Cumplí sesenta. Que no es una cifra cualquiera. A los cuarenta uno todavía finge. A los cincuenta aprieta los dientes. Pero a los sesenta ya sabe que, si quiere mentirse, al menos que sea con estilo. No esperaba regalos. Pero uno llegó, envuelto en cartón duro y promesa de tinta. Blacksad, edición integral. Lo abrí por cortesía y lo terminé por necesidad. Porque lo que hay dentro no es un cómic. Es una declaración de principios con pelaje felino, pólvora en los márgenes y olor a jazz y bourbon barato.

Con guion de Juan Díaz Canales y dibujos del genial Juanjo Guarnido, Blacksad no es solo un tebeo bien hecho. Es una obra maestra del género negro. Y cuando digo negro, me refiero a ese tono que solo conocen los que han dormido con un revólver en la mesilla y una botella medio vacía en el suelo. Está ambientado en una Norteamérica ficticia de los años 50, llena de animales antropomórficos —sí, animales con cuerpo humano— donde el protagonista es un detective con cabeza de gato y mirada de quien ya lo ha visto todo.

El integral recopila cinco álbumes que son cinco disparos certeros al corazón del lector. El primero, Un lugar entre las sombras, es el pistoletazo de salida: Blacksad investiga el asesinato de su exnovia, una actriz de Hollywood con demasiadas curvas y enemigos. Ya en ese primer relato hay ecos de Marlowe, de Chandler y de Hammett, pero también algo propio: una melancolía felina, un dolor que no se grita, solo se araña.

Blacksad no es solo un tebeo bien hecho. Es una obra maestra del género negro

Luego llega Arctic-Nation, un descenso al infierno del racismo más sucio, con una investigación sobre la desaparición de una niña negra en un barrio dominado por supremacistas blancos. Aquí, los autores no se cortan un pelo —ni un bigote— a la hora de hurgar en la llaga. Hay referencias al Ku Klux Klan, a la segregación, a la hipocresía de las élites. El detective, acompañado por Weekly —una garduña periodista con vocación de bufón lúcido—, se enfrenta no solo al crimen, sino a toda una sociedad enferma.

Alma roja, el tercer episodio, se mete en los pantanos ideológicos de la Guerra Fría. Comunismo, bombas H, traiciones entre intelectuales y un viejo profesor que esconde más de lo que parece. Aquí Blacksad ya no es detective, sino guardaespaldas. Pero las preguntas le persiguen igual. Y nosotros, lectores, caemos rendidos ante la densidad política y moral de la trama, sin que por ello falte el ritmo ni la tensión.

La imagen de portada de este post y esta página de cómic han sido creadas con IA. Me encanta tontear con estas herramientas, lo confieso. Ruego me perdonen Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido… y también vosotros, lectores. Porque, aunque el resultado sea curioso, os aseguro que el original tiene alma. Y eso —todavía— no lo genera ninguna inteligencia artificial.

El infierno, el silencio, ambientado en Nueva Orleans, es puro jazz. Puro lamento. Un pianista desaparecido, drogas, adicciones y un eco trágico de esas historias reales donde los medicamentos arruinaron más vidas de las que salvaron. La crítica social aquí no es un apunte, es una bofetada. La atmósfera se espesa, el dibujo se vuelve casi líquido, y uno escucha las notas del piano como si salieran de la propia viñeta.

Por último, Amarillo, un road-movie polvoriento y decadente. Blacksad, cansado de la mierda del mundo, intenta apartarse del camino. Pero ya se sabe: no hay retirada para quien ha olido la sangre. Le encargan llevar un Cadillac Eldorado desde Nueva Orleans hasta Tulsa. Pero el coche se lo roban, y con él la paz. La historia lo arrastra otra vez por moteles baratos, escritores chiflados, crímenes absurdos y un país que se desmorona a golpe de autopista.

Cada historia se sostiene sola, pero juntas forman un todo más oscuro. Lo mejor del género negro comprimido en un tomo que se lee con el estómago apretado y el alma en vilo. Aquí hay crímenes, sí. Pero también hay racismo, odio ideológico, adicción, enfermedad, traición, redención. Y todo dibujado con elegancia.

