Confieso que nunca me he fiado demasiado de las etiquetas. Ponerle nombre a las cosas siempre ha sido un deporte nacional: etiquetamos vinos, equipos de fútbol, políticos, modas y, ahora también, personas según el año en que nacieron. Como si la fecha de tu partida de nacimiento fuese un código de barras que ya te definiera de por vida. Pero lo cierto es que, nos guste o no, esas etiquetas tienen su utilidad. Sirven para trazar un mapa mental, para entender de dónde venimos y por qué pensamos o actuamos como lo hacemos. Y de etiquetas a motes hay un paso: pero de eso, créanme, hablaremos otro día.

La primera vez que escuché hablar de la llamada Generación Silenciosa pensé que el nombre era un insulto. Nacidos entre 1926 y 1945, a quienes les tocó crecer en tiempos de hambre, guerras y dictaduras, ¿silenciosos? No, más bien resistentes, endurecidos, obligados a callar no porque quisieran, sino porque la vida no daba permiso para alzar demasiado la voz. Esos fueron los que levantaron un mundo devastado con las manos desnudas, sin esperar aplausos, sin hashtags de Instagram ni coaching motivacional.

Luego vinieron los Baby Boomers (1946-1964), que crecieron en plena explosión demográfica, con trabajo casi asegurado, hipotecas razonables y la radio como oráculo colectivo. Optimistas porque tenían razones para serlo. Si estudias, trabajas y te esfuerzas, prosperas. Esa fue la mentira piadosa que entonces todavía funcionaba. Y, con todos sus defectos, son la generación que convirtió la sociedad de posguerra en la que luego nos criamos los demás.

A mí me tocó ser de los X (1965-1979). Somos la generación incómoda, de transición, el puente entre un mundo analógico que se desmoronaba y un mundo digital que empezaba a asomar. Nos criamos viendo cómo caía el muro de Berlín en directo por televisión, aprendimos a manejar un walkman y luego un ordenador de sobremesa, nos comimos el esparramo de los 80 y la resaca de los 90. Somos, quizá, la última generación que vivió en la calle de verdad, cuando el ocio consistía en bajar a jugar y no en encender una pantalla. Y también los primeros en tener que reaprenderlo todo con la llegada de internet.

No importa de qué generación seas: lo decisivo es si eres capaz de adaptarte al mundo que viene

Después aparecieron los Millennials (1980-1994), tan vilipendiados por unos y tan idealizados por otros. Digitales, sí, pero también hijos de la precariedad. Les prometieron un futuro brillante si estudiaban y trabajaban, y la recompensa fue encontrarse con contratos basura y alquileres imposibles. Buscan propósito porque el sistema les negó la estabilidad. Colaborativos, creativos y con hambre de experiencias, los Millennials son la prueba viviente de que el contrato social ya había empezado a romperse mucho antes de que habláramos de inteligencia artificial.

La Generación Z (1995-2009) no conoció el mundo sin internet. Para ellos, lo natural es el smartphone, las redes sociales, la inmediatez y el multitasking. Los llaman nativos digitales, y no es una exageración. No rebobinan cintas con un bolígrafo ni entienden el romanticismo de esperar una semana para ver el siguiente capítulo de una serie. Todo está disponible, todo es inmediato, todo es efímero. Y, sin embargo, son quizá los más conscientes de los grandes problemas globales: la desigualdad económica, el exceso de opiniones y la escasez de criterio, la estupidez humana, etc. Crecieron en un mundo donde nadie les ocultó que el futuro podía ser una distopía.

Y ahora están los Alfa (2010-2024), los hijos de los Millennials, nacidos ya en plena inmersión tecnológica. Su mundo es un cruce entre realidad física y aumentada. Saben deslizar pantallas antes de saber leer, hablan con Siri o Alexa antes de entender que esas voces no son personas, y su aprendizaje autodidacta a base de vídeos y tutoriales promete cambiar incluso la forma en que concebimos la educación. Crecen rodeados de inteligencia artificial, videojuegos inmersivos y un mundo que, para bien o para mal, no se parece en nada al que conocimos sus padres o abuelos.

Y es aquí donde algunos futuristas, sociólogos de laboratorio y gurús de LinkedIn se han adelantado a bautizar a los nacidos a partir de 2025 como la Generación Beta. Una generación que vivirá en un mundo donde la inteligencia artificial y la automatización no son simples herramientas, sino parte del tejido vital. Si los Alfa conviven con la IA, los Beta crecerán dentro de ella, como el pez que no sabe que está nadando porque el agua es lo único que conoce. En su horizonte no hay un contrato laboral de ocho horas, ni una oficina, ni una jubilación al uso. Habrá otra cosa: trabajos fragmentados, hiperpersonalizados o tal vez completamente redefinidos por la automatización.

Para no hablar de memoria y poner los datos en orden, aquí va la tabla que resume la película:


GeneraciónAños de nacimiento (aprox.)Rasgos principalesContexto histórico/tecnológico
Generación Silenciosa1926 – 1945Disciplinados, austeros, resilientes, trabajadores, poco dados a protestar.Segunda Guerra Mundial, posguerra, dictaduras, reconstrucción económica.
Baby Boomers1946 – 1964Optimistas, orientados al trabajo estable, consumistas, valores tradicionales.Auge demográfico, Guerra Fría, expansión económica, televisión de masas.
Generación X1965 – 1979Escépticos, independientes, adaptables, más pragmáticos que idealistas.Caída del muro de Berlín, globalización temprana, transición analógico-digital, primeros ordenadores personales.
Millennials (Generación Y)1980 – 1994Digitales, colaborativos, buscan propósito y flexibilidad, precarios laboralmente.Internet, telefonía móvil, crisis de 2008, redes sociales emergentes.
Generación Z1995 – 2009Nativos digitales, visuales, activistas, más auténticos y diversos.Smartphones, redes sociales masivas, streaming, cambio climático, cultura del like.
Generación Alfa2010 – 2024Multiconectados, autodidactas, rodeados de IA, RA y videojuegos inmersivos.Tablets desde la cuna, asistentes de voz, pandemia de COVID-19, auge de la IA generativa.
Generación Beta (propuesta)2025 – 2039Crecerán con IA y automatización como parte del tejido vital, hiperpersonalización, biotecnología cotidiana.Automatización laboral, IA generalizada, robótica avanzada, realidades mixtas, posible disrupción del contrato social del empleo.

