. Poco después, mi suegra. Y más tarde, mi madre. Tres golpes. Tres silencios. Tres maneras de aprender que el tiempo no se negocia. Y por si fuera poco, se presentó el cáncer. Sin pedir audiencia ni presentarse con educación. Se quedó. Como esos okupas de los que luego no te libras ni con sentencia judicial. Pero aquí estoy. De pie. O algo que se le parece. Sin embargo, pese a todo, puedo decir sin dudarlo que también ha sido una década maravillosa.
He visto a mi hija convertirse en una mujer valiente, inteligente, trabajadora, con una carrera en economía que ya quisieran muchos y más másteres que un Jedi. Verla abrirse camino con luz propia ha sido —y sigue siendo— un regalo que lo compensa todo.
Mi santa, por su parte, sigue conmigo. Más de treinta años compartiendo días buenos, días menos buenos y días de “hoy no me hables”. Y aún así, seguimos caminando juntos. Que eso, a estas alturas, es media vida.
Y sigo escribiendo este blog. Que es, desde hace años, mi rincón de trinchera, mi altavoz, mi refugio y, quién sabe, quizá algún día mi libro. Porque ya son muchas las entradas, muchas las historias, muchos los lectores —fieles, dispersos, sorprendidos— que han pasado por aquí. Y eso también se celebra.
En el trabajo no me puedo quejar. Me nombraron Geólogo de Honor, aunque no tengo título oficial, pero sí muchas horas de vuelo y un puñado de proyectos sacados adelante con más entusiasmo que presupuesto. Gracias.
Así que sí. Cumplo 60. Pero no con nostalgia ni con resignación. Con orgullo. Con la sonrisa torcida del que ha salido magullado pero no vencido. Y con la certeza de que aún me quedan páginas por escribir, caminos por andar y alguna que otra gamberrada por cometer.
Me dicen que tengo una salud de hierro. Lamentable, pero de hierro. Resistente, testaruda, que aguanta como puede y a veces como quiere. Pero aguanta. Y eso basta.
Nos vemos en 2035. Quien sabe si aquí mismo, en este blog, o en una presentación de ese libro que quizás me anime por fin a publicar. No sé cómo estaré entonces, pero tengo claro que, si llego, será con los ojos bien abiertos, la lengua afilada y la libreta medio llena.
Porque los años se cumplen. Pero también se viven. Y yo, por suerte o por cabezonería, sigo viviéndolos.
Eres un crack amigo. Felicidades que pena que no pueda tirarte de las orejas y darte un achuchón de esos que no te gustan. ¡Vamos a por los 70! La actitud es lo que cuenta y la tuya es invencible. Morirás con las botas puestas.
¡Gracias, querida Yolanda! Lo del tirón de orejas te lo perdono… el achuchón ya es otro cantar 😅
Lo de las botas puestas lo firmo, pero que sean cómodas, que a estas alturas uno ya no está para estrenar calzado nuevo.
Vamos a por los 70, sí. Con retranca, con libreta… y con los amigos que siguen ahí, como tú. 🥂
Feliz década Enrique. Un fuerte abrazo
¡Gracias, Carlos!
Una década más no es poca cosa… pero aquí seguimos, sumando vida.
Un abrazo fuerte de vuelta, compañero.
Muchas felicidades Enrique. Que sigamos celebrando juntos las décadas con la mejor salud posible y podamos seguir disfrutando de tus admirables criterio y pluma!!!
¡Gracias, querida Cristina! Ojalá sigamos celebrando décadas, salud y vida compartida. Y que nunca falten las conversaciones con criterio, ni las palabras bien puestas. Un abrazo enorme, de los que duran más que un post.