Hay estrenos que uno puede perderse sin que pase nada, piezas de entretenimiento que se evaporan como humo de taberna y dejan apenas el rastro de un bostezo. Y luego están los otros, los que huelen a pólvora y verdad, los que merecen abrirse un hueco en la memoria. A esa segunda especie pertenece Territorio Pampliega. Y mañana, lunes 1 de septiembre, a las 22:50 horas en Cuatro, yo estaré allí, delante de la pantalla, sin excusas ni distracciones.
No faltaré al alumbramiento de la última criatura del más mediático de los Pampliega. Porque Antonio es grande. Grande en el sentido que da el haber estado en la frontera entre la vida y la muerte, en ese desierto sirio donde Al Qaeda lo retuvo 299 días en 2015. Un hombre que ha respirado el polvo del cautiverio sabe distinguir lo importante de lo accesorio, y eso se nota en cada palabra, en cada mirada.
No es un simple programa, sino un viaje incómodo al lado oscuro del país: okupación, narcotráfico y sicarios.
Territorio Pampliega será el primer gran estreno de Cuatro de cara a la nueva temporada televisiva. No se trata de un simple programa, sino de un viaje incómodo, áspero, a las entrañas de un país que no siempre queremos ver. En este nuevo formato, producido por la cadena en colaboración con El Rugido Producciones, el periodista recorre las rutas del narcotráfico que conectan los principales puertos europeos, muestra el funcionamiento de las mafias que se lucran con las okupaciones, aborda el mundo de los sicarios, analiza la violencia extrema de los narcos en el Estrecho de Gibraltar y profundiza en las extorsiones que ejercen las maras centroamericanas en España para ofrecer un retrato realista y descarnado de algunos de los fenómenos que más inquietan a la sociedad actual.
En la primera entrega se sentará frente a Alejo Vidal-Quadras, exvicepresidente del Parlamento Europeo y fundador de Vox, que en 2023 sobrevivió a un intento de asesinato por, presuntamente, su apoyo a la disidencia iraní. Junto a testimonios como el suyo, el programa contará con el análisis de expertos en criminología y armamento, capaces de desentrañar el tipo de armas de guerra que emplean estas organizaciones y la complejidad del fenómeno criminal que late tras cada disparo. Una conversación y un contexto que no serán cómodos ni complacientes. Y menos aún en una parrilla televisiva donde el ruido, el colorín y la sonrisa forzada suelen acallar lo esencial.
Pampliega no es un periodista cualquiera. Entre 2018 y 2019 condujo Pasaporte Pampliega, otro programa de Mediaset que cerró temporada con un 5.3% de cuota de pantalla y 570.000 espectadores. Pero aquello era apenas un preludio. Hoy regresa con más fuerza, con más cicatrices, con más verdad. Y lo hace enfrentándose a dos colosos de la televisión de consumo masivo: MasterChef Celebrity en La 1 y El Hormiguero en Antena 3. Pocas batallas televisivas se libran en un campo tan reñido.
Y sin embargo, sé que Antonio vencerá. No con estridencias ni con la pirotecnia barata de la farándula, sino con algo más difícil de encontrar: autenticidad. La suya es una voz que no finge. Que arriesga. Que incomoda.
Mañana comienza Territorio Pampliega y yo, que he aprendido a desconfiar de casi todo, le deseo el mayor de los éxitos en esta nueva andadura. Y estoy seguro de que lo tendrá. Porque, a veces, todavía queda un lugar en la televisión para los que se atreven a mirar de frente.
Madre mía, compi. ¡Qué gran periodista Antonio Pampliega! Ayer vi el programa y ahí está: a cara descubierta, valiente y atrevido, llevando a la TV realidades que existen y que muchas veces no queremos ver porque son sucias y nos dan miedo. Pero hay que contarlas, porque están ahí y cada vez son más presentes. Ojalá triunfe porque es información de primera mano, real y auténtica. Hoy en día la sociedad prefiere la farándula antes que la realidad, nos han anestesiado para no mirar el dolor que provoca. Cada uno es libre de elegir qué ver, pero si no damos minutos y no hay audiencia, no hay emisión, por muy bueno que sea. 😭”
Totalmente de acuerdo, Yolanda. Antonio es de esos periodistas que honran la profesión: se juega la piel, pero sobre todo se juega la comodidad de mirar hacia otro lado. Su trabajo es necesario porque rompe la anestesia de la que hablas, nos obliga a ver lo que preferimos ignorar y pone voz e imagen a realidades que existen, aunque incomoden. En un tiempo en el que la tele se llena de ruido, frivolidad y cortinas de humo, ver a un periodista como él plantarse con la verdad a cuestas es un lujo y, sobre todo, un acto de valentía. Ojalá la audiencia responda, porque su manera de contar el mundo no solo merece minutos en pantalla: merece ser escuchada, discutida y recordada.