No hemos llegado todavía a julio, pero el aire ya huele a alquitrán caliente y a siesta forzosa. En estas latitudes, cuando uno pisa la calle y siente que el asfalto lo mira con rencor, es fácil entender por qué tantos buscamos refugio en lo irreal. Lo extraordinario. Lo que, por lo menos, no te roba, no te miente ni te exige el voto. Y ahí, justo ahí, es donde aparece Midjourney con su nuevo artefacto: V1, una inteligencia artificial que no escribe, no razona, no conversa… pero anima. Literalmente.

Si te suena Midjourney, es por algo. Fue la IA de imágenes que puso a medio planeta con la mandíbula desencajada antes de que ChatGPT aprendiera a redactar cartas de amor a los impuestos. Mientras OpenAI y Google se peleaban por la supremacía textual, Midjourney pintaba sueños, pesadillas y aberraciones visuales desde Discord. Y ahora, sin tanto bombo ni conferencia de yuppies californianos, lanza su apuesta en vídeo.

Se llama V1, y tiene algo de juguete, algo de delirio y mucho de promesa a medio cumplir.

Aquí no partes de un prompt de texto, como hacen Sora o Veo3. Aquí partes de una imagen. Una sola. Le das un empujón con un prompt de texto para decirle muévete, criatura, y el motor genera cuatro versiones animadas de cinco segundos cada una. Tú eliges la que más te guste, y si las encadenas, puedes lograr una pieza de 20 segundos. Suficiente para un logotipo que respira, una intro de videojuego o un pequeño acto de rebeldía estética con una maleta vacacional llena de sueños.

¿Es útil?
Depende.
¿Es divertido? Sin duda.
¿Es suficiente para olvidar que vivimos en una democracia en ERE permanente?
Durante cinco segundos, sí.

Midjourney lo ofrece en formato web. Nada de apps, de momento. Hay que pagar 10 dólares al mes —menos que una sangría en terraza pija de Madrid— y acceder desde ahí. David Holz, el fundador, ya ha dejado caer que el precio se ajustará en función del consumo de sus servidores. Que no se diga que el futuro no viene con cláusulas en letra pequeña.

Pero lo más interesante no es el precio. Es la intención. Holz no quiere hacer películas. Ni anuncios. Ni tiktoks patrocinados por bancos éticos que invierten en armas. Su idea es otra: crear herramientas para simular mundos abiertos en tiempo real. Mundos que se ven en los vídeos de ejemplo, a medio camino entre una distopía digital y una secuencia perdida de Blade Runner. Hay guerreros, ciudades, ruinas y un horizonte que cambia como si lo soñara un niño con insomnio. Todo esto suena a revolución, claro. Pero llega tarde.

Sora y Veo3 ya tienen ventaja. Ya firmaron con agencias, estudios y marcas. Ya están en la autopista de la comercialización mientras Midjourney avanza por la cuneta, sin GPS, pero con el mismo fuego en los ojos de quien aún cree que crear vale más que monetizar.

Y encima, con los abogados pisándoles los talones. Hace una semana, Disney y Universal denunciaron a Midjourney por permitir que los usuarios generaran imágenes con personajes protegidos. Desde Darth Vader a Homer Simpson. El copyright como trinchera. La creatividad como delito.

¿Sobrevivirá V1? No lo sé. Pero me gusta que exista.

Me gusta que en un país donde la corrupción se ha vuelto paisaje y el sol pega como una condena, alguien se atreva a poner en circulación una herramienta que permite imaginar. Aunque sea solo durante cinco segundos. A pesar de que lo que veas no sea real. Aunque después vuelvas al telediario y te recuerden, con todo el tacto del mundo, que seguimos gobernados por una tropa de trileros.

Epílogo en cinco segundos

Entre las noticias de jueces presionados, fiscales apartados y alcaldes que no saben cómo justificar la piscina municipal que construyó su cuñado, uno encuentra consuelo en estas pequeñas píldoras de imaginación cibernética. V1 no salvará al mundo. Pero ofrece una forma nueva de mirarlo. O de ignorarlo, que a veces es lo más sano.

Mientras nos asamos a 37 grados a la sombra y los políticos siguen friendo nuestro presente, al menos alguien allá fuera sigue jugando. Inventando. Animando.

Y eso, con todo lo que nos cae, ya es casi un acto de resistencia.

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Enrique Pampliega
Con más de cuatro décadas de trayectoria profesional, iniciada como contable y responsable fiscal, he evolucionado hacia un perfil orientado a la comunicación, la gestión digital y la innovación tecnológica. A lo largo de los años he desempeñado funciones como responsable de administración, marketing, calidad, community manager y delegado de protección de datos en diferentes organizaciones. He liderado publicaciones impresas y electrónicas, gestionado proyectos de digitalización pioneros y desarrollado múltiples sitios web para entidades del ámbito profesional y asociativo. Entre 1996 y 1998 coordiné un proyecto de recopilación y difusión de software técnico en formato CD-ROM dirigido a docentes y profesionales. He impartido charlas sobre búsqueda de empleo y el uso estratégico de redes sociales, así como sobre procesos de digitalización en el entorno profesional. Desde 2003 mantengo un blog personal —inicialmente como Blog de epampliega y desde 2008 bajo el título Un Mundo Complejo— que se ha consolidado como un espacio de reflexión sobre economía, redes sociales, innovación, geopolítica y otros temas de actualidad. En 2025 he iniciado una colaboración mensual con una tribuna de opinión en la revista OP Machinery. Todo lo que aquí escribo responde únicamente a mi criterio personal y no representa, en modo alguno, la posición oficial de las entidades o empresas con las que colaboro o he colaborado a lo largo de mi trayectoria.

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