Lo que me resulta fascinante —y a la vez inquietante— es pensar cómo vamos a convivir todas estas generaciones en un mismo espacio y tiempo. Los Silenciosos y los pocos Boomers que aún queden seguirán hablando de sacrificio, de ahorro y de esfuerzo, mientras los Beta vivirán en un mundo donde quizá ni entiendan el concepto de “ir a trabajar” como lo conocimos nosotros. Los X, en nuestro escepticismo natural, miraremos todo esto con un gesto entre el sarcasmo y la resignación, preguntándonos en qué momento dejamos de entender el manual de instrucciones del mundo.

La historia siempre ha sido una cadena de relevos entre generaciones, pero ahora la velocidad del cambio es tan brutal que parece que cada quince años estamos inaugurando un planeta nuevo. Y lo cierto es que no importa de qué generación seas: lo decisivo es si eres capaz de adaptarte al mundo que viene o si te quedas anclado en uno que ya no existe.

Yo, como decía, soy de la Generación X. He aprendido a convivir con mis contradicciones, a sospechar de las etiquetas y, al mismo tiempo, a usarlas para entender por qué mis padres pensaban de una manera y mis sobrinos piensan de otra. Y aunque no me gusta que me definan con una letra, reconozco que algo de verdad hay en todo esto.

Así que, lector, te paso la pregunta a ti: ¿y tú de qué generación eres? ¿Te reconoces en los rasgos que se atribuyen a la tuya o crees que no eres más que un caso perdido en el margen de la estadística? Cuéntamelo. Porque al final, más allá de tablas y etiquetas, lo interesante no es lo que dicen los expertos, sino cómo cada uno de nosotros se planta frente a su tiempo y decide vivirlo.

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Enrique Pampliega
Con más de cuatro décadas de trayectoria profesional, iniciada como contable y responsable fiscal, he evolucionado hacia un perfil orientado a la comunicación, la gestión digital y la innovación tecnológica. A lo largo de los años he desempeñado funciones como responsable de administración, marketing, calidad, community manager y delegado de protección de datos en diferentes organizaciones. He liderado publicaciones impresas y electrónicas, gestionado proyectos de digitalización pioneros y desarrollado múltiples sitios web para entidades del ámbito profesional y asociativo. Entre 1996 y 1998 coordiné un proyecto de recopilación y difusión de software técnico en formato CD-ROM dirigido a docentes y profesionales. He impartido charlas sobre búsqueda de empleo y el uso estratégico de redes sociales, así como sobre procesos de digitalización en el entorno profesional. Desde 2003 mantengo un blog personal —inicialmente como Blog de epampliega y desde 2008 bajo el título Un Mundo Complejo— que se ha consolidado como un espacio de reflexión sobre economía, redes sociales, innovación, geopolítica y otros temas de actualidad. En 2025 he iniciado una colaboración mensual con una tribuna de opinión en la revista OP Machinery. Todo lo que aquí escribo responde únicamente a mi criterio personal y no representa, en modo alguno, la posición oficial de las entidades o empresas con las que colaboro o he colaborado a lo largo de mi trayectoria.

1 COMENTARIO

  1. ¡Excelente artículo, somo siempre! Me llama la atención, en esto de las generaciones, la horquilla ¿Quién la define?. Empezaron con 19 años, luego 18 y varias generaciones duran 14 años ¿Cuál es la causa? No tenemos hijos con 14 años, así que no puede ser la creación de una nueva generación…

    Yo también pertenezco a la Generación X y como buen consumidor y friki no dejo de ver señales alarmantes en el consumo y que la generación Beta va a sufrir:

    -Los cambios de hábitos en los juguetes destinados a niños varones. Ya no se venden figuras de acción, ni He-mans, ni action-mans, ni vaqueros ni nada que se asocie con acción y presunta violencia. Sin embargo, las muñecas barbie y equivalentes siguen su marcha. Es muy triste ir a una juguetería y ver como la sección para niños casi ha desaparecido. ¿Es algo doctrinario? ¿Tiene algo que ver con ese concepto de masculinidad «tóxica» que nos venden desde ciertos gobiernos? El caso es que los únicos muñecos que van a ver los niños son los funkos, cuyo target es más para adolescentes y adultos…
    -Animales de compañía más que niños. Es curioso ver como si vas a un hipermercado o a la tienda de los chinos, hay más calles destinadas a mascotas que a niños. Al menos en esta sociedad occidental. Hace tiempo que no veo anuncios de televisión de potitos, pero de comida para perros no paran. Muchas parejas jóvenes solo tienen perros. No oyes a niños jugar en las calles, pero si ladridos continuados. En un reportaje vi como una empresa de juguetes valenciana se había reciclado fabricando cachivaches para perros. Mal camino llevamos.

    La generación beta va a tener que lidiar con lo que las generaciones anteriores piensen que es lo mejor para ella, intentando condicionar su pensamiento y comportamiento social, creciendo muy solos, interactuando con animales pero no con sus iguales.

    Me da miedo.

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