Porque lo de Guarnido no tiene nombre. Cada página es una lección de narrativa visual. No dibuja: compone, ilumina, da vida. El uso del color, los gestos, los encuadres, los fondos… todo está hecho con una precisión casi indecente. Las emociones se ven, se huelen. Y ese contraste entre lo bello del dibujo y lo sórdido del contenido es una de las grandes virtudes del cómic.

No exagero si digo que este Blacksad es de lo mejor que he leído en lo que va de siglo —bueno, quizá me he venido un poco arriba—. Y no soy precisamente un recién llegado. He leído, y mucho. Desde el Torpedo de Abulí y Bernet hasta el mejor Corto Maltés. Y sin embargo, aquí hay algo distinto. Una madurez narrativa que no aburre. Una ambición estética que no distrae. Una inteligencia moral que no sermonea.

Además, detrás del arte y del guion, hay una voluntad clara de incomodar. De señalar. De recordar que el mundo es un lugar jodido donde a veces gana el malo y el bueno apenas sobrevive. Pero también hay ternura, humor, lealtad. Y eso lo convierte en algo más que un cómic: en una declaración de amor —y de guerra— al género negro.

Norma Editorial ha hecho una edición integral que es, simplemente, soberbia. Papel de calidad, encuadernación sólida, extras de bocetos, portadas, historias cortas… Un objeto para conservar. Para releer, mirar con respeto y prestar solo si uno confía ciegamente en la persona que lo recibe.

Así que sí: cumplí sesenta años de almanaque, y me regalaron a un gato detective. Un tipo con gabardina, cicatrices y principios. Un héroe a su manera. Mejor que una botella —de esto también llegó algo— . Mejor que cualquier otra cosa que se pueda envolver.

Porque mientras el cuerpo envejece, hay cosas que rejuvenecen la cabeza. Y Blacksad, amigos míos, es una de ellas.

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Enrique Pampliega
Con más de cuatro décadas de trayectoria profesional, iniciada como contable y responsable fiscal, he evolucionado hacia un perfil orientado a la comunicación, la gestión digital y la innovación tecnológica. A lo largo de los años he desempeñado funciones como responsable de administración, marketing, calidad, community manager y delegado de protección de datos en diferentes organizaciones. He liderado publicaciones impresas y electrónicas, gestionado proyectos de digitalización pioneros y desarrollado múltiples sitios web para entidades del ámbito profesional y asociativo. Entre 1996 y 1998 coordiné un proyecto de recopilación y difusión de software técnico en formato CD-ROM dirigido a docentes y profesionales. He impartido charlas sobre búsqueda de empleo y el uso estratégico de redes sociales, así como sobre procesos de digitalización en el entorno profesional. Desde 2003 mantengo un blog personal —inicialmente como Blog de epampliega y desde 2008 bajo el título Un Mundo Complejo— que se ha consolidado como un espacio de reflexión sobre economía, redes sociales, innovación, geopolítica y otros temas de actualidad. En 2025 he iniciado una colaboración mensual con una tribuna de opinión en la revista OP Machinery. Todo lo que aquí escribo responde únicamente a mi criterio personal y no representa, en modo alguno, la posición oficial de las entidades o empresas con las que colaboro o he colaborado a lo largo de mi trayectoria.

2 COMENTARIOS

  1. Yo no he leído mucho, compi, pero recuerdo los cómics de cuando era pequeña y me flipaban, porque la historia cobraba vida con los dibujos. Después de ver exposiciones varias veces sobre lo que conlleva hacer un cómic, me quito el sombrero. Si encima consiguen transmitir emociones y hacerte sentir solo con verlo… eso ya es otro nivel.

    • Totalmente de acuerdo, compi. El cómic tiene esa capacidad única de mezclar imagen y palabra para contar historias que te atrapan desde la primera viñeta. De pequeños nos enganchaban por la aventura y el color, pero cuando un cómic logra, ya de adultos, emocionarte, inquietarte o hacerte reflexionar, es que estás ante algo grande. Sin restar valor al cómic infantil —que es puerta de entrada para muchos—, el cómic para adultos demuestra que este medio puede estar a la altura de cualquier otro arte narrativo. Y Blacksad lo demuestra con creces.